Buenos días, buenas tardes y buenas noches.
La semana pasada se notificaron a la OMS más de 15 millones de nuevos casos de COVID‑19 en todo el mundo, con mucho, el mayor número de casos notificados en una sola semana, y sabemos que esa cifra subestima la realidad.
Este enorme aumento en las infecciones se debe a la variante ómicron, que está reemplazando rápidamente a la variante delta en casi todos los países.
A pesar de ello, el número de muertes que se registran semanalmente se ha mantenido estable desde octubre del año pasado en un promedio de 48 000 por semana.
Si bien el número de pacientes hospitalizados está aumentando en la mayoría de los países, no está al nivel registrado en olas anteriores.
Esto se debe posiblemente a la menor gravedad de la enfermedad que provoca la variante ómicron, así como a la inmunidad generalizada por la vacunación o por infecciones previas.
Pero seamos claros: aunque esta variante causa un cuadro menos grave de lo que provoca la variante delta, sigue siendo un virus peligroso, particularmente para aquellos que no están vacunados.
Casi 50 000 muertes a la semana son 50 000 muertes de más.
Aprender a vivir con el virus no significa que podamos, o debamos, aceptar este número de muertes.
No debemos dejar vía libre al virus, ni podemos tirar la toalla, especialmente cuando todavía hay tantas personas en el mundo sin vacunar.
En África, más del 85% de las personas aún no han recibido una sola dosis.
No podemos acabar la fase aguda de la pandemia a menos que resolvamos este problema.
Con todo, estamos progresando: en diciembre, COVAX envió más del doble de dosis que las que había enviado el mes anterior, y esperamos que en los próximos días envíe su dosis de vacuna número mil millones.
Algunas de las limitaciones en el suministro que sufrimos el año pasado están ahora comenzando a desaparecer, pero todavía tenemos un largo camino por recorrer para alcanzar nuestro objetivo de vacunar al 70% de la población de todos los países del mundo para mediados de este año.
90 países aún no han alcanzado el objetivo del 40%, y 36 de ellos han vacunado a menos del 10% de su población.
La OMS y nuestros asociados están apoyando enérgicamente a esos países para que superen los cuellos de botella a los que se enfrentan en relación con el liderazgo y la coordinación, la falta de visibilidad del suministro, la corta vida útil de las vacunas donadas, la capacidad limitada de mantener la cadena de refrigeración, la confianza en las vacunas, la escasez de trabajadores de la salud y otras prioridades que entran en competencia con ese fin.
La OMS también está prestando especial atención al efecto de la variante ómicron en las vacunas.
En septiembre del año pasado, la OMS creó el Grupo Consultivo Técnico sobre la Composición de las Vacunas contra la COVID-19, o TAG-CO-VAC, compuesto por un grupo de expertos encargados de examinar las repercusiones de las variantes preocupantes en la composición de las vacunas.
Ayer, el TAG-CO-VAC enfatizó que se necesita aumentar urgentemente el acceso a las vacunas que tenemos y obtener más vacunas que prevengan mejor la infección y la transmisión.
Hasta que se desarrollen esas vacunas contra la COVID-19, es posible que sea necesario modificar la composición de las actuales para que continúen proporcionando los niveles de protección contra la infección y la enfermedad recomendados por la OMS.
El TAG-CO-VAC también declaró que es poco probable que una estrategia de vacunación basada en administrar repetidas dosis de refuerzo de la composición original sea sostenible.
El grupo también enfatizó que, si bien algunos países recomiendan administrar dosis de refuerzo, la prioridad inmediata para el mundo es acelerar el acceso a la vacunación primaria, particularmente en los grupos con mayor riesgo de desarrollar la enfermedad de forma grave.
La inmensa mayoría de personas en el mundo que ingresan en el hospital por COVID-19 no están vacunadas.
Aunque las vacunas siguen siendo muy eficaces para prevenir enfermedades graves y la muerte, no evitan completamente la transmisión.
Un aumento en la transmisión significa un aumento en el número de hospitalizaciones, muertes, personas sin trabajo, incluidos maestros y trabajadores de la salud, y un incremento del riesgo de que surja otra variante aún más transmisible y mortal que la variante ómicron.
El elevado número de casos también significa más presión sobre los trabajadores de la salud ya sobrecargados y agotados.
Proteger a los que se enfrentan a un mayor riesgo también ayuda a proteger los sistemas de salud y a los trabajadores de la salud, que una vez más están sometidos a una mayor presión por la carga de la variante ómicron.
Según un estudio publicado el año pasado, más de uno de cada cuatro trabajadores de la salud en todo el mundo había sufrido problemas de salud mental durante la pandemia.
Además, según datos procedentes de diversos países, muchos trabajadores de la salud han considerado la posibilidad de dejar su trabajo, o ya lo han hecho, por las malas condiciones laborales, la falta de personal y la angustia de tomar decisiones de vida o muerte todos los días bajo una intensa presión.
Desde hace dos años los trabajadores de la salud hacen todo lo posible para protegernos; debemos poner todos de nuestra parte para protegerlos a ellos, vacunándonos y tomando precauciones para evitar infectarnos o infectar a otros.
Y debemos recordar que la COVID-19 es solo uno de los problemas a los que estos trabajadores se enfrentan a diario.
Reducir la presión en los sistemas de salud les permitirá trabajar en otras de las muchas cuestiones acuciantes, como la prestación de atención a mujeres embarazadas.
Ayer la OMS organizó un seminario web al que asistieron médicos prácticos de todo el mundo sobre el manejo clínico de la COVID-19 durante el embarazo, el parto y el período postnatal inicial.
Las mujeres embarazadas no tienen un mayor riesgo de contraer la COVID-19, pero si se infectan sí que corren más peligro de sufrir un cuadro grave de la enfermedad.
Por eso es fundamental que, en todos los países, puedan acceder a vacunas para proteger su vida y la de sus futuros bebés.
Pedimos también que se incluya a este grupo de mujeres en los ensayos clínicos de nuevos tratamientos y vacunas.
Afortunadamente, la transmisión de la madre al hijo en el útero o durante el parto es muy rara, y tampoco se ha detectado ningún virus activo de esta enfermedad en la leche materna.
Por otra parte, nos preocupan algunos informes de países sobre mujeres que han sido separadas de sus bebés recién nacidos, algo innecesario y que puede ser perjudicial para la salud y el bienestar de los neonatos en los primeros días críticos después de su nacimiento.
Todas las mujeres tienen derecho a una experiencia de embarazo y parto segura y positiva, y necesitan atención de maternidad respetuosa y de alta calidad.
Christian, le devuelvo la palabra.