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800 000 personas se suicidan cada año. ¿Qué podemos hacer?

En demasiados lugares, los servicios de apoyo a la salud mental son inexistentes y las personas que tienen afecciones tratables son criminalizadas. Hace tiempo que se necesita una acción audaz

10 de octubre de 2018
Para cuando termines de leer esto, al menos seis personas se habrán suicidado en todo el mundo.

Esas seis personas son una pequeña parte de las 800 000 personas que se suicidarán este año, más que la población de Washington D.C., Oslo o Ciudad del Cabo. A veces son nombres famosos como Anthony Bourdain o Kate Spade los que aparecen en los titulares, pero todos son hijos o hijas, amigos o colegas, y miembros valiosos de familias y comunidades.

El suicidio es el síntoma más extremo y visible de la gran emergencia en el ámbito de la salud mental que hasta ahora no hemos abordado adecuadamente. La estigmatización, el miedo y la falta de comprensión agravan el sufrimiento de los afectados y evitan la acción audaz que tan desesperadamente se necesita y que está pendiente desde hace tanto tiempo.

Uno de cada cuatro de nosotros tendrá que lidiar con una afección mental en algún momento de su vida, y si no estamos directamente afectados, es probable que alguien a quien cuidamos lo esté. Nuestros jóvenes son especialmente vulnerables: el suicidio es la segunda causa principal de muerte a nivel mundial entre los jóvenes de 15 a 29 años, y la mitad de todas las enfermedades mentales empiezan a partir de los 14 años.

Sin embargo, a pesar de la universalidad del tema, tenemos dificultades para hablar de él abiertamente u ofrecer la atención o los recursos adecuados. Dentro de las familias y las comunidades, a menudo permanecemos silenciados por una vergüenza que nos dice que las personas con enfermedades mentales son de alguna manera menos valiosas o culpables de su propio sufrimiento.

En lugar de tratar a aquellos que tienen afecciones mentales con la compasión que ofreceríamos a alguien con una lesión o enfermedad física, los condenamos al ostracismo, los culpamos y los condenamos. En demasiados lugares, los servicios de apoyo son inexistentes y las personas con afecciones para las que existe tratamiento son tratadas como delincuentes: son literalmente encadenadas en condiciones inhumanas y aisladas del resto de la sociedad sin esperanza alguna.

La salud mental recibe actualmente menos del 1% de la ayuda mundial. La financiación nacional para la prevención, la promoción y el tratamiento es igualmente baja. En la actualidad, todas las naciones del mundo son países en desarrollo en lo que se refiere a la salud mental.

Una inversión tan insignificante no solo es mala para las personas, sino que también es destructiva para las comunidades y socava las economías. Las afecciones mentales le cuestan al mundo $2,5 billones al año, una cifra que se espera que aumente a $6 billones para 2030 a menos que tomemos medidas.

Ya no nos podemos permitir permanecer silenciados por la estigmatización o paralizados por ideas equivocadas que retratan estas afecciones como una cuestión de debilidad o fracaso moral. Las investigaciones demuestran que cada dólar invertido en el tratamiento de la depresión y la ansiedad, que son las afecciones mentales más comunes, tiene una rentabilidad cuádruple, lo que hace que el gasto en este ámbito sea una gran inversión tanto para los líderes políticos como para los empleadores, además de generar ahorros en el sector de la salud.

Ha llegado el momento de que todos nosotros, colectivamente, abordemos las causas y los síntomas de las enfermedades mentales y prestemos atención a quienes las padecen. No es necesario ser un artista internacional o el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para lograr un impacto.

Todos podemos ayudar a construir comunidades que entiendan, respeten y prioricen el bienestar mental. Todos podemos aprender a ofrecer apoyo a los seres queridos que están pasando por un momento difícil. Y todos podemos ser parte de un nuevo movimiento —incluidas las personas que han padecido enfermedades mentales— para pedir a los gobiernos y a la industria que pongan la salud mental en el primer lugar de sus agendas.

En Zimbabwe, las abuelas están desbrozando el camino al ofrecer sesiones de asesoramiento basadas en la evidencia en bancos, lo que está ayudando a eliminar la estigmatización. En el Reino Unido y Australia, los programas de educación entre pares alientan a los jóvenes a apoyarse unos a otros. Y la tecnología móvil está proporcionando nuevas e interesantes plataformas para prestar servicios y abrir un diálogo saludable.

Desde 2013 la OMS viene trabajando con los países para poner en marcha un plan de acción mundial sobre salud mental. A principios de este año, la OMS publicó el Atlas Mundial de Salud Mental, que proporciona información procedente de 177 países sobre los progresos realizados para alcanzar los objetivos del plan. La conclusión clave es que, aunque ha habido algún progreso, necesitamos inversiones significativas para ampliar los servicios.

El liderazgo significativo y sostenido de los gobiernos es esencial, y algunos gobiernos están empezando a incrementar sus esfuerzos, desde Sri Lanka, donde el gobierno ha establecido un marco dedicado a la atención de la salud mental y ha financiado puestos para apoyar la atención de la salud mental basada en la comunidad, hasta la ciudad de Nueva York, donde la iniciativa ThriveNYC ha reunido a líderes locales para elaborar un plan integral de salud mental.

Esta semana, en el día en que se celebrará la Cumbre del Reino Unido sobre Salud Mental y el Día Mundial de la Salud Mental, un panel de expertos internacionales publicará en la revista The Lancet la colección más completa de investigaciones jamás producida sobre el modo de promover y proteger la salud mental y tratar las enfermedades mentales. Esto proporcionará la base científica para ampliar la acción mundial en materia de salud mental, lo que guarda similitud con el movimiento en favor del VIH/sida que las Naciones Unidas adoptaron en 2001. Ese movimiento ayudó a salvar millones de vidas y es un ejemplo del potencial de la acción humana colectiva para abordar problemas aparentemente insuperables.

Los dos hemos tomado caminos diferentes en la vida. Pero ambos hemos visto cómo el liderazgo político, la financiación, la innovación y los actos individuales de valentía y compasión pueden cambiar el mundo. Es hora de hacer lo mismo con la salud mental.

Este comentario fue publicado originalmente por The Guardian.