El ebola en Liberia: el miedo provocó que los pacientes infectaran a los trabajadores que los atendían

6 de febrero de 2018

Barbara Bono empezó a trabajar en el hospital Elwa de Monrovia (Liberia) justo cuando se empezaba a hablar del ebola. Aunque el personal hizo todo lo posible por informarse sobre la nueva enfermedad y sobre el modo de protegerse, la realidad fue muy diferente de la teoría. Aunque los trabajadores enfermaban uno tras otro, Barbara siguió yendo a trabajar hasta que ella también se infectó por el virus mientras atendía a un hombre que negaba sus síntomas por miedo a ser enviado a una unidad de tratamiento del ebola.

OMS/M. Winkler

«Empecé a trabajar en el hospital Elwa como enfermera de urgencias en marzo de 2014, justo cuando se empezaba a hablar del ebola», recordó Barbara Bono. «No conocíamos el virus. Lo único que habíamos oído hasta entonces era que no tenía cura y que casi todas las personas que se infectaban morían».

Un mes después, Barbara aprendió mucho más acerca del virus del Ebola. Ella y otros trabajadores del hospital participaron en una sesión de formación acerca de la protección de los trabajadores sanitarios, la atención de pacientes y el modo de ponerse y quitarse el equipo de protección personal (EPP). Cuando el hospital empezó a recibir a pacientes con posibles síntomas de ebola, sabía lo suficiente acerca de este contagioso virus y sus síntomas para comprender que tanto ella como sus colegas corrían un grave riesgo.

Se sintió abrumada por el brote

«En la sesión de formación utilizamos equipos de protección adecuados, pero en el hospital solo teníamos batas y delantales básicos», dice Barbara. «Nos poníamos dos pares de guantes al entrar en contacto con casos sospechosos. Pero no teníamos botas de goma, ni gafas de protección ni ningún pesado EPP con cremallera con el que protegernos».

La situación en el hospital era cada vez más caótica y aterradora. Los centros de salud de la zona se iban colapsando uno tras otro como fichas de dominó y se iban abriendo algunos pocos centros de tratamiento del ebola. Los pacientes llegaban masivamente al hospital Elwa, incluidos muchos pacientes con posibles síntomas de ebola; sin embargo, no había ningún sistema de selección ni ningún protocolo para aislar y hacer pruebas de tamizaje a los casos sospechosos.

«Los enfermos estaban en todas partes y nosotros estábamos altamente expuestos», dice Barbara, cuyo rostro se tensa al recordar la situación. «Fue un periodo terrible. Sabíamos que cualquiera de nosotros podía infectarse en cualquier momento, y tenía mucho miedo. Con todo, a pesar de la preocupación y de que mis familiares y mi comunidad me rehuían, vine a trabajar todos los días».

«Un día se me acercó un hombre para recibir tratamiento contra la diabetes sin mencionar ningún otro síntoma», recuerda. «Mientras esperaba a ser examinado, fue al servicio y permaneció allí bastante tiempo. Nos acercamos para ver si estaba bien y vimos que estaba teniendo una crisis. Estaba débil y no podía caminar. Fui una de las personas que lo sacaron de allí y, cuando se agarró a mí, atravesó mi bata de plástico con las uñas y me arañó la piel. Su hermano nos dijo después que pensaba que se había infectado con el virus del ebola pero que tenía mucho miedo de ir a un centro de tratamiento del ebola porque ese era el «sitio adonde uno va a morir».

OMS/M. Winkler

El tratamiento temprano fue fundamental

Varios días después, Barbara empezó a tener fiebre y no paraba de vomitar. Estaba convencida de que se había infectado, por lo que tomó medicamentos para bajar la temperatura, aumentó su ingesta de líquidos y solicitó tratamiento. «Recibí ayuda muy rápido y eso fue lo que me salvó, pero las semanas en las que estuve enferma son demasiado horrorosas para hablar de ellas», dijo Barbara. «Fue terrible estar en el centro de tratamiento del ebola. Todo era enfermedad y muerte, depresión y miedo. Fue espantoso».

Fuera del centro de tratamiento del ebola, su familia sufría. Estaban angustiados por su estado y preocupados por su propia salud. Se pusieron a sí mismos en cuarentena durante 21 días, pero permanecieron en sus casas hasta mucho después para evitar el contacto con otras personas. «Los vecinos e incluso los familiares fueron desagradables; no les hablaban y recomendaban a las demás personas que no se acercaran a su casa», dice Bárbara. «Gracias a Dios, todos están bien. Ninguno se contagió».

Barbara cuenta que se sintió abrumada cuando le dijeron que había superado el ebola. «Había sobrevivido», dijo, «pero no podía librarme de la depresión. No podía parar de llorar. Estuve como paralizada durante muchos meses hasta que decidí que, por mi propia recuperación, debía volver al trabajo. Tenía que mantenerme ocupada y volver a trabajar junto a mis colegas».

Fue bien recibida cuando volvió al trabajo

Barbara retomó su trabajo en el hospital Elwa en octubre de 2014. El personal estaba provisto de un EPP apropiado y botas de goma, y se había establecido un sistema de selección para aislar, realizar pruebas de tamizaje y derivar a los pacientes con posible diagnóstico de ebola a un centro próximo de tratamiento de la enfermedad. «Todo el mundo estaba entonces mucho más vigilante, informado y precavido», dice, «y me aceptaron mi vuelta sin titubeos. Entendían que una persona que había superado el ebola ya no podía transmitir el virus».

Barbara dice que espera que se invierta en la formación de trabajadores sanitarios para responder a futuros brotes, y realiza el siguiente llamamiento: «dennos todas las herramientas necesarias para que la próxima vez que se produzca una crisis sanitaria estemos preparados y tengamos las competencias necesarias para atajarla mucho más rápido».