Alocución de apertura del Director General de la OMS en la conferencia de prensa sobre la COVID-19. 18 de agosto de 2020

18 de agosto de 2020
Buenos días, buenas tardes y buenas noches.

Quisiera empezar rindiendo homenaje al profesor Peter Byass, que falleció repentinamente el domingo.

Peter fue Director del Centro de Investigación de Salud Mundial de la Universidad de Umea (Suecia) y editor jefe de Global Health Action.

Era un comprometido y talentoso profesional al servicio de la salud mundial que ayudó a brillar a muchas personas de todo el mundo.

También era mi querido amigo y mentor.

Trabajé con él, aprendí de él y me reí con él.

Se le echará mucho de menos.

Acompaño en el sentimiento a su familia y a sus seres queridos.

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Nuestra última conferencia de prensa se centró en el progreso que el mundo ha logrado en el desarrollo de nuevas pruebas diagnósticas, tratamientos y vacunas.

Hoy, voy a esbozar algunos de los principales obstáculos logísticos a los que nos hemos enfrentado en los últimos ocho meses en el envío de equipos médicos vitales por todo el mundo.

Las lecciones aprendidas de la distribución de ese material serán importantes para asegurarnos de que nuestras cadenas y sistemas de suministro están bien engrasados de cara a los futuros avances del Acelerador.

Es fundamental aprender de la experiencia y las dificultades del pasado para mejorar la respuesta actual a la pandemia de este brote y de los futuros.
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Cada nuevo brote de enfermedad presenta dificultades distintas, pero la COVID-19 ha sido, desde el punto de vista logístico, uno de los retos más difíciles a los que nos hemos enfrentado.

Dado que esta enfermedad respiratoria se transmite con relativa facilidad entre las personas, cuando comenzó el brote era apremiante proporcionar asesoramiento, información, capacitación y equipo a los trabajadores de primera línea.

El 5 de enero, días después de que se detectara un conglomerado de casos de una neumonía desconocida en Wuhan (China), la OMS comunicó al mundo información detallada sobre los casos y aconsejó a todos los países y Puntos de Contacto que tomaran precauciones para reducir el riesgo de infecciones respiratorias agudas graves.

Entre el 10 y el 12 de enero, la OMS publicó un conjunto de documentos de orientación para los países.

En él se abarcaban temas relacionados con el manejo de un brote de una nueva enfermedad, como la detección y las pruebas de la enfermedad, la atención a los pacientes y la prevención de la infección o las medidas de control para proteger a los trabajadores de la salud.

En la segunda semana de enero, China ya había cartografiado el genoma y lo había compartido con la OMS y el resto del mundo.

Rápidamente publicamos un manual que había elaborado nuestro laboratorio asociado en Alemania para construir una prueba de PCR para la COVID-19.

En la tercera semana, la OMS lanzó la contratación para la producción validada de estas pruebas.

Llegada la primera semana de febrero, ya habíamos comenzado a enviar pruebas a más de 150 laboratorios de todo el mundo, lo que permitió a los países detectar, rastrear y localizar rápidamente el virus.

A medida que esto sucedía y los brotes comenzaban a propagarse en otros países, se produjo un enorme aumento de la demanda de equipo de protección personal, como mascarillas médicas, batas, guantes y protección facial.

Los fabricantes de varios países clave estaban sometidos a medidas de confinamiento y el transporte aéreo, imperativo para enviar suministros a todo el mundo, se vino abajo.

Algunos países establecieron restricciones a la exportación y hubo varios casos de requisición de suministros médicos clave para uso nacional.

El nacionalismo de la oferta exacerbó la pandemia y contribuyó al fracaso total de la cadena de suministro mundial.

Algunos países se quedaron sin suministros clave durante un tiempo, como los artículos básicos para los trabajadores de la salud que se ocupaban de un número creciente de casos de COVID-19.

Y muchos países siguen sin tener suficientes suministros.

Para estimular la fabricación y asegurar que las cadenas de suministro empezaran a funcionar, al principio del brote, la OMS convocó reuniones periódicas con empresas y grupos industriales clave.

La OMS trabajó estrechamente con el Programa Mundial de Alimentos y utilizó rápidamente nueve centros logísticos nuevos y ya existentes para establecer una sólida cadena de suministro que permitiera entregar EPP y suministros médicos vitales en todo el mundo.

La OMS trabajó con asociados como UNICEF, la Fundación Bill y Melinda Gates, la Fundación Jack Ma y la Fundación Alibaba para comprar y distribuir cientos de millones de piezas de equipo de protección para los trabajadores de la salud.

La Plataforma de Asociados, creada a finales de enero, se ha convertido en un instrumento fundamental para ayudar a los países a manifestar sus necesidades financieras, de suministros y de personal, y a dar la respuesta necesaria en materia de salud pública.

La OMS se esforzó por desbloquear los obstáculos mediante una colaboración con asociados públicos y privados que lograra aumentar los suministros en el mercado.

Entonces, ¿qué hemos aprendido?

Si bien los mandatarios desean proteger primero a los suyos, la respuesta a esta pandemia debe ser colectiva.

No se trata de caridad. Hemos aprendido de la manera más dura que la forma más rápida de poner fin a esta pandemia y reabrir las economías es empezar por proteger a las poblaciones de mayor riesgo en todas partes, en lugar de proteger a la totalidad de la población en solo algunos países.

Compartir los suministros finitos de manera estratégica y global redunda, en realidad, en el interés nacional de todos los países.

Nadie estará a salvo hasta que todos estemos a salvo.

Ningún país tiene acceso a la investigación y el desarrollo, a la fabricación y a toda la cadena de suministro de todos los medicamentos y materiales esenciales.

Y si logramos trabajar juntos, podremos asegurarnos de que todos los trabajadores esenciales estén protegidos y de que los tratamientos probados, como la dexametasona, estén disponibles para quienes los necesiten.

En el caso de los EPP y las pruebas, la colaboración entre el sector público y el privado permitió que aumentara la oferta a fin de lograr el uso justo y equitativo de unos productos que escasean.

A medida que se desarrollan nuevas pruebas diagnósticas, medicinas y vacunas, es fundamental que los países no repitan los mismos errores.

Debemos prevenir el nacionalismo de las vacunas.

Por ese motivo, la OMS está trabajando con los gobiernos y el sector privado tanto para agilizar la ciencia, a través del Acelerador, como para garantizar que las nuevas innovaciones estén al alcance de todos, en todas partes, empezando por los que corren mayor riesgo.

Desde mayo, la OMS ha celebrado amplias consultas para elaborar un nuevo marco que oriente el acceso justo y equitativo a las pruebas diagnósticas, los tratamientos y la inmunización en relación con la COVID-19 en todos los países.
 
Estos principios transversales son fundamentales para la promoción del acceso equitativo y la asignación justa de estos productos sanitarios esenciales, de modo que tengan el mayor efecto posible a nivel mundial.

Por ejemplo, una vez que se haya logrado una vacuna eficaz, el grupo de asesoramiento estratégico de la OMS formulará recomendaciones para su uso adecuado y justo.

Se propone que la asignación de las vacunas se lleve a cabo en dos fases.

En la primera fase, las dosis se asignarán proporcionalmente a todos los países participantes de forma simultánea para reducir el riesgo general.

En la segunda fase, se examinará la situación de los países en función de los riesgos y la vulnerabilidad.

Se concederá prioridad a los trabajadores de primera línea en los ámbitos de la salud y la asistencia social, ya que son esenciales para tratar y proteger a la población y están en estrecho contacto con los grupos que tienen mayor riesgo de mortalidad.

Los datos iniciales muestran que los adultos mayores de 65 años y aquellos con ciertas comorbilidades tienen el mayor riesgo de morir a causa de la COVID-19.

En la mayoría de los países, una asignación en la fase 1 que alcance hasta el 20% de la población cubriría a la mayoría de los grupos de riesgo.

Si no protegemos a estas personas de alto riesgo del virus en todas partes y al mismo tiempo, no podremos estabilizar los sistemas de salud y reconstruir la economía mundial.

Eso es lo que se pretende conseguir con la primera fase crucial del mecanismo de asignación de vacunas.

Estamos todos sumamente interconectados.

Como ejemplo, valga explicar que es posible que la vacuna desarrollada en un país dado deba colocarse en frascos que se fabrican en otro país, con materiales para el vidrio fino que solo pueden obtenerse en un tercero.

Será necesario fabricar rápidamente miles de millones de dosis para que lleguen a todos los que necesitan la vacuna, lo que significa cientos de millones de frascos de vidrio y formas de transportarlos eficazmente.

Todo esto implica que es necesaria una planificación de élite a los más altos niveles desde este mismo momento para poder vacunar y tratar al mundo a medida que las nuevas tecnologías se vayan desarrollando.

Al tiempo que estimulamos la ciencia, es necesario hacer gala de solidaridad para dar una solución conjunta a la pandemia.

El Mecanismo Mundial de Vacunas COVAX es fundamental para adquirir las vacunas de forma conjunta y distribuir el riesgo entre múltiples vacunas, por lo que hoy he enviado una carta a todos los Estados Miembros para alentarlos a que se unan a él.

Como en una orquesta, es necesario que todos los instrumentos se toquen en armonía para crear una música de la que todos disfruten.

Uno o dos instrumentos por libre no bastan cuando el mundo está expectante y escucha con atención.

Trabajaremos para unir la orquesta, para promover la ciencia, las soluciones y la solidaridad porque estamos profundamente convencidos de que lo hacemos mejor cuando lo hacemos juntos.

Muchas gracias.