Buenos días, buenas tardes y buenas noches.
Ayer se notificaron 230 000 casos de COVID-19 a la OMS .
Casi el 80 % de esas notificaciones proceden de únicamente 10 países y el 50 % de los casos notificados se dieron en solo 2 países.
Aunque el número de muertes diarias se mantiene relativamente estable, hay muchos motivos para preocuparse.
Ningún país está a salvo del virus, como saben, pero no todos se han visto afectados de la misma manera.
En este momento, todos los países del mundo se encuentran, grosso modo, en una de estas cuatro situaciones.
La primera situación es la de los países que estaban alerta y concienciados, los que se prepararon y respondieron rápida y eficazmente a los primeros casos. Como resultado, hasta ahora han evitado grandes brotes.
Varios países de la región del Mekong, el Pacífico, el Caribe y África encajan en esa categoría.
Los dirigentes de esos países tomaron las riendas de la emergencia y comunicaron eficazmente a sus poblaciones las medidas que debían adoptarse.
Aplicaron una estrategia integral para encontrar, aislar, hacer pruebas y atender los casos, así como para rastrear y poner en cuarentena los contactos, y lograron suprimir el virus.
La segunda situación es la de los países en los que se produjo un brote considerable y se controló gracias a una combinación de un fuerte liderazgo y de poblaciones que respetaron las principales medidas de salud pública.
Muchos países europeos y de otras regiones han demostrado que es posible controlar los grandes brotes.
En estas dos primeras situaciones, en las que los países han suprimido eficazmente el virus, ya se están abriendo las sociedades progresivamente, con los datos en la mano, un enfoque integral de la salud pública, el apoyo de un personal sanitario fuerte y la participación de la comunidad.
La tercera situación que se está dando es la de los países que superaron el primer brote, pero que, tras haber suavizado las restricciones, ahora están luchando contra nuevos repuntes y la aceleración del aumento de casos.
En varios países del mundo, el número de casos está creciendo alarmantemente y los hospitales se están llenando de nuevo.
Parece que muchos países están perdiendo los logros cosechados al no aplicar o dar el debido seguimiento a las medidas que han demostrado ser eficaces en la reducción de los riesgos.
La cuarta situación es la de los países que se encuentran en la fase de transmisión intensa del brote.
Eso está sucediendo en las Américas, en el sur de Asia y en varios países de África.
El epicentro de la pandemia sigue estando en las Américas, donde se ha registrado más del 50 % de los casos del mundo.
Ahora bien, sabemos por las dos primeras situaciones que nunca es demasiado tarde para controlar el virus, aunque la transmisión haya sido explosiva.
En algunas ciudades y regiones donde la transmisión es intensa, se han restablecido rigurosas restricciones para controlar el brote.
La OMS se ha comprometido a trabajar con todos los países y todos los pueblos para suprimir la transmisión, reducir la mortalidad, apoyar a las comunidades para que se protejan a sí mismas y a los demás y favorecer un liderazgo y una coordinación gubernamentales fuertes.
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Permítanme que les sea franco: demasiados países están tomando el rumbo equivocado.
El virus sigue siendo el enemigo público número uno, pero las acciones de muchos gobiernos y ciudadanos no son consecuentes.
El único objetivo del virus es encontrar personas a las que infectar.
Los mensajes a medias tintas de los líderes están socavando el ingrediente más crítico de cualquier respuesta: la confianza.
Si los gobiernos no transmiten la información a sus ciudadanos con claridad y no ponen en marcha una estrategia integral centrada en la supresión de la transmisión y en salvar vidas;
Si las poblaciones no siguen los principios básicos de salud pública, es decir, el distanciamiento físico, el lavado de manos, el uso de mascarillas, cubrirse al toser y quedarse en casa cuando están enfermos;
Si no se respetan los principios básicos, solo hay una evolución posible para esta pandemia.
Irá de mal en peor.
Pero no tiene por qué ser así.
Cada líder, cada gobierno y cada persona puede aportar su granito de arena para romper las cadenas de transmisión y acabar con el sufrimiento colectivo.
No estoy diciendo que sea fácil; claramente no lo es.
Sé que muchos líderes están trabajando en circunstancias adversas.
Sé que hay que sopesar otras dificultades de índole sanitaria, económica, social y cultural.
Precisamente hoy se ha publicado la última edición de El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, en la que se estima que casi 690 millones de personas pasaban hambre en 2019.
Si bien es demasiado pronto para evaluar el impacto total de la COVID-19, en el informe se estima que 130 millones de personas más podrían verse abocadas al hambre crónica a finales de este año.
No hay atajos para salir de esta pandemia.
Todos tenemos la esperanza de que haya una vacuna eficaz, pero debemos centrarnos en utilizar las herramientas que tenemos ahora para suprimir la transmisión y salvar vidas.
Debemos llegar a una situación sostenible en la que tengamos un control adecuado de este virus sin necesidad de detener nuestras vidas por completo, sin tener que ir dando tumbos de un confinamiento al siguiente; las repercusiones de esta situación son enormemente perjudiciales para las sociedades.
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Quiero ser sincero con ustedes: no vamos a volver a la «vieja normalidad» en un futuro próximo.
Pero hay una hoja de ruta para llegar a una situación en la que podamos controlar la enfermedad y seguir con nuestras vidas.
Ahora bien, esto requiere tres elementos:
En primer lugar, centrar la atención en la reducción de la mortalidad y la supresión de la transmisión.
En segundo lugar, una comunidad empoderada y comprometida que adopte las medidas de comportamiento individual necesarias por el bien mutuo.
Y, en tercer lugar, un fuerte liderazgo gubernamental y la coordinación de estrategias integrales que se comuniquen de forma clara y coherente.
Puede hacerse. Debe hacerse. Ya lo he dicho antes y lo seguiré repitiendo.
No importa en qué punto de la curva epidémica se encuentre un país, nunca es demasiado tarde para tomar medidas contundentes.
Apliquen los principios básicos y trabajen con los líderes de la comunidad y todas las partes interesadas para transmitir mensajes de salud pública claros.
En general, no estábamos preparados, pero debemos usar todas las herramientas a nuestro alcance para controlar esta pandemia. Y tenemos que hacerlo ahora mismo.
Juntos, debemos darle un golpe de acelerador a la ciencia lo antes posible, encontrar soluciones conjuntas a la COVID-19 y, haciendo gala de solidaridad, construir una respuesta global cohesiva.
Ciencia, soluciones y solidaridad.
Muchas gracias.