«Cada vez que una ambulancia se detenía ante el hospital y yo salía para tratar a los pacientes, pensaba: ¿habrá dentro alguien de mi familia?».
El Dr. Omar Amouri, cirujano ortopédico, está pasando visita por la mañana en el hospital de campaña Hamam al-Alil, al sur de Mosul. En tiempos de paz, el Dr. Amouri, oriundo de Mosul, trabajaba de médico en uno de los principales hospitales de la ciudad. El reciente conflicto ha cambiado drásticamente su situación: ahora tiene que pasar diariamente visita en condiciones espeluznantes.
Hoy lleva puesta su bata azul marino de la suerte, que es la que llevaba el día en que unos combatientes vinieron al hospital, tomaron al personal y a pacientes como rehenes y amenazaron repetidamente con matarlos. Logró escaparse y se refugió en una mezquita.
«Ese día volví a nacer», dice. «Sentí que volví a nacer».
Pero su calvario no había acabado. Cuando el pasado año el ejército iraquí entró en Mosul durante la batalla para retomar la ciudad, unos milicianos intentaron capturarlo.
«Empezaron a perseguirme. Vinieron a mi casa, por lo que corrí a la casa de mis padres. Saltaron la valla con una gran bombona de gas y amenazaron con quemar la casa».
Una vez más consiguió escapar y, tras vivir dos años y medio en Mosul con miedo, en 2016 se marchó de la ciudad. Se fue a Bagdad con la intención de proseguir sus estudios.
La mayoría de las personas pensarían que Omar afrontó en Mosul suficientes peligros para llenar una vida entera. Sin embargo, a pesar de todo lo que sufrió, Omar volvió sin dudar a la zona cuando se lo pidieron. En 2017 empezó a trabajar en el hospital de campaña Hamam al-Alil.
«No habría podido tomar otra decisión. Tengo que ayudar a los heridos», dice.
El hospital de campaña, uno de los cuatro establecimientos creados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en los primeros meses de 2017 y abastecidos por la Organización desde entonces, desempeñó un papel decisivo para salvar vidas durante la campaña militar para retomar Mosul. Los hospitales recibían a pacientes de puntos de estabilización para traumatismos, coordinados por la OMS en los frentes. Se salvaron miles de vidas mediante la clasificación de pacientes en la hora siguiente al traumatismo.
«La OMS hizo una gran labor en este y otros hospitales de campaña. Sinceramente, si este hospital no existiera, ¿quién atendería a los heridos de guerra? Lo necesitábamos. Mosul lo necesitaba».
El número de casos en el hospital Hamam al-Alil es estos días algo inferior: unas 10 a 15 operaciones al día, la mayoría no urgentes. El hospital se ocupa actualmente de lo que se denomina la «tercera ola de pacientes» de la guerra, como aquellos que presentan fracturas no atendidas. También recibe a pacientes del interior de Mosul, donde la mayoría de hospitales han sufrido enormes daños. El Dr. Amouri está orgulloso de la eficacia con la que el hospital está tratando quemaduras graves, sobre todo teniendo en cuenta que no tiene una unidad especializada en dicho ámbito.
La OMS sigue apoyando el hospital Hamam al-Alil, y está ayudando a desplazar otros dos hospitales de campaña situados en Athba y Haj Ali al oeste de Mosul, donde la mayor parte de los principales centros médicos fueron destruidos durante la campaña militar del año pasado.
El contraste con los primeros días de la batalla de Mosul, caracterizados por la desesperación y la desolación, es sobrecogedor. El Dr. Amouri se acuerda de un hombre mayor que había perdido su brazo derecho.
«Me acerqué a él para examinarle y me dijo que no hiciera nada por él. Dijo: ‘He perdido a toda mi familia; mis hijas y nietos. No tengo ninguna razón para seguir viviendo, por lo que déjame, quiero morir’».
El Dr. Amouri nació, creció y estudió en Mosul. Gran parte de la ciudad está ahora en ruinas. Esta situación le hace sufrir, y tiene miedo de su futuro.
«Mosul está irreconocible. Todas las cosas que me gustaban y conocía han desaparecido. Me alegra ver que las personas intentan reconstruir sus vidas, pero la ciudad está destruida. Ya no existe».
Sin embargo, sigue trabajando. Su voluntad de ayudar a sus compatriotas es inquebrantable.
«Creo que es mi responsabilidad. Incluso cuando no estoy de servicio, si oigo una ambulancia siento la necesidad de ir y ayudar. Es parte de mi vida. Debo ayudar a los heridos. Si yo no lo hago, ¿quién lo hará?».