Buenos días, buenas tardes y buenas noches.
Esta semana alcanzaremos los 20 millones de casos registrados y 750 000 muertes por COVID-19.
Tras estas estadísticas hay mucho dolor y sufrimiento.
Cada una de las vidas que se han perdido cuenta.
Sé que muchos de ustedes están en duelo y que este es un momento difícil para el mundo.
Pero quiero ser franco, hay brotes verdes, hay esperanza. No importa cuál sea la situación del país, la región, la ciudad o el pueblo, nunca es demasiado tarde para controlar los brotes.
Los elementos esenciales para tomar las riendas de la pandemia son dos:
Los mandatarios deben ponerse manos a la obra y los ciudadanos deben asumir nuevas medidas.
Algunos países de la región del Mekong, Nueva Zelandia, Rwanda y muchos estados insulares del Caribe y el Pacífico lograron controlar el virus desde un principio.
Nueva Zelandia se considera un ejemplo para todo el mundo. Este fin de semana, la Primera Ministra Jacinda Ardern celebró los 100 días sin transmisión comunitaria, si bien destacó la necesidad de no bajar la guardia.
El progreso de Rwanda se debe a una combinación similar de liderazgo firme, cobertura sanitaria universal, trabajadores sanitarios que cuentan con un amplio apoyo y comunicaciones claras en materia de salud pública.
Todas las pruebas y los tratamientos de la COVID-19 son gratuitos en Rwanda, por lo que no hay obstáculos financieros para hacerse las pruebas.
Si alguien da positivo, se le aísla y los trabajadores de la salud visitan a todos los posibles contactos para que se sometan también a las pruebas.
Cuando se cumplen los principios básicos, se obtiene una visión clara de dónde está el virus y de las acciones específicas necesarias para reducir la transmisión y salvar vidas.
Esto significa que, cuando hay casos, el gobierno puede aplicar rápidamente medidas específicas y centrar las medidas de control donde más se necesitan.
Otros países como Francia, Alemania, la República de Corea, España, Italia y el Reino Unido tuvieron grandes brotes del virus pero, cuando tomaron medidas, lograron controlarlo.
Muchos países del mundo entero utilizan ahora todas las herramientas a su disposición para hacer frente a cualquier nuevo repunte de casos.
En los últimos días, el Primer Ministro del Reino Unido, Boris Johnson, ha emitido órdenes de confinamiento en algunas zonas del norte de Inglaterra, puesto que se localizaron conglomerados de casos.
En Francia, el Presidente Macron ha hecho obligatorio el uso de mascarillas en los espacios exteriores más concurridos de París en respuesta al aumento de casos.
Las medidas contundentes y precisas como estas, en combinación con el uso de todas las herramientas a nuestra disposición, son clave para prevenir que la enfermedad resurja y permitir que las sociedades se reabran de forma segura.
Incluso en los países donde la transmisión es intensa, es posible retomar el control si se da una respuesta desde el conjunto del gobierno y desde el conjunto de la sociedad.
Se ha logrado romper las cadenas de transmisión gracias a la combinación de una rápida identificación de los casos, una amplia localización de los contactos, una adecuada atención clínica a los pacientes, el distanciamiento físico, el uso de mascarillas, la limpieza frecuente de las manos y el hábito de alejarse de los demás al toser.
Independientemente de si un país o región haya logrado eliminar el virus, haya limitado la transmisión a un nivel bajo o se encuentre todavía en medio de un brote importante, ha llegado el momento de hacer todo esto, de invertir en los aspectos básicos de la salud pública y de salvar tanto vidas como medios de subsistencia.
En los países que han seguido este camino, se está utilizando un enfoque basado en los riesgos para reabrir segmentos de las sociedades, incluidas las escuelas.
Y, conforme lo hacen, deben permanecer atentos a la aparición de posibles conglomerados de casos.
Todos queremos que las escuelas vuelvan a funcionar de forma segura, pero también debemos asegurarnos de que los estudiantes, el personal y los docentes estén a salvo. La base para conseguirlo es el control adecuado de la transmisión en la colectividad.
Mi mensaje no deja lugar a dudas: controlen el virus, contrólenlo, contrólenlo.
Si logramos controlar el virus, podemos abrir las sociedades de forma segura.
Mientras los países se centran en controlar la COVID-19, debemos acelerar aún más nuestra labor para desarrollar sin demora y distribuir de forma equitativa las herramientas adicionales que necesitamos para detener esta pandemia.
Hace poco más de tres meses lanzamos el Acelerador del acceso a las herramientas contra la COVID-19, la forma más rápida y eficaz de conseguirlo.
Es el único sistema global que combina la experiencia de los sectores público y privado en la investigación y el desarrollo, la fabricación, la adquisición y la distribución de las herramientas necesarias para hacer frente a la pandemia.
El Acelerador saca partido del ecosistema de salud pública internacional mediante un método de trabajo sin parangón que ya está dando sus primeros frutos.
Las vacunas apoyadas por el Acelerador están en las fases de ensayo 2 y 3.
En el mecanismo mundial de vacunas ya participan 160 países.
Se está ampliando la producción y la distribución de la dexametasona, el primer tratamiento para la COVID-19 grave.
Se están estudiando docenas de tratamientos prometedores.
Además, más de 50 pruebas diagnósticas están en proceso de evaluación, incluidas pruebas rápidas de antígenos que podrían dar un vuelco a la situación.
Y se están realizando consultas sobre un marco general para asignar estas escasas herramientas de modo que pueda lograrse el mayor impacto mundial.
En los próximos tres meses se presenta una oportunidad decisiva para ampliar el trabajo del Acelerador con miras a lograr resultados a escala mundial.
No obstante, para aprovecharla, es necesario ampliar considerablemente la forma en que financiamos el Acelerador y dar prioridad al uso de nuevas herramientas.
Existe una gran brecha, en general, entre lo que esperamos del Acelerador y la cantidad de fondos que se han comprometido.
Aunque agradecemos todas las contribuciones recibidas, representan solo un 10% de los miles de millones necesarios para cumplir la promesa del Acelerador.
Y esto es solo una parte de la inversión global necesaria para garantizar que todas las personas, en todas partes, tengan acceso a las herramientas.
Solo para las vacunas, harán falta más de US$ 100 000 millones.
Parece mucho dinero, y lo es.
Pero es poco en comparación con los US$ 10 billones que ya han invertido los países del G20 en estímulos fiscales para hacer frente a las consecuencias de la pandemia hasta la fecha.
Quisiera concluir con unas palabras sobre la explosión en el Líbano que el martes pasado causó más de 150 muertes y más de 6000 heridos y dejó a más de 300 000 personas sin hogar.
A los habitantes de Beirut, al personal sanitario y a los trabajadores de emergencia sobre el terreno: los acompañamos en el sentimiento y seguiremos apoyándoles.
La OMS envió inmediatamente suministros quirúrgicos y para traumatismos graves de nuestras reservas estratégicas en Dubái. También liberamos recursos del Fondo para Contingencias relacionadas con Emergencias.
Y nuestro personal está sobre el terreno ayudando a evaluar el impacto en el sector sanitario con asociados libaneses y de las Naciones Unidas.
Vamos a enviar artículos de EPP por un valor de US$ 1,7 millones para compensar por los suministros humanitarios y relacionados con la COVID-19 que se destruyeron en la explosión.
También estamos colaborando estrechamente con las autoridades sanitarias nacionales para reforzar el tratamiento de los traumatismos, por ejemplo, desplegando y coordinando equipos médicos de emergencia cualificados.
Asimismo, estamos mitigando el impacto de la COVID-19 mediante la atención de las necesidades psicosociales y la rápida restauración de las instalaciones sanitarias dañadas.
Hemos lanzado un llamamiento para recaudar US$ 76 millones y pedimos su solidaridad y apoyo para ayudar al pueblo libanés.
Muchas gracias.