Gracias, Mishal.
Honorable Ministro Eriksen Søreide,
Honorable Ministro Spahn,
Sr. Albert Bourla, Sr. Richard Hatchett,
Estimados colegas y amigos,
El año pasado me vi obligado a abandonar Davos después del primer día de reunión para inaugurar el Comité de Emergencia de la OMS, que estaba estudiando el brote de nuevo coronavirus en China.
Mañana se cumple un año desde que, por consejo del Comité de Emergencia, declaré que la aparición de este nuevo coronavirus era una emergencia de salud pública de importancia internacional.
En ese momento se habían registrado solamente menos de 100 casos y no había fallecido ninguna persona fuera de China a causa de esta infección.
Esta semana hemos alcanzado los 100 millones de casos notificados. Solo en las últimas dos semanas se han registrado más casos que en los primeros seis meses.
La pandemia ha expuesto las desigualdades de nuestro mundo y se ha aprovechado de ellas.
Por si fuera poco, ahora nos enfrentamos a un nuevo problema: las vacunas, una herramienta que nos puede ayudar a poner fin a la pandemia, podría también exacerbar esas desigualdades.
Durante la pandemia de gripe A (H1N1) en 2009 se desarrollaron vacunas inocuas y eficaces, pero cuando la población en situación de pobreza tuvo acceso a ellas la pandemia ya había terminado.
Hace nueve meses, la OMS, la CEPI y Gavi, con el apoyo de Alemania, Noruega y otros asociados, se unieron para poner en marcha el Acelerador del acceso a las herramientas contra la COVID-19 (Acelerador ACT), que incluye el pilar COVAX relativo a las vacunas.
El Acelerador ACT y el Mecanismo COVAX se concibieron con dos objetivos: desarrollar rápidamente vacunas, medios diagnósticos y tratamientos y distribuirlos equitativamente.
El primer objetivo ya se ha logrado. El desarrollo y la homologación de vacunas inocuas y eficaces menos de un año después de la aparición de un nuevo virus es un logro científico asombroso y una inyección de esperanza que, ahora mismo, es de primera necesidad.
Está por ver si alcanzaremos el segundo objetivo.
En este mismo momento, los países ricos están distribuyendo vacunas a sus ciudadanos. Mientras tanto, los países menos desarrollados del mundo observan y esperan.
Esta situación no solo supone dejar desatendidas a las personas más vulnerables, sino que también es contraproducente y denota falta de previsión.
El egoísmo de los países en relación con las vacunas solo servirá para prolongar la pandemia, las restricciones necesarias para contenerla y el sufrimiento humano y económico.
De acuerdo con nuevo estudio de la Fundación de Estudios de la Cámara de Comercio Internacional, esa actitud egoísta podría llegar a costar US$ 2 billones a la economía mundial, y casi la mitad de esa cantidad (4,5 billones) afectaría a las economías más prósperas.
Al mismo tiempo, el Acelerador ACT tiene un déficit de financiación de US$ 27 000 millones.
John Denton, Secretario General de la Cámara de Comercio Internacional, ha descrito el déficit del Acelerador ACT como un simple «error de redondeo» comparado con las grandes medidas de estímulo que se aplican en los países del G-20.
Sabemos que, si consiguiéramos financiar en su totalidad el Acelerador ACT, recuperaríamos 166 dólares por cada dólar invertido.
La actividad de muchas empresas abarca varios países y depende de las cadenas mundiales de suministro.
El mundo está globalizado y, si el virus continúa circulando, esas actividades y cadenas de suministro seguirán sufriendo interrupciones que retrasarán la recuperación económica.
Los planteamientos nacionalistas nos pueden hacer perder la confianza en la colaboración internacional y el precio que pagaremos será una recuperación más prolongada para todos.
Por esta razón, pedimos a los gobiernos que hayan recibido suministros de vacunas que las administren a sus sanitarios y a la población de edad y que destinen el resto de dosis al Mecanismo COVAX para que otros países puedan hacer lo mismo.
Somos conscientes de que todos los gobiernos están bajo presión y desean vacunar a sus ciudadanos.
Por eso, pido a la comunidad empresarial que convenza a los gobiernos de que compartir las dosis es la mejor manera de controlar la pandemia a nivel mundial, restablecer la confianza e impulsar la recuperación económica en todo el mundo.
===
La pandemia de COVID-19 ha mostrado muy a las claras que la salud no es una mercancía ni un artículo de lujo, sino un derecho humano fundamental y la base de la estabilidad política, social y económica.
Por consiguiente, debemos trabajar juntos para poner fin a la pandemia y, también, ampliar nuestras miras para cambiar algunas cosas.
Debemos unir esfuerzos para que el mundo sea un lugar más sano y seguro.
Porque un mundo más sano y seguro es también un mundo más productivo y más próspero.
Se trata de una tarea que no compete solamente a los gobiernos.
Los sectores público y privado deben colaborar para lograrlo.
El pasado año nos dejó varios ejemplos de ello:
Nuestra colaboración con Facebook, Google y las principales plataformas de medios del mundo, con la que luchamos contra la desinformación.
Las alianzas para desarrollar y homologar rápidamente vacunas inocuas y eficaces contra la COVID-19 y para distribuirlas equitativamente.
Y el establecimiento del Fondo de Respuesta Solidaria y de la Fundación de la OMS, dos iniciativas innovadoras encaminadas a recabar fondos en el sector privado para hacer frente a la pandemia y mejorar la salud en el mundo.
Estimados colegas: en las próximas semanas nos enfrentaremos a un reto enorme.
Debemos garantizar que, durante los primeros 100 días del año, todos los países ha empezado a vacunar a su personal sanitario y a las personas mayores.
Nos queda poco tiempo: 71 días.
Cada minuto cuenta.
Muchas gracias.