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Violencia contra la mujer

Fortalecer la respuesta sanitaria en tiempos de crisis

23 de noviembre de 2018

Una de cada tres mujeres en el mundo sufre violencia física o sexual, principalmente por parte de su pareja. Eso convierte esta forma de violencia en la violación de los derechos humanos más extendida, pero también en una de las menos denunciadas. Es frecuente en tiempos de paz y estabilidad, pero los riesgos se multiplican cuando estalla una crisis.

A pesar de la escasez de datos disponibles, los estudios indican que la violencia de género es probablemente muy común por desgracia en las emergencias humanitarias. Una encuesta reciente en Sudán del Sur, por ejemplo, reveló que más de la mitad de las mujeres que tenían pareja o la habían tenido en el pasado habían sufrido violencia física y/o sexual, mientras que casi un tercio de las mujeres decían haber sido víctimas de violencia sexual por parte de alguien distinto de su pareja.

En los conflictos, los cuerpos de las mujeres se convierten muchas veces en campos de batalla, donde la violencia se utiliza para humillar y oprimir. Los riesgos se multiplican cuando las mujeres se ven arrancadas de sus hogares y separadas de sus redes habituales de apoyo, en un contexto en el que los sistemas sociales y jurídicos de protección han quedado debilitados o destruidos.

Los efectos de la violencia sobre la salud de las mujeres

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Los conflictos y desplazamientos pueden incrementar el riesgo de violencia y dificultar el acceso a servicios esenciales de apoyo. (OMS/M Sethi)

Las consecuencias de la violencia para la salud de las mujeres a corto y largo plazo son numerosas e importantes. Las mujeres que sufren violencia están expuestas a un mayor riesgo de lesiones y consecuencias adversas para la salud sexual y reproductiva y para la salud mental.

Por ejemplo, las mujeres que sufren violencia dentro de la pareja tienen dos veces más probabilidades de sufrir depresión, y 1,5 de contraer una infección de transmisión sexual. Su situación también tiene consecuencias sobre la salud de sus hijos y repercusiones socioeconómicas para sus familias, comunidades y sociedades.

Las mujeres que sufren abusos tienen más probabilidades de acudir a los servicios de atención de salud por distintas afecciones conexas, a pesar de que (como ocurre a menudo) no revelen expresamente su experiencia. Por estas razones, es esencial garantizar que los profesionales sanitarios cuenten con una formación adecuada para prestar un apoyo eficaz y comprensivo, y que los centros de salud puedan proporcionar una atención segura y confidencial.

Apoyar la respuesta de los profesionales sanitarios

La OMS ha publicado nuevas directrices y herramientas clínicas para apoyar a los países y formar a los proveedores de atención de salud para que ofrezcan una atención adecuada y orientada a la mujer, lo que implica, entre otras cosas, ofrecer una escucha comprensiva y una respuesta libre de prejuicios, reconocer las necesidades y las preocupaciones de la mujer y facilitarle el acceso a las redes sociales de apoyo. Cada vez son más los países del mundo que adaptan o actualizan sus propias directrices, con la ayuda de sus asociados, y que ofrecen nuevos programas de formación ajustados a dichas recomendaciones para los profesionales sanitarios.

En el marco de esta labor, se ha dedicado considerable atención a la ampliación del apoyo que se presta a los países y entornos donde los conflictos o los desastres han intensificado los riesgos relacionados con la violencia de género. En la República Árabe Siria, por ejemplo, los proveedores de asistencia sanitaria y las organizaciones sanitarias han trabajado para facilitar una atención y una protección adecuadas.

En el Afganistán, el ministerio de Salud Pública ha lanzado un programa de formación de 6500 profesionales sanitarios para ayudarles a prestar apoyo a los supervivientes. En el Pakistán, se han puesto en marcha programas de formación de los profesionales sanitarios en tres provincias. En Myanmar, se introdujo un programa para formar a formadores en el marco de la creación de un centro de crisis de ventanilla única para dar respuesta a la violencia contra las mujeres en los hospitales. En Uganda, se están distribuyendo directrices de formación entre los establecimientos de salud.

A woman in a room looking away

Participantes en un curso de formación sobre salud mental en Cox’s Bazar (OMS/M Sethi)

“Queremos asegurarnos de que, si viene una mujer y revela una situación de violencia, los proveedores de asistencia sanitaria sepan lo que deben hacer,” explica Elisabeth Roesch, Funcionaria Técnica de la OMS especializada en violencia de género en emergencias.

“Queremos que los proveedores de asistencia sanitaria comprendan plenamente los efectos que tiene la violencia de género. De modo que, si sospechan que una mujer puede haber sufrido este tipo de violencia, sepan las medidas que deben adoptar a continuación y el modo de brindarle apoyo,” añade.

Sea cual sea el lugar del mundo donde vivamos, todos conocemos historias de violencia contra las mujeres que han afectado a nuestras vidas, a las vidas de personas que conocemos, o a nuestra comunidad. El tema de este año del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer es #HearMeToo. El sistema de salud, los proveedores de atención de salud y los planificadores de políticas tienen un papel esencial que desempeñar para poner fin de la violencia contra las mujeres; para que se escuche la voz de las supervivientes; y para que el mundo, incluso en sus rincones más oscuros, sea un lugar más seguro para las mujeres y las niñas.