Buenos días, buenas tardes y buenas noches.
Quisiera comenzar deseando a todos los musulmanes Eid al-Adha Mubarak.
Y me gustaría felicitar al Reino de la Arabia Saudita por las medidas que ha puesto en marcha para que el Hayy sea lo más seguro posible este año.
Esta es una contundente demostración de las medidas que los países pueden y deben tomar para adaptarse a la nueva normalidad.
No es fácil, pero es posible. La pandemia no significa que la vida deba detenerse.
Todos debemos aprender a vivir con el virus y tomar las medidas necesarias para que la vida prosiga, protegiéndonos a nosotros mismos y a los demás, especialmente a los que corren mayor riesgo de contraer la COVID-19.
Como saben, uno de esos grupos es el de las personas mayores, especialmente las que viven en centros de atención de larga estancia.
En muchos países, más del 40% de las muertes relacionadas con la COVID-19 han estado vinculadas a centros de atención de larga estancia y, en algunos países de ingreso alto, hasta el 80%.
Conscientes del carácter apremiante de la cuestión, la OMS ha publicado una reseña normativa sobre la prevención y el manejo de la COVID-19 en los centros de atención de larga estancia.
En la reseña se enumeran las principales medidas que deben adoptar los encargados de la formulación de políticas y las autoridades nacionales y locales para proteger a las personas de edad. Estas van desde la integración de los cuidados de larga duración en la respuesta nacional hasta la movilización de una financiación adecuada, pasando, entre muchas otras, por la aplicación de medidas firmes de prevención y control de las infecciones y la prestación de apoyo a los cuidadores voluntarios y del entorno familiar.
Para cada objetivo normativo, en el documento se enumeran las medidas que pueden adoptarse en los centros de atención de larga estancia y se presentan ejemplos reales de cada ámbito extraídos de los países.
En la reseña también se sugieren opciones para transformar los servicios de cuidados de larga duración, de modo que las personas mayores puedan recibir una atención de calidad que respete sus derechos y libertades y su dignidad.
Quiero expresar un reconocimiento especial a las personas que trabajan en centros de atención de larga estancia de todo el mundo, que están realizando una labor heroica para salvar vidas y proteger a los que están a su cargo. Los felicito.
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Si bien las personas mayores corren un mayor riesgo de que la enfermedad se manifieste de forma más virulenta, los jóvenes no están exentos de ese riesgo. Una de las dificultades a las que nos enfrentamos es convencer a los jóvenes de esa realidad.
Las pruebas sugieren que los picos de casos en algunos países se deben en parte a que los jóvenes han bajado la guardia durante el verano del hemisferio norte.
Ya lo hemos dicho antes y lo repetiremos: los jóvenes no son invencibles.
Los jóvenes pueden estar infectados; los jóvenes pueden morir; y los jóvenes pueden transmitir el virus a los demás.
Por ese motivo, los jóvenes deben tomar las mismas precauciones que el resto de la población para protegerse a sí mismos y a los demás. Pueden ejercer el liderazgo, es más, deberían ejercer el liderazgo y ser los motores del cambio.
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Todos tenemos que poner de nuestra parte para reducir el riesgo de exposición a la COVID-19.
Día tras día, todos tomamos decisiones que afectan de múltiples formas a nuestra salud y a la de las personas que nos rodean.
Es sumamente importante disponer de información fiable para que la población pueda tomar las decisiones adecuadas para su salud.
Todos hemos visto el daño que causa la desinformación.
Pero no basta con estar informados.
Las personas toman decisiones basadas en una amplia gama de factores relacionados con su cultura, creencias, valores y circunstancias económicas, entre otros.
Ahora están tomando decisiones bajo una presión financiera y social sin precedentes, con altos niveles de ansiedad y con sistemas de salud mal dotados.
Los países han estado pidiendo a sus ciudadanos que comprendan los riesgos, que se adapten, que se comprometan, que renuncien a cosas que valoran y que los definen.
Ante la pandemia de COVID-19, los países utilizan una serie de herramientas para influir en el comportamiento; las campañas de información son una de ellas, pero también lo son las leyes, los reglamentos, las directrices e incluso las multas.
Estamos aprendiendo cuáles son eficaces y cuáles no.
Por eso es tan importante la ciencia del comportamiento, porque nos da las claves para entender cómo decidimos de modo que podamos ayudar a las personas a tomar las mejores decisiones para su salud.
Hoy me complace anunciar que la OMS ha creado un Grupo Consultivo Técnico sobre conocimientos y ciencias del comportamiento para la salud.
Con ello se amplía y profundiza la labor actual de la OMS en las ciencias del comportamiento y se refuerza nuestro trabajo para ofrecer un asesoramiento sanitario que no solo sea más sólido, sino también más eficaz.
El Grupo Consultivo Técnico está integrado por 22 expertos externos de 16 países, con conocimientos especializados en ámbitos como la psicología, la antropología, la promoción de la salud, la neurociencia, la economía del comportamiento y el marketing social, entre otros.
Este nuevo grupo asesorará a la OMS sobre cómo potenciar y mejorar el uso de las ciencias sociales y del comportamiento en una serie de ámbitos de la salud, incluido la COVID-19.
Me gustaría aprovechar esta oportunidad para expresar mi agradecimiento a mi colega Elena Altieri, que propuso esta idea hace un año y ha trabajado duro para hacerla realidad.
Hoy tengo el placer de contar con la presencia del presidente del Grupo Consultivo Técnico, el profesor Cass Sunstein.
El profesor Sunstein ocupa la cátedra Robert Walmsley en la Universidad de Harvard y es el fundador y director del Programa de Economía del Comportamiento y Política Pública de la Facultad de Derecho de Harvard.
Profesor Sunstein, bienvenido. Tiene la palabra. Gracias por su dedicación y gracias por haber aceptado participar y gracias por este trabajo de exploración que tanto ayudará a la OMS.