Marleen Temmerman, Directora del Departamento de Salud Reproductiva e Investigaciones Conexas (RHR), que incluye el Programa Especial PNUD/UNFPA/OMS/BANCO MUNDIAL de Investigaciones, Desarrollo y Formación de Investigadores sobre Reproducción Humana (HRP)
¿Por qué es tan importante la igualdad?
A menudo me preguntan por qué me preocupo tanto por la igualdad, en particular la igualdad de género. Mi respuesta es que no puedo olvidar a las jóvenes mujeres y a los bebés que he visto morir en mis brazos simplemente porque vivían en lugares donde no tenían acceso a unos servicios de salud que les habrían salvado la vida. No hay nada peor que sujetar en tus brazos a una mujer que se está muriendo y pensar: «Si estuviéramos ahora mismo en otro lugar, seguiría con vida».

El cáncer cervicouterino es una enfermedad que ilustra crudamente el impacto de la desigualdad en la salud de la mujer. Aunque se da en el mundo entero, la mayoría de las muertes por esta causa se concentran en los países menos adelantados. El cáncer cervicouterino se cobra cada año la vida de 270 000 mujeres, de las cuales un 85% viven en países de ingresos bajos y medianos.
Las desigualdades en el acceso no solo se dan entre los países sino también dentro de los mismos: en los países más desarrollados, las mujeres más pobres, en particular las que viven en zonas rurales, tienen menos posibilidades de acceder a los servicios, lo que las expone a mayor riesgo.
Acabar con las muertes prevenibles
Sabemos cómo ayudar a prevenir el cáncer cervicouterino. Es inaceptable que tantas mujeres sigan muriendo en el mundo entero debido a esta enfermedad. Las tasas de mortalidad por esta causa han descendido en la mayor parte del mundo desarrollado (gracias a programas eficaces de detección y tratamiento), pero no así en los países menos adelantados, donde siguen subiendo o se mantienen sin cambios. Si no actuamos ahora, el número de muertes por cáncer cervicouterino aumentará previsiblemente cerca de un 25% en los próximos 10 años.
Ahora bien, si empleamos el enfoque correcto, podemos centrar nuestros esfuerzos en reducir esas cifras. Para lograr esta meta, habrá que intervenir en varios frentes.
Una medida clave es intensificar los esfuerzos por fortalecer los sistemas de salud y avanzar hacia la cobertura universal, para así garantizar que todas las personas, sean quienes sean y vivan donde vivan, puedan acceder a todos los servicios de salud que necesiten sin padecer apuros económicos.
Esos servicios incluyen intervenciones que abarcan todo el ciclo de vida de la mujer, desde la infancia hasta la edad adulta. Una de ellas es la vacunación de las niñas contra los papilomavirus humanos (PVH) causantes del cáncer cervicouterino antes de que sean sexualmente activas. Otra intervención clave consiste en someter a las mujeres de entre 30 y 49 años a pruebas de detección de los PVH y, en su caso, tratarlas, así como prestar tratamiento y cuidados paliativos contra el cáncer cervicouterino.
Proteger los derechos es proteger la vida
Las mujeres que mueren de cáncer cervicouterino a menudo se encuentran en lo que solemos llamar «la flor de la vida». Muchas de ellas desempeñaban el papel de cuidador principal de la familia y trabajaban en la comunidad. Si queremos proteger el bienestar de las mujeres, las familias, las comunidades y las sociedades, debemos luchar por el derecho de la mujer a acceder a los servicios de salud.
He trabajado en muchos países del mundo, pero en ninguno de ellos —ya fuera Bélgica, Suiza o Kenia—, he podido cerrar los ojos ante la desigualdad y la injusticia. Creo firmemente que si queremos ganarle la batalla al cáncer cervicouterino, la promoción de los derechos de las mujeres —en particular, el derecho a acceder a la atención sanitaria— debe permanecer en el centro de todos nuestros esfuerzos.