Buenos días, buenas tardes y buenas noches.
Quisiera empezar mi intervención hablando del Pakistán, donde las intensas lluvias monzónicas que han caído las últimas semanas han provocado grandes inundaciones y corrimientos de tierra que han causado muertes, desplazamientos y grandes desperfectos.
Se han registrado más de 1000 víctimas mortales y casi 900 establecimientos de salud han resultado dañados.
Tres cuartas partes de los distritos del país han sufrido inundaciones y 33 millones de personas se han visto afectadas, de las cuales más de 6 millones necesitan urgentemente ayuda humanitaria.
Los daños ocasionados en las infraestructuras de salud, la escasez de personal y la falta de productos sanitarios están perturbando la prestación de servicios, lo que acarrea riesgos sobre todo para los niños y las mujeres embarazadas y lactantes.
El Pakistán ya estaba enfrentando otras amenazas sanitarias, como la COVID-19, el cólera, la fiebre tifoidea, el sarampión, la leishmaniasis, el VIH y la poliomielitis.
Ahora, las inundaciones están provocando nuevos brotes de enfermedades diarreicas, infecciones cutáneas, infecciones respiratorias, paludismo, dengue y otras enfermedades.
Además, la pérdida de cultivos y ganado repercutirá enormemente en la nutrición y la salud de muchas comunidades que dependen de estos recursos.
Y las lluvias no han terminado.
De acuerdo con el sistema interno de clasificación de la OMS, las inundaciones de Pakistán son una emergencia de nivel 3, el más alto, lo que significa que los tres niveles de la Organización participan en la respuesta: la Oficina en el país, la Oficina Regional y la sede.
Hemos destinado US$ 10 millones de nuestro Fondo para Contingencias relacionadas con Emergencias a nuestras actividades de atención a los heridos, entrega de suministros a los centros de salud y prevención de la propagación de enfermedades infecciosas.
Las inundaciones en el Pakistán, la sequía y la hambruna en el Cuerno de África y la intensificación de los ciclones en el Pacífico y el Caribe ponen de manifiesto la necesidad urgente de actuar contra la amenaza que representa el cambio climático.
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En cuanto a la COVID-19, se observa un descenso de las defunciones notificadas en el mundo.
Sin embargo, ante la llegada del clima frío en el hemisferio norte, cabe prever que en los próximos meses aumenten las hospitalizaciones y las muertes.
Las actuales subvariantes de la variante ómicron se transmiten más que sus predecesoras y no se puede descartar que aparezcan variantes aún más transmisibles y peligrosas.
La cobertura de la vacunación entre las personas de mayor riesgo sigue siendo demasiado baja, especialmente en los países de bajos ingresos.
No obstante, incluso en los países de ingresos altos, el 30% de los trabajadores de la salud y el 20% de las personas mayores aún no están vacunados.
Estas lagunas en la inmunización suponen un riesgo para todos.
Así que, por favor, vacúnense si todavía no lo han hecho y pónganse una dosis de refuerzo si se lo recomiendan.
Incluso si ya están ustedes vacunados, hay gestos sencillos que pueden hacer para reducir el riesgo de infectarse y el de infectar a otra persona.
Eviten las multitudes siempre que puedan, sobre todo en los espacios cerrados;
Si se encuentran en un espacio interior lleno de gente, pónganse una mascarilla y abran una ventana;
Y continúen lavándose las manos para protegerse mejor a ustedes y a los demás de todo tipo de virus y bacterias.
Convivir con la COVID-19 no significa que la pandemia haya terminado.
Si uno camina bajo la lluvia sin paraguas, de nada sirve fingir que no llueve: la lluvia moja igual.
Del mismo modo, fingir que un virus mortal ya no está en circulación es correr un gran riesgo.
Convivir con la COVID-19 significa tomar precauciones sencillas para no infectarse o, si ya se está infectado, para no enfermar gravemente o morir.
Una vez más, pido a todos los gobiernos que pongan al día sus políticas y utilicen de la mejor forma posible las herramientas de que disponemos para controlar la COVID-19 de forma responsable y, así, salvar vidas.
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Por último, hablemos de la viruela símica.
En las Américas, donde se han notificado más de la mitad de los casos, el número de casos sigue en aumento en varios países, aunque es alentador observar la tendencia sostenida a la baja en el Canadá.
En algunos países europeos, como Alemania y los Países Bajos, también se ha producido una clara ralentización de la epidemia, lo que demuestra la eficacia de las intervenciones de salud pública y la movilización comunitaria para rastrear las infecciones y prevenir la transmisión.
Estos indicios confirman lo que hemos venido diciendo desde el principio: con las medidas adecuadas, podemos poner fin a esta epidemia.
Además, en las zonas donde no hay transmisión de los animales a los seres humanos, este virus se puede eliminar.
Sin embargo, nada ocurrirá por arte de magia. Para eliminar la viruela símica se necesitan tres cosas: demostrar que es posible, algo que ya empezamos a conseguir; mostrar voluntad y compromiso políticos; y aplicar medidas de salud pública en los colectivos que más lo necesitan.
Es posible que, en el futuro inmediato, tengamos que convivir con la COVID-19. Pero no tenemos que convivir con la viruela símica.
La OMS seguirá prestando apoyo a todos los países para detener este brote y eliminar este virus.
Tarik, le devuelvo la palabra.