- Hay ahora 77 países que han notificado casos debidos a la variante ómicron. En realidad, es probable que esta variante esté presente en la mayoría de los países, aun cuando todavía no haya sido detectada. Aunque esta variante cause un cuadro menos grave, el elevadísimo número de casos podría hacer que los sistemas de salud, faltos de preparación, se vean de nuevo saturados.
- Permítanme que sea muy claro: la OMS no está en contra de las dosis de refuerzo. Estamos en contra de la inequidad. Nuestra principal preocupación es salvar vidas; y hacerlo por doquier. En realidad, es bastante sencillo: la prioridad en todos los países, y también a escala mundial, debe ser la de proteger a quienes están menos protegidos, no a quienes lo están más.
- Sigue habiendo grandes diferencias entre los países en cuanto a la tasa de vacunación. Hay 41 países que aún no han podido vacunar al 10% de su población y 98 que todavía no han alcanzado el 40%. Si ponemos fin a la inequidad, pondremos fin a la pandemia. Si dejamos que la inequidad persista, también estaremos dejando que persista la pandemia.
Buenos días, buenas tardes y buenas noches.
Hay ahora 77 países que han notificado casos debidos a la variante ómicron. En realidad, es probable que esta variante esté presente en la mayoría de los países, aun cuando todavía no haya sido detectada.
Esta variante se está propagando a una velocidad que aún no habíamos visto en ninguna de las variantes anteriores.
Nos preocupa que la población reste importancia a la variante ómicron por considerarla leve.
Sin ninguna duda, a estas alturas ya hemos aprendido lo peligroso que resulta subestimar a este virus.
Aun cuando esta variante cause un cuadro menos grave, el elevadísimo número de casos podría hacer que los sistemas de salud, faltos de preparación, se vean de nuevo saturados.
Tengo que decirlo con todas las letras: las vacunas por sí solas no sacarán a ningún país de la crisis.
Los países pueden, y deben, evitar la propagación de la variante ómicron aplicando las medidas que actualmente funcionan.
No se trata de sustituir las mascarillas por vacunas.
No se trata de sustituir el distanciamiento por vacunas.
No se trata de sustituir por vacunas la ventilación de los espacios ni la higiene de las manos.
Háganlo todo. Háganlo con constancia. Y háganlo bien.
Las vacunas son herramientas que surten el mejor efecto posible cuando se utilizan para proteger a quienes presentan mayor riesgo, en todos los países.
En las últimas diez semanas el mecanismo COVAX ha canalizado más vacunas que en el conjunto de los nueve primeros meses del año.
La mayoría de los países están utilizando las vacunas apenas las reciben.
Hay un pequeño grupo de países que tiene dificultades para administrar las vacunas y ampliar con rapidez la escala de inmunización. La OMS y sus asociados trabajan en estrecha colaboración con esos países para superar los puntos de estrangulamiento.
Aunque prevemos que el suministro siga mejorando, no hay garantía alguna, y los logros que tanto esfuerzo han costado son frágiles.
Seguimos exhortando a donantes y fabricantes a que otorguen preeminencia a los mecanismos COVAX y AVAT.
Al mismo tiempo, la evolución de los datos parece indicar una pequeña disminución de la eficacia de las vacunas contra los cuadros clínicos graves y la muerte y un menor nivel de prevención de las formas leves de enfermedad o infección.
La aparición de la variante ómicron ha llevado a algunos países a implantar programas de vacunación de refuerzo dirigidos a toda su población adulta, aun cuando no tengamos pruebas de la eficacia que ofrecen las dosis de refuerzo contra esta variante.
A la OMS le preocupa que estos programas conduzcan a un acaparamiento de vacunas, como ya ocurrió este año, y que ello agudice la inequidad.
Está claro que, a medida que avancemos, las dosis de refuerzo podrían cumplir una función importante, especialmente para quienes presentan mayor riesgo de muerte por cuadro clínico grave.
Permítanme que sea muy claro: la OMS no está en contra de las dosis de refuerzo. Estamos en contra de la inequidad. Nuestra principal preocupación es salvar vidas; y hacerlo por doquier.
Es cuestión de establecer prioridades. ¿Quién recibe qué vacunas y en qué orden?
El orden es importante. El hecho de administrar dosis de refuerzo a colectivos que presentan poco riesgo de sufrir cuadros graves o de morir pone en peligro la vida de personas expuestas a un gran riesgo que todavía están esperando las dosis primarias debido a las limitaciones de suministro.
Por otro lado, administrar dosis adicionales a quienes presentan un riesgo elevado puede salvar más vidas que administrar dosis primarias a quienes presentan poco riesgo.
Actuando juntos, salvaremos la mayor cantidad posible de vidas si nos aseguramos de que los trabajadores sanitarios, las personas mayores y los demás colectivos expuestos a riesgo reciban las dosis primarias de vacuna.
En la mayoría de los países, los que son hospitalizados y mueren son quienes no han sido vacunados. La prioridad, por lo tanto, debe ser la de vacunar a los no vacunados, incluso en los países con mayor acceso a las vacunas.
En realidad, es bastante sencillo: la prioridad en todos los países, y también a escala mundial, debe ser la de proteger a quienes están menos protegidos, no a quienes lo están más.
Sigue habiendo grandes diferencias entre los países en cuanto a la tasa de vacunación.
Hay 41 países que aún no han podido vacunar al 10% de su población y 98 que todavía no han alcanzado el 40%.
También observamos niveles importantes de inequidad entre los grupos de población de un mismo país.
Si ponemos fin a la inequidad, pondremos fin a la pandemia. Si dejamos que la inequidad persista, también estaremos dejando que persista la pandemia.
Tarik, le devuelvo la palabra.