Buenos días, buenas tardes y buenas noches.
Ha transcurrido medio año desde que la OMS lanzara la máxima señal de alarma al declarar el brote de COVID-19 como una emergencia de salud pública de importancia internacional.
En aquel momento, el 30 de enero, había apenas 100 casos y ninguna muerte fuera de China.
Desde entonces, el número de casos ha aumentado exponencialmente y todos los países del mundo se han visto afectados.
Además, al causar graves trastornos en los servicios de salud esenciales, las profundas repercusiones de esta pandemia se están sintiendo en el ámbito político y económico y en la forma en que las personas viven su día a día.
Todo el mundo pregunta cómo vamos a hacer para volver a «la normalidad».
Y hoy no quiero hablar de cómo vamos a volver a lo de antes, sino de cómo vamos a salir adelante, en el futuro.
Y que para salir adelante, la mejor opción es hacerlo juntos.
A principios de enero, al comienzo del brote, la OMS activó sus redes técnicas mundiales para recopilar toda la información disponible sobre este virus.
En las dos primeras semanas de enero, se cartografió el genoma del virus de la COVID-19 en China, que se hizo público a nivel mundial, y se publicó en el sitio web de la OMS el primer protocolo para realizar las pruebas de PCR.
De este modo, pudieron desarrollarse las primeras pruebas diagnósticas y comenzar la investigación sobre las vacunas. Poco después, se enviaron millones de pruebas, EPP y suministros a todo el mundo.
En febrero, celebramos la reunión del Proyecto de Investigación y Desarrollo de la OMS, en la que científicos e investigadores de todo el mundo se reunieron para establecer las prioridades de investigación.
Se creó una hoja de ruta para el desarrollo y la distribución justa de las pruebas diagnósticas, los tratamientos y las vacunas.
Asimismo, en febrero y marzo, numerosos países demostraron que nunca es demasiado tarde para controlar la COVID-19 si se aplica un enfoque integral.
Esto incluye la búsqueda activa de casos y su aislamiento, el rastreo de los contactos y su cuarentena, la realización de pruebas adecuadas y la atención clínica necesaria.
Resultó evidente que, gracias a esas herramientas, podían romperse las cadenas de transmisión con una combinación de técnicas tradicionales de salud pública.
A medida que la pandemia evolucionaba, no cupo lugar a dudas: los países tenían que unirse como nunca antes para desarrollar nuevas vacunas, pruebas diagnósticas y tratamientos, y sentar las bases para garantizar que llegaran a todas las personas y en todas partes.
En abril, la OMS convocó a mandatarios de todo el mundo y lanzó el Acelerador del acceso a las herramientas contra la COVID-19.
En solo tres meses, el Acelerador comenzó a ofrecer resultados.
Hoy por hoy:
La COVAX ya cuenta en su cartera con nueve vacunas candidatas, que se encuentran en la fase 2 o 3 de los ensayos; y esta cartera, que ya es la más amplia del mundo, está en constante expansión.
Mediante el mecanismo mundial de vacunas COVAX, se han inscrito o han expresado su interés en formar parte de la nueva iniciativa países que representan casi el 70% de la población mundial.
En cuanto a los tratamientos, en junio se anunció el primer medicamento de eficacia probada para el tratamiento de la COVID-19 grave, la dexametasona, con el apoyo del pilar de tratamiento del Acelerador. En estos momentos se está ampliando su producción y distribución.
En cuanto a las pruebas diagnósticas, en estos momentos se están evaluando más de 50 pruebas y han surgido nuevos datos probatorios sobre las pruebas rápidas de detección de antígenos que podrían dar un vuelco a la situación.
El Acelerador es el único marco mundial para garantizar la distribución justa y equitativa de las herramientas contra la COVID-19.
Pero, para que se cumplan sus objetivos, hay que financiarlo.
El FMI estima que la pandemia le cuesta a la economía mundial US$ 375 000 millones al mes y prevé que las pérdidas acumuladas en la economía mundial a lo largo de dos años superarán los US$ 12 billones.
El mundo ya ha gastado billones de dólares para hacer frente a las consecuencias a corto plazo de la pandemia.
Solo los países del G20 han movilizado más de US$ 10 billones en estímulos fiscales para tratar y mitigar las consecuencias de la pandemia.
Eso ya es más de tres veces y media lo que el mundo gastó en toda la respuesta a la crisis financiera mundial.
Es fácil pensar en el Acelerador como en una medida de investigación y desarrollo; pero en realidad es el mejor estímulo económico en el que puede invertir el mundo.
La financiación del Acelerador costará una fracción minúscula de la otra alternativa, en la que las economías se contraerán aún más y requerirán constantemente paquetes de estímulo fiscal.
Antes de dedicarle otros US$ 10 billones a paliar las consecuencias de la próxima oleada, estimamos que el mundo se gastará al menos otros US$ 100 000 millones en nuevas herramientas, especialmente en las vacunas que se desarrollen.
La primera necesidad y la más inmediata son US$ 31 300 millones de dólares para el Acelerador.
El Acelerador es la única iniciativa mundial en marcha que reúne toda la I+D, la fabricación, la reglamentación, las compras y las adquisiciones mundiales necesarias para todas las herramientas requeridas a fin de acabar con la pandemia.
Apostar por uno u otro ganador es una opción cara y arriesgada.
El Acelerador permite a los gobiernos diluir el riesgo y compartir la recompensa.
En particular, el desarrollo de vacunas es un proceso largo, complejo, arriesgado y costoso.
La gran mayoría de las vacunas en fases tempranas de desarrollo no salen adelante.
El mundo necesita múltiples vacunas candidatas de diferentes tipos para maximizar las posibilidades de encontrar una solución que sí funcione.
Cuando se dé con la vacuna, la demanda será mayor que la oferta.
El exceso de demanda y la competencia por el lado de la oferta ya están creando un nacionalismo en torno a las vacunas y el riesgo de que los precios se disparen.
Este es el tipo de fracaso del mercado que solo pueden resolver la solidaridad mundial, la inversión en el sector público y el compromiso.
Ahora bien, el déficit de financiación del Acelerador no puede cubrirse únicamente con la ayuda al desarrollo tradicional.
La mejor solución para todos es financiar este proyecto mediante una combinación de asistencia para el desarrollo y financiación adicional proveniente de los paquetes de estímulo.
Esta combinación de financiación es la mejor solución en este momento porque es la forma más rápida de poner fin a la pandemia y asegurar una rápida recuperación mundial.
Vivimos en una economía globalizada y los países dependen unos de otros para los bienes y servicios, el transporte y los suministros.
Si no nos deshacemos del virus en todas partes, no podemos reconstruir las economías en ninguna parte.
Y la verdadera belleza del Acelerador y su trabajo reside en que las inversiones de estímulo y el despliegue coordinado a nivel mundial de nuevas vacunas, pruebas y tratamientos tendrían un importante efecto multiplicador en nuestras economías.
Cuanto antes detengamos la pandemia, antes podremos asegurarnos de que los sectores interconectados a escala internacional, como los viajes, el comercio y el turismo, puedan recuperarse realmente.
Hay esperanza.
Si todos empleamos las herramientas de que disponemos hoy en día y si invertimos colectivamente en nuevas herramientas a través del Acelerador, estaremos abriendo el camino para salir de esta pandemia.
Juntos. Juntos. Juntos en solidaridad.
En los dos últimos años, en colaboración con el Gobierno de la República Democrática del Congo, las comunidades, los trabajadores de la salud y los asociados locales e internacionales, derrotamos juntos uno de los brotes de ebola más difíciles que ha sufrido el mundo.
Sin embargo, en la era de la COVID-19, el brote de ebola en la provincia de Ecuador es preocupante.
Hasta el momento, hay 86 casos de ebola en toda la provincia.
El país, el gobierno y los asociados se enfrentan a importantes dificultades logísticas para investigar y establecer rápidamente las medidas de respuesta en zonas extremadamente remotas y de difícil acceso.
La propagación geográfica del brote es extensa: más de 250 kilómetros separan a algunos de los casos y muchas de las zonas afectadas solo son accesibles por helicóptero o barco.
En este momento, la OMS tiene aproximadamente a 100 personas sobre el terreno, trabajando con el Ministerio de Salud, los organismos de las Naciones Unidas, las ONG y las comunidades.
Liberamos inmediatamente US$ 2,5 millones del Fondo para Contingencias relacionadas con Emergencias y de nuestro fondo regional de respuesta a emergencias para apoyar la respuesta inmediata.
Para tomar las riendas del brote y ponerle fin, la OMS y sus asociados necesitan fondos adicionales.
Estamos trabajando con las provincias circundantes y los países vecinos para mejorar la preparación, como hicimos con el anterior brote de ebola, en el este de la RDC.
Como sabemos por experiencias anteriores, no es una cuestión de seguridad sanitaria de un solo país, sino que atañe a la seguridad sanitaria mundial.
Ya sea la COVID-19, el ebola u otras epidemias de alto impacto, debemos estar preparados, debemos estar en alerta máxima y debemos responder rápidamente.
Y nuestra mejor opción para lograrlo siempre es hacerlo juntos.
Muchas gracias.