Alocución del Director General de la OMS en la Asamblea Mundial de la Salud

24 de mayo de 2021

Vuestra Excelencia, Señora Presidenta, Embajadora Keva Bain, Vuestra Excelencia, Señor Alain Berset, Consejero Federal de Suiza, excelencias, distinguidos colegas y amigos: 

Lucy Nyambura es una funcionaria del área de promoción de la salud en Mombasa (Kenya). Al año pasado, cuando irrumpió la COVID-19 se decretó un confinamiento estricto que fue objeto de una fuerte resistencia por parte de la comunidad local, renuente a realizar pruebas, aislarse o tratarse. En sus rondas cotidianas de información sobre los peligros del nuevo virus, Lucy recibía insultos en las calles y, en ocasiones, ella y su equipo tuvieron que interrumpir el trabajo por su propia seguridad. Pero Lucy volvió una y otra vez a la comunidad. Después de semanas de interacción con dirigentes comunitarios, las cosas empezaron a cambiar. Las comunidades comenzaron a seguir las directrices sobre la COVID-19 y aceptaron someterse a las pruebas. La propagación del virus se redujo y el confinamiento se levantó. Asante sana (muchas gracias), Lucy. 

El Dr. Gantsengen Purev es especialista en cuidados intensivos en el Hospital Militar Central de Ulan Bator (Mongolia). Esto es lo que dijo: «En mi primer turno perdí a mi abuela, que murió por COVID-19. Murió en mis brazos. En mi último turno, tres personas murieron en una hora. Mis pacientes no son distintos de mi abuela y mi abuelo. Muchos pacientes se recuperan y abandonan el hospital. Lo que me mantiene son dos palabras que ellos me dicen: muchas gracias». 

El Dr. Catalin Denciu es especialista en cuidados intensivos en Rumania. En noviembre del año pasado estaba en servicio, atendiendo pacientes con COVID-19, cuando se inició un incendio en el hospital. Diez pacientes murieron en el incendio y el Dr. Denciu sufrió quemaduras de tercer grado en el 40% de su cuerpo, mientras trataba de salvar a otros. Hoy le rendiremos homenaje con un galardón por su servicio, sacrificio y ejemplo. 

Estos son apenas unos pocos ejemplos. Hay millones más; historias de coraje, congoja, desespe- ración, lucha y triunfo. Durante casi 18 meses, trabajadores sanitarios y asistenciales de todo el mundo estuvieron en la brecha entre la vida y la muerte. Ellos han salvado innumerables vidas y han luchado por salvar otras que, a pesar de sus denodados esfuerzos, se perdieron. Muchos se infectaron, y aunque los informes son escasos, estimamos que al menos 115 000 trabajadores sanitarios y asistenciales han pagado con sus vidas el servicio prestado a los demás. 

Los trabajadores sanitarios y asistenciales actúan con heroísmo, pero no son superhéroes. Son seres humanos como el resto de nosotros. Ellos sudan y juran; ríen y lloran; tienen miedo y esperanza. Muchos se sienten frustrados, indefensos y desprotegidos; sin acceso a equipo de protección personal ni vacunas ni herramientas para salvar vidas. 

Este Año Internacional de los Trabajadores Sanitarios y Asistenciales nos recuerda que esas per- sonas son increíbles, y realizan trabajos increíbles en circunstancias increíbles. Aunque les debemos tanto, en todo el mundo los trabajadores sanitarios y asistenciales suelen carecer de la protección, el equipo, la capacitación, la retribución justa, las condiciones de trabajo seguras y el respeto que merecen. El trabajo puede ser peligroso y desalentador, pero también puede ser el mejor trabajo del mundo.

Un año atrás publicamos el primer Informe sobre la situación de la enfermería en el mundo, y la semana pasada publicamos el tercer Informe sobre la situación de la partería en el mundo, a tenor del cual faltan unas 900 000 parteras en el todo mundo. Si tenemos alguna esperanza de alcanzar un futuro más sano, seguro y justo, cada Estado Miembro deberá proteger urgentemente a sus trabajadores sani- tarios y asistenciales, e invertir en ellos. 

Esta semana examinarán ustedes dos proyectos de resolución relativos a los trabajadores sanita- rios. Espero que los adopten y, más importante aún, que adopten medidas a ese respecto en cada país. 

Así como los trabajadores sanitarios y asistenciales son la parte vital de cada sistema de salud, la parte vital de la OMS es su personal; personas increíbles de todo el mundo a los que me honra llamar mis colegas, en las oficinas en los países, las oficinas regionales y aquí en la Sede. Durante casi 18 meses han trabajado bajo una presión extrema, y una y otra vez lo han hecho más allá de sus deberes, para prestarles servicios a ustedes, nuestros Estados Miembros, a pesar de los modestos recursos con que contaban para realizar su trabajo. 

El éxito de esta Organización depende de su gente. En ese contexto, estamos comprometidos a hacer mucho más para forjar una OMS que atraiga a los mejores y les ofrezca las mejores oportunidades, en el mejor entorno de trabajo. 

Como ustedes saben, los directores regionales y yo hemos declarado 2021 el Año del Personal de la OMS. Como parte de nuestro compromiso por apoyar en todo el mundo a los trabajadores sanitarios y asistenciales, así como a nuestro propio personal, la Academia de la OMS supondrá una aportación importante para la formación sanitaria en todo el mundo, como lo señaló anteriormente el Presidente Ma- cron. Se ha desarrollado la plataforma de aprendizaje digital de la Academia, y la próxima semana comen- zarán los ensayos a escala mundial. La primera serie de programas de aprendizaje está en las fases finales de producción, traducción y ensayo, y se pondrá en marcha en septiembre. Gracias al apoyo de Francia estamos avanzando en los planes de construcción de un campus de la Academia de la OMS en Lyon. 

Hoy no les pediré que guarden silencio por un momento, sino que hagan ruido tan fuerte como puedan. Por favor, aplaudan, griten y zapateen conmigo por cada uno de los trabajadores sanitarios y asistenciales de todas partes. 

Hemos perdido muchísimos trabajadores sanitarios y asistenciales, y perderemos muchos más a medida que la pandemia recrudezca. Transcurridos casi 18 meses de la crisis sanitaria que distingue a nuestra época, el mundo sigue estando en peligro. En lo que va de este año se han notificado más casos que en todo 2020. A tenor de las tendencias actuales, en las próximas tres semanas el número de defun- ciones superará la cifra total del año pasado. 

Desde el comienzo de nuestra Asamblea de la Salud, esta mañana, casi 1000 personas han perdido la vida por COVID-19. Y en el tiempo que tarde en efectuar estas observaciones habrán muerto otras 400. Esto es muy trágico. 

Nos complace ver que durante tres semanas consecutivas se ha reducido el número de casos y defunciones notificados. Pero a nivel mundial seguimos estando en una situación frágil. Ningún país debería suponer que está fuera de peligro, independientemente de su tasa de vacunación.

Hasta ahora no ha surgido ninguna variante que amenace significativamente la eficacia de las vacunas, los medios de diagnóstico o los tratamientos. Pero nada garantiza que esto siga siendo así. El virus está mutando constantemente. Nuestras herramientas podrían ser ineficaces ante futuros cambios y tendríamos que volver al punto de partida. Debemos ser muy claros: la pandemia no ha concluido ni concluirá hasta tanto se controle la transmisión en todos y cada uno de los países.

El Plan Estratégico de Preparación y Respuesta de la OMS establece los 10 pilares que cada país debe tener en cuenta de manera adecuada y dinámica para reducir la exposición, prevenir infecciones, limitar la propagación y salvar vidas. 

Todos los países pueden hacer más: mejorar la vigilancia, las pruebas, la secuenciación y el in- tercambio de información; aumentar significativamente los suministros necesarios para proteger al per- sonal sanitario; combatir la información falsa y la desinformación; otorgar atribuciones a las personas y las comunidades para que realicen su aportación; apoyar a las empresas y los lugares de trabajo en la adopción de medidas que les permitan abrir con seguridad, según corresponda; aplicar estrategias na- cionales de vacunación, vacunar a las personas más vulnerables y donar vacunas al COVAX. 

La actual crisis de vacunas refleja una desigualdad escandalosa que está perpetuando la pandemia. Más del 75% de todas las vacunas se han administrado en solo 10 países. No hay ninguna manera di- plomática de decirlo: un pequeño grupo de países que fabrican y compran la mayor parte de las vacunas controlan el destino del resto del mundo. El número de dosis administradas en todo el mundo hasta el presente sería suficiente para proteger a todos los trabajadores sanitarios y a las personas mayores, si se hubiesen distribuido equitativamente. Podríamos haber estado en una situación mucho mejor. 

Entiendo que cada gobierno tiene la responsabilidad de proteger a su propio pueblo. Entiendo que cada gobierno quiera vacunar a toda su población. Nosotros también lo queremos. Y con el tiempo habrá suministros suficientes para todos, incluso para las personas que corren menor riesgo. Pero ahora mismo no hay suministros suficientes. Los países que ahora vacunan a niños y a otros grupos de bajo riesgo lo hacen a expensas de los trabajadores sanitarios y los grupos de alto riesgo de otros países. Esa es la realidad. 

En la reunión del Consejo Ejecutivo celebrada en enero lancé el desafío de poner en marcha la vacunación de los trabajadores sanitarios y las personas mayores en todos los países, en los primeros 100 días del año. La meta casi se alcanzó. Pero el número de dosis disponibles para el COVAX sigue siendo muy insuficiente. 

El COVAX funciona. Hemos enviado cada una de los 72 millones de dosis que hemos podido conseguir hasta ahora, a 125 países y economías. Pero esas dosis apenas alcanzan para el 1% de la población total de esos países. 

Por eso, hago hoy un llamamiento a los Estados Miembros para que apoyen un impulso masivo con el fin de vacunar al menos al 10% de la población de cada país para septiembre, y una «campaña hasta diciembre» que nos permita lograr el objetivo de vacunar al menos al 30% para el final del año. Esto es crucial para frenar la enfermedad grave y las defunciones, mantener seguros a nuestros trabaja- dores sanitarios y reabrir nuestras sociedades y economías. 

Acelerar el ritmo hacia nuestro objetivo de septiembre implica que debemos vacunar a 250 mi- llones más de personas en países de ingresos bajos y medianos en solo cuatro meses, incluidos, con la máxima prioridad, los trabajadores sanitarios y los grupos más expuestos a riesgos. Estas son las metas mínimas a las que deberíamos aspirar. En la Cumbre Sanitaria Mundial del G20 celebrada el viernes, la Directora Gerente del FMI, Kristalina Georgieva, propuso vacunar al 40% de la población mundial para el final del año, y al 60% para mediados de 2022. Hemos entablado conversaciones con el FMI, los Estados Miembros y nuestros asociados, con miras a encontrar la manera de hacer que esas ambiciosas metas sean alcanzables.

Así es como debería ser la «Campaña hasta diciembre»: Primero, compartir las dosis por conducto del COVAX, ya. Acojo con satisfacción los compromisos de donación de dosis anunciados por algunos Estados Miembros, en particular los importantes anuncios efectuados en la Cumbre Sanitaria Mundial del G20, el viernes. Ahora bien, para alcanzar los objetivos de septiembre y fin de año necesitamos cientos de millones de dosis más; necesitamos que se canalicen a través del COVAX, y necesitamos que se pongan en marcha a principios de junio. 

Los fabricantes deben poner de su parte, asegurándose que cualquier país que quiera enviar dosis a través del Mecanismo COVAX tarde tan solo días en hacerlo, y no meses. Hago un llamamiento a todos los fabricantes para que concedan derecho de preferencia al Mecanismo COVAX sobre cualquier nuevo volumen de vacunas o para que, este año, se comprometan a entregar el 50% de sus volúmenes al Mecanismo. También es necesario que todos los países que reciben vacunas las utilicen lo antes po- sible. No debemos dejar sin usar ninguna dosis, y aún menos desecharlas. Los preparativos de los países para inmunizar a sus poblaciones deben avanzar tan rápido como las vacunas. 

En segundo lugar, debemos aumentar la capacidad de fabricación. Fundamentalmente, necesita- mos muchas más dosis cuanto antes y hemos de hacer todo lo posible por conseguirlas. Varios fabrican- tes han anunciado que tienen capacidad para fabricar vacunas si las empresas que inicialmente las pro- ducen están dispuestos a poner a disposición las licencias, la tecnología y los conocimientos técnicos correspondientes. No acabo de entender por qué esto no se ha hecho todavía. Agradezco a la India y a Sudáfrica su iniciativa en la Organización Mundial del Comercio encaminada a suspender los derechos de propiedad intelectual a los que están sujetos los productos contra la COVID-19, y doy las gracias a los países que respaldan esa propuesta. 

Instamos también a los Estados Miembros y a los fabricantes a que se unan al Acceso Mancomu- nado a las Tecnologías contra la COVID-19 (C-TAP), un potente mecanismo para compartir licencias de forma no exclusiva y transparente. Agradezco a Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno de España, el compromiso que ha adquirido en nombre de su país de unirse al C-TAP y, en ese sentido, esperamos recibir más buenas noticias en los próximos días. 

En tercer lugar, debemos financiar totalmente el Acelerador ACT, que sufre todavía un déficit de financiación de US$ 18 500 millones de dólares. La pandemia ha puesto finalmente de manifiesto de forma clara que, en una situación de emergencia, los países de ingresos medianos y bajos no pueden depender de las importaciones procedentes de los países que fabrican vacunas. Acojo con satisfacción el proyecto de resolución sobre el fortalecimiento de la producción local de medicamentos y otras tec- nologías sanitarias que examinaremos en la presente Asamblea. 

Asimismo, me gustaría aprovechar esta oportunidad para expresar mi profundo agradecimiento al presidente estadounidense Biden por haber corregido la decisión de que su país salga de la OMS, por donar US$ 4 millones al Mecanismo COVAX, por haber anunciado que su país donará 80 millones de dosis vacunales en todo el mundo (en lo que constituye la mayor contribución anunciada hasta el mo- mento) y por apoyar la propuesta de exención de los derechos de propiedad intelectual. 

En noviembre del pasado año expliqué a los Estados Miembros la increíble envergadura y pro- fundidad de la labor de la OMS más allá de la pandemia. En los seis meses que han pasado desde en- tonces hemos alcanzado otros logros de los que estar orgullosos.

En cumplimiento de nuestro compromiso con la transparencia, en el Informe de resultados co- rrespondiente a 2021 ofrecemos numerosa información en un formato electrónico, interactivo, intere- sante y fácil de usar. Les recomiendo que lo consulten. Para complementar el Informe de resultados, hemos organizado eventos relativos a las metas de los tres mil millones, hemos actualizado el tablero de mando de los tres mil millones y seguimos rindiendo cuentas mediante la recopilación de información sobre nuestros resultados para hacer un seguimiento de los progresos efectuados y detectar problemas.

También hemos establecido el Centro Mundial de Datos de Salud con el fin de proporcionar datos completos, transparentes y de acceso libre en una plataforma interactiva en la que se pueden realizar búsquedas con facilidad. Y, en las Estadísticas Sanitarias Mundiales publicadas la pasada semana, pre- sentamos los datos más recientes correspondientes a más de 50 Indicadores sanitarios de las metas de los tres mil millones y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Entre otras conclusiones, las estimaciones iniciales indican que, en 2020, se registraron como mínimo tres millones de fallecimientos atribuibles directa o indirectamente a la COVID-19, una cifra que supera en 1,2 millones los 1,8 millones notifica- dos oficialmente. 

Una de las características del 13.º Programa General de Trabajo y de la Transformación de la OMS es el impulso que se da para introducir un cambio de paradigma en la atención de salud a nivel mundial con objeto de conferir más importancia a la promoción de la salud y la prevención de las enfer- medades, con especial atención a los hábitos de vida saludables. 

Si se mantienen las tendencias actuales, en 2023 habrá 900 millones más de personas que disfru- tarán de mejor salud y bienestar y estaremos así más cerca de alcanzar una de las metas de los mil millones. Sin embargo, los progresos alcanzados son desiguales y más de un tercio de los países siguen una tendencia contraria. 

Las mejoras introducidas para hacer frente a los principales riesgos en relación con las enferme- dades transmisibles han sido dispares. Aunque el consumo de tabaco se ha reducido, la obesidad es cada vez más prevalente y en algunas regiones aumenta el consumo de bebidas alcohólicas. A principios del presente año, la OMS puso en marcha una campaña de un año de duración denominada «Comprométete a dejarlo» para conseguir que, como mínimo, 100 de los 1300 millones de consumidores habituales de tabaco que hay en el mundo abandonen este hábito. 

Hace seis semanas presentamos nuestro manual técnico sobre administración de impuestos al ta- baco. Muchos países están tomando la iniciativa en esta esfera y aplican las demás medidas comprendi- das en el conjunto de intervenciones MPOWER. Gambia acaba de incrementar los impuestos especiales al tabaco, Bolivia ha promulgado una ley integral de fiscalización de este producto y, con la ayuda de la OMS, seis países africanos han prohibido fumar tabaco en los espacios y los transportes públicos. 

Por otra parte, estamos observando mejoras gracias a los esfuerzos realizados por mejorar la nu- trición y ayudar a los consumidores a elegir alimentos más saludables. El pasado año pusimos en marcha un programa para certificar a los países que eliminen del mercado los productos alimenticios con grasas trans, y 14 países han adoptado políticas sobre prácticas correctas en relación con estas sustancias que protegerán a 589 millones de personas de sus efectos perjudiciales. En cuanto al nivel de sodio en los alimentos, este mismo mes hemos publicado nuevos valores de referencia para más de 60 categorías de alimentos, y México empezó a aplicar el pasado año el etiquetado frontal en los envases. 

En lo que respecta a la salud ocupacional, hemos colaborado con la Organización Internacional del Trabajo para elaborar orientaciones que protejan a los trabajadores de la COVID-19. Estamos traba- jando con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente para ayudar a 40 países a esta- blecer controles jurídicamente vinculantes de las pinturas con plomo, que son una fuente importante de intoxicaciones infantiles.

Otro logro de este año es la publicación, junto con nuestros asociados del sistema de las Naciones Unidas, del primer Informe mundial sobre el edadismo. Hace un mes publicamos el nuevo conjunto de medidas técnicas «Camina seguro» para prevenir y tratar las caídas, una causa creciente de discapacidad y muerte en personas de todas las edades. En abril, los Estados Miembros de las Naciones Unidas adop- taron una resolución en la que se comprometieron a intensificar sus esfuerzos por prevenir los ahoga- mientos, de conformidad con las recomendaciones de la OMS.

Junto con ONU-Mujeres, hemos publicado un nuevo informe sobre el estudio más amplio reali- zado hasta la fecha acerca de la prevalencia de la violencia contra las mujeres, en el que se explica que casi una de cada tres mujeres en todo el mundo ha sido víctima de violencia por parte de su pareja o violencia sexual por personas distintas de su pareja (o incluso ambas formas de violencia) al menos una vez en la vida. En colaboración con la FAO, la OIE y el PNUMA hemos establecido el Cuadro de Expertos de Alto Nivel para el Enfoque «Una Salud», que se reunió por primera vez la pasada semana. Este Cuadro será fundamental para ayudar a elaborar un nuevo programa de investigación de carácter dinámico y para dirigir las políticas en altos niveles. 

A pesar de estos logros, los progresos alcanzados para atajar las causas profundas de muerte y dis- capacidad continúan siendo muy insuficientes y dispares. En el cómputo global, solo del 3% de los presu- puestos sanitarios nacionales se dedica a la prevención y a la promoción de la salud, a pesar de que una mayor inversión en estas áreas podría reducir a la mitad la carga mundial de enfermedad y generar bene- ficios enormes para las personas, a las familias, las comunidades y los países. Cada inversión de un dólar por persona y año podría salvar 8,2 millones de vidas y ahorrar US$ 350 000 millones de aquí a 2023. 

Como saben, la pandemia ha asestado un duro golpe a nuestros esfuerzos por ayudar a los Estados Miembros a avanzar hacia el logro de la cobertura sanitaria universal. Si se mantienen las tendencias actuales, en 2023 habrá 290 millones más de personas que tendrán acceso a servicios de salud de calidad sin necesidad de sufrir dificultades económicas. 

Esta cifra significa que todavía faltarán 710 millones para alcanzar la meta de que 1000 millones más de personas gocen de cobertura sanitaria universal. El mundo está muy lejos de alcanzar ese objetivo. 

Hemos calculado que, si se aumenta la inversión en salud pública y atención primaria de salud con renovada determinación, en 2025 se podrán ofrecer servicios esenciales a 400 millones más de per- sonas. Sin embargo, como mínimo la mitad de la población mundial carece actualmente de este acceso. De acuerdo con las estimaciones más recientes, 930 millones de personas sufren las consecuencias ca- tastróficas de tener que pagar la atención de salud de su bolsillo y cerca de 90 millones se ven empujados a la pobreza extrema por esa razón. En el mundo continúa habiendo grandes lagunas en el acceso a medicamentos esenciales como antibióticos, medios de diagnóstico y tratamientos para el cáncer, insu- linas, antihipertensivos y vacunas de programas sistemáticos. 

Otra de las amenazas a un siglo de avances médicos es la resistencia a los antimicrobianos, que, en gran medida, continúa sin solucionarse. Y, aunque en años recientes hemos presenciado un aumento constante de la cobertura de los servicios, la pandemia ha perturbado gravemente la prestación de servi- cios esenciales. 

Nuestra encuesta más reciente para tomar el pulso de la situación relativa a la cobertura de los servicios, que publicamos hace un mes, revela que, durante los tres primeros meses del presente año, el 94% de los 135 países y territorios encuestados refirieron haber sufrido algún tipo de perturbación en sus servicios. Por ejemplo, los datos publicados en marzo indican que en 2020 hubo alrededor de 1,4 mi- llones de personas menos que recibieron atención contra la tuberculosis que en 2019 (en porcentaje, esta cifra representa un descenso del 21%) y que, a causa de ello, podría registrarse medio millón de defunciones más. La postergación de 60 campañas de inmunización colectiva que afecta actualmente a 50 paí- ses expone a cerca de 228 millones de personas, en su mayoría niños, al riesgo de contraer sarampión, fiebre amarilla, poliomielitis y otras enfermedades.

Con todo, también observamos señales que apuntan a una recuperación. A pesar de las perturba- ciones que han sufrido los servicios, se han alcanzado logros considerables. La prevalencia de los virus de la hepatitis B en el mundo en los niños menores de 5 años se ha reducido hasta menos del 1%, lo cual significa que se ha alcanzado la meta correspondiente de los ODS. Más de 9,4 millones de personas en todo el mundo han recibido tratamientos contra la hepatitis C, es decir, se ha multiplicado por nueve el número de personas que se han beneficiado de estas terapias. Y esta semana publicaremos unas orien- taciones provisionales para validar la eliminación de las hepatitis víricas. Las primeras evaluaciones se realizarán en Brasil, Egipto, Georgia, Mongolia y Rwanda. Por otro lado, hace 10 días se certificó la eliminación de la transmisión maternoinfantil del VIH y de la sífilis congénita en la Mancomunidad de Dominica. 

Con respecto al paludismo, a pesar de que se ha estancado la reducción mundial en el número de infecciones, hay motivos para sentirse satisfechos. En febrero, El Salvador se convirtió en el primer país de Centroamérica y en el país y territorio número 39 en el mundo en el que se certifica la ausencia de esta enfermedad. Se ha administrado la primera dosis de la vacuna antipalúdica RTS,S a más de 670 000 niños en Ghana, Kenya y Malawi, en el marco de un programa experimental coordinado por la OMS que recibe financiación de Gavi, la Alianza para las Vacunas; el Unitaid, y el Fondo Mundial. Los re- sultados obtenidos hasta el momento son muy positivos. 

En cuanto a la tuberculosis, en los dos años precedentes se han prestado servicios a más de 20 millones de personas, es decir, casi 5 millones más que en los dos años anteriores. En total, 109 países han empezado a utilizar nuevos fármacos antituberculosos eficaces, mientras que 89 países han infor- mado de que emplean tratamientos más eficaces y rápidos contra la tuberculosis multirresistente, de conformidad con las orientaciones terapéuticas actualizadas de la OMS. 

En relación con las enfermedades tropicales desatendidas, disponemos de una nueva hoja de ruta que establece metas e hitos intermedios a escala mundial para prevenir, tratar, eliminar y erradicar 20 enfermedades no transmisibles (ENT) y grupos de enfermedades. En lo que llevamos de año se han registrado solamente tres casos de dracunculosis en humanos, mientras que, en 2020, ya se habían noti- ficado 17 casos a estas alturas del año. El mes pasado, Gambia eliminó el tracoma como problema de salud pública, mientras que Côte d’Ivoire se convirtió en marzo en el segundo país en eliminar la tripa- nosomiasis africana, tras haberlo hecho anteriormente Togo. 

En cuanto a las ENT, la OMS ha ayudado a 36 países a integrar los servicios de prevención, detección y tratamiento en sus programas de atención primaria de salud. Más de 30 países han elaborado políticas o programas para mejorar el acceso de los niños a los tratamientos antineoplásicos. Además, hemos puesto en marcha la Iniciativa mundial contra el cáncer de mama, con la que se pretende reducir en un 2,5% cada año de aquí a 2040 la mortalidad del tipo de cáncer más diagnosticado en el mundo y salvar así 2,5 millones de vidas. Más de tres millones de personas de 18 países están enroladas en pro- gramas de control de la hipertensión mediante protocolos, y la utilización de las intervenciones del con- junto de instrumentos HEARTS de la OMS es cada vez mayor. Además, hemos puesto en marcha el nuevo proyecto que vincula la calidad de la atención maternoinfantil con las ENT. 

En lo referente a la salud mental, hemos ayudado a 31 países más a integrar los servicios de atención a la salud mental en la atención primaria, lo cual representa un incremento del 100% con res- pecto a 2014. Para mejorar la salud mental de los adolescentes, hemos colaborado con el UNICEF para publicar un conjunto de herramientas para ayudar a los adolescentes a prosperar, y también hemos co- laborado con la UNODC para prevenir las muertes por sobredosis de opiáceos; concretamente, hemos efectuado un estudio en cuatro países de ingresos medianos y bajos que ha permitido demostrar los importantes beneficios para la salud pública del uso de naloxona.

En cuando a los medicamentos, la OMS ha incluido en la lista de productos de uso en emergencias siete vacunas y 28 pruebas diagnósticas in vitro para la COVID-19, lo que ha permitido a 101 países otorgar sus propias autorizaciones reglamentarias. En total, la OMS precalificó en el último año 62 me- dicamentos, 15 pruebas diagnósticas, 13 vacunas y otros productos, el mayor número de precalificacio- nes en un solo año. En enero, publicamos la actualización de la Lista modelo de pruebas diagnósticas in vitro, incluidas nuevas pruebas para enfermedades no transmisibles e infecciosas. 

Publicamos nuevas directrices sobre las políticas de fijación de los precios farmacéuticos, con el fin de mejorar la asequibilidad de los medicamentos, y prestamos asistencia a pequeños estados insulares en desarrollo concertación de un acuerdo de adquisiciones mancomunadas de productos sanitarios, con el objetivo de abaratar sus compras de medicamentos, vacunas y otros productos. El año pasado, en el marco de la iniciativa de las autoridades incluidas en la lista de la OMS, Ghana alcanzó el nivel 3 de madurez, lo que significa que dispone de un sistema de reglamentación estable y eficiente. En el futuro, ese sistema se podrá convertir en una referencia para emitir autorizaciones de comercialización en África y más allá. Asimismo, la OMS está ayudando a la Unión Africana a establecer la Agencia Africana de Medicamentos, con miras a fortalecer la supervisión reglamentaria y el acceso a productos médicos seguros, eficaces y asequibles en todo el continente. 

En lo que concierne a la resistencia a los antimicrobianos, la OMS publicó el mes pasado el último panorama general del proceso relativo a los antibacterianos, a los fines del seguimiento de los progresos relativos a la investigación y el desarrollo de esos tratamientos que pueden salvar vidas. En tres años, el número de países que notifican datos al Sistema mundial de vigilancia de la resistencia a los antimicro- bianos y su uso se ha triplicado hasta totalizar 70, y el número de lugares de vigilancia en todo el mundo ha aumentado de 729 a 73 000. Además, establecimos el Grupo de liderazgo mundial sobre la resistencia a los antimicrobianos con arreglo al principio de «Una salud», dirigido por la Primera Ministra de Ban- gladesh, Sra. Hasina, y la Primera Ministra de Barbados, Sra. Mottley. 

Por último, estimamos que, para 2023, unos 920 millones de personas estarán mejor protegidas contra emergencias sanitarias, lo que nos acerca mucho a nuestra meta de los 1000 millones. Por su- puesto, ello no significa que 920 millones de personas estarán protegidas contra todas las emergencias sanitarias. El año pasado se pusieron de manifiesto deficiencias en la preparación nacional y mundial que se deben subsanar. 

Si bien la OMS se ha centrado en responder a la pandemia, seguimos trabajando con los países en la preparación para una posible pandemia de gripe. Por otra parte, hoy conmemoramos el 10.º aniver- sario del Marco de Preparación para una Gripe Pandémica, que fue un enfoque pionero en lo que atañe al intercambio de materiales biológicos y al acceso equitativo a vacunas y otros productos críticos para responder a las pandemias. En sentido más amplio, seguimos evaluando las capacidades de preparación y respuesta de los Estados Miembros; en ese contexto se realizaron 113 evaluaciones externas conjuntas, 156 simulacros y 126 exámenes internos y posteriores. Más de 70 países han elaborado planes de acción nacionales sobre seguridad sanitaria orientados a subsanar deficiencias críticas, pero muchos de esos planes permanecen sin financiación. 

Evidentemente, la COVID-19 está lejos de ser la única emergencia a la que ha respondido la OMS en el último año. Cada mes, la OMS procesa más de nueve millones de datos y comprueba 43 000 se- ñales, lo que se traduce en 4500 eventos examinados y una media de 30 eventos verificados.

Nuestros sistemas de vigilancia van mucho más allá de los brotes de enfermedades en poblaciones humanas, ya que abarcan información sobre posibles riesgos de la interacción entre animales y seres humanos y señales relacionadas con el cambio climático, los riesgos industriales y los conflictos. En 2020 respondimos a más de 120 emergencias, incluidas 60 crisis clasificadas. En la actualidad, más de 1800 millones de personas viven en entornos frágiles, de conflicto o vulnerables, y las crisis prolongadas se ven agravadas por la insuficiente capacidad de los países para dispensar servicios de salud básicos.

Mientras el Grupo de Acción Sanitaria dirige la respuesta humanitaria de las Naciones Unidas, la OMS dirige la respuesta de salud pública a la COVID-19 en el contexto del Plan Mundial de Res- puesta Humanitaria, mediante la coordinación y el apoyo operacional en 30 países, en colaboración con 900 asociados nacionales e internacionales. Esas poblaciones son las más expuestas a riesgos de brotes de cólera, meningitis, fiebre amarilla y otras infecciones peligrosas que plantean grandes amenazas. 

Los trabajadores sanitarios y asistenciales son particularmente vulnerables en entornos inestables. Desde su establecimiento, en diciembre de 2017, el Sistema de Vigilancia de Ataques contra la Atención Sanitaria ha registrado más de 2400 incidentes en 17 países y territorios. Más de 600 trabajadores sani- tarios y asistenciales y pacientes han perdido la vida, y casi 2000 resultaron heridos. 

No hay paz sin salud, ni salud sin paz. 

Todos esos esfuerzos cuentan con el respaldo de nuestras divisiones de ciencia y de datos, que asumen el seguimiento de los progresos y nos mantienen al corriente de las rápidamente cambiantes pruebas científicas. Durante el bienio en curso, la división de ciencia garantizó la calidad de más de 290 bienes de salud pública mundial y, junto con el Programa de Emergencias Sanitarias, coordinó el examen de casi 1300 publicaciones sobre la COVID-19. 

Asimismo, estamos trabajando para asegurar que nuestros productos sean objeto de seguimiento y se diseñen para producir efectos. Entre los productos de la OMS que más se descargaron el año pasado estaban las nuevas directrices sobre el aumento de la actividad física, el asesoramiento rápido sobre el empleo de imágenes de las vías respiratorias en relación con la COVID-19; especificaciones técnicas para tomar la tensión arterial; gestión del dolor crónico en niños; políticas relativas a los precios de los productos farmacéuticos; medicina tradicional y complementaria; y cribado y tratamiento para la pre- vención del cáncer cervicouterino. 

Por otra parte, los nuevos informes sobre tuberculosis, enfermería, paludismo, cáncer, enfermedades no transmisibles, enfermedades tropicales desatendidas y resistencia a los antimicrobianos, así como las Estadísticas Sanitarias Mundiales, proporcionan una instantánea fidedigna sobre cuestiones sanitarias vi- tales. Sé que la lista es larga, pero les queremos recordar a todos los Estados Miembros la vasta gama de actividades que desarrollamos para solucionar la vasta gama de problemas sanitarios que afrontamos. 

Muchos de esos problemas figuran en el orden del día que tienen ustedes para esta semana. La OMS no afronta sola ninguno de esos problemas. La asociación es esencial en todo lo que hacemos, en particular en el sistema multilateral por medio del Plan de acción mundial a favor de una vida sana y bienestar para todos. 

Hoy ponemos en marcha el informe sobre los progresos realizados en el Plan de acción mundial, titulado «Stronger collaboration for an equitable and resilient recovery» (Mayor colaboración para una recuperación equitativa y sólida). Estamos comprometidos con la rendición de cuentas por los resultados que logramos, pero también por la manera en que trabajamos, y por eso, todo caso de explotación y abuso sexuales por parte de nuestro personal es intolerable. Reconocemos que debemos hacer mucho más para proteger a las personas a las que prestamos servicios, y garantizar que la tolerancia cero no sea solo una consigna, sino lo que nos distingue.

Esta pandemia tiene su origen en un virus altamente transmisible. No obstante, se ha visto poten- ciada por la división, la inequidad y la falta histórica de inversiones en preparación. Así que, mientras nos recuperamos y afrontamos la reconstrucción, debemos hacer algo más que detener los virus; tenemos que abordar las vulnerabilidades que hacen posible que los brotes se conviertan en epidemias y las epi- demias en pandemias.

Podemos idear nuevas instituciones y mecanismos, pero eso solo servirá para disimular las grie- tas. Los cambios que hagamos deben ir encaminados a algo más fundamental. Solo podemos sentar unas bases sólidas para un mundo más seguro si asumimos un compromiso común con la solidaridad, la equidad y la sostenibilidad. 

Hace un año, ustedes me encargaron que iniciara una evaluación imparcial, independiente y ex- haustiva, que incluyera los mecanismos existentes, en su caso, dirigida a examinar la experiencia adqui- rida y las enseñanzas extraídas de la respuesta de salud internacional a la COVID-19 que coordina la OMS. 

En esta Asamblea de la Salud, ustedes recibirán los informes de varios cuadros y comités que han evaluado diferentes aspectos de la respuesta internacional a la pandemia, incluido el papel de la OMS. Quisiera agradecer los esfuerzos realizados por todos los cuadros, comités y grupos de trabajo. Acoge- mos con beneplácito cada uno de estos informes y esperamos poder debatirlos con los Estados Miembros esta semana. 

Siempre hay más cosas que hacer, más lecciones que aprender y más cambios que acometer. Nos comprometemos a escucharles a ustedes, nuestros Estados Miembros, con humildad y voluntad de in- troducir los cambios que necesitamos para ser la organización que ustedes necesitan que seamos. 

Muchos de ustedes han reconocido que hace falta un aumento significativo de la financiación, y que esta tenga un carácter más previsible y sostenible, para que la OMS pueda cumplir sus expectativas. Pero más allá de cómo se financie esta Organización, el mundo necesita un replanteamiento fundamental de lo que entendemos por seguridad sanitaria mundial. No podemos construir un mundo más seguro de arriba a abajo; debemos hacerlo de abajo a arriba. 

La preparación, prevención, detección y respuesta rápida a las epidemias no empieza en Ginebra ni en Nueva York, ni en ninguno de los pasillos del poder mundial. Empieza en calles donde hay priva- ción y hacinamiento; en hogares donde no hay suficiente comida; en comunidades sin acceso a personal de salud; y en pueblos y ciudades cuyas clínicas y hospitales carecen de electricidad o agua potable. Empieza por unos sistemas sólidos de atención primaria de salud y de salud pública, con trabajadores de la salud cualificados y con comunidades empoderadas y habilitadas para hacerse cargo de su propia salud. Ese debe ser el centro de nuestra atención y de nuestras inversiones. Hacen falta mejores sistemas, construidos a escala local y conectados a escala mundial hasta formar una cadena inquebrantable, para promover la disposición operativa, la alerta temprana, la respuesta rápida y demás. 

Ya hemos dado varios pasos para crear estos sistemas. Nos estamos preparando para poner en marcha, durante el segundo semestre de este año, un programa piloto del Examen universal de la salud y la preparación en el que participarán 12 Estados Miembros. Hemos anunciado planes para establecer el centro de información epidémica y pandémica de la OMS en Berlín. Nos estamos preparando para abrir las puertas de la Academia de la OMS. Estamos aprovechando las enseñanzas del Acelerador ACT, auspiciado por la OMS, que está llamado a ser uno de los pilares del nuevo sistema internacional. Y esta misma mañana he firmado un memorando de entendimiento con Su Excelencia Alain Berset sobre el establecimiento del BioHub aquí en Suiza, como mecanismo fiable, seguro y transparente para que los Estados Miembros intercambien voluntariamente patógenos y muestras clínicas.

Y, en tercer lugar, debemos mejorar la gobernanza para que sea inclusiva y verdaderamente re- presentativa de todos los Estados Miembros, con independencia del tamaño de su población o de su economía. Preservar la seguridad del mundo requiere la implicación y el compromiso de todos los Es- tados Miembros. El Reglamento Sanitario Internacional (2005) sigue siendo la piedra angular de la go- bernanza mundial para la preparación y la respuesta frente a las pandemias, pero su aplicación es de- sigual y no ha dado lugar a los niveles necesarios de compromiso y acción. 

Todos sabemos que uno de los factores que más han favorecido la propagación de esta pandemia ha sido la falta de solidaridad e intercambio entre países: intercambio de datos, intercambio de informa- ción, intercambio de patógenos, intercambio de recursos, intercambio de tecnología. La única forma de resolver esa carencia fundamental es la adopción de un compromiso vinculante entre países que propor- cione una base sólida para una mayor cooperación: un tratado sobre la preparación y la respuesta frente a las pandemias que permita superar los retos que he descrito. Un acuerdo internacional que represente a todas las naciones y pueblos; que se ocupe de los riesgos y vulnerabilidades que compartimos; que aproveche nuestra humanidad, solidaridad y diversidad; y que sea un reflejo de lo que necesitan las generaciones futuras, no de lo que quiere esta generación. 

Nos encontramos en una encrucijada. Si seguimos por el mismo camino de siempre, obtendremos el mismo resultado de siempre: un mundo poco preparado, inseguro e injusto. No nos equivoquemos: esta no será la última vez que el mundo se enfrente a la amenaza de una pandemia. Es una certeza evolutiva que habrá otro virus con potencial para ser más transmisible y más mortal que el actual. 

No es el momento de mejoras graduales o de retoques superficiales. Es el momento de las ideas audaces, los compromisos audaces y los liderazgos audaces; de hacer cosas que nunca antes se han hecho. Tenemos que elegir entre la cooperación, la competición o la confrontación. En realidad, la única elección que tenemos es entre la cooperación y la inseguridad. 

Un mundo más seguro no es un juego de suma cero, sino todo lo contrario. Si una persona se queda atrás, todas se quedan atrás. Pero si el más rezagado es el primero que recibe ayuda, si el más débil es el primero que sale reforzado, si el más vulnerable es el primero que recibe protección, entonces todos ganamos. 

Hace 73 años, ustedes, nuestros Estados Miembros, crearon la OMS como autoridad rectora y coordinadora de la labor internacional en materia de salud. Y con su liderazgo y orientación constantes, ese es el papel que seguiremos desempeñando juntos para promover la salud, preservar la seguridad sanitaria mundial y ayudar a los más vulnerables. 

Muchas gracias.