Alocución de apertura del Director General de la OMS ‎en la rueda ‎de prensa sobre la COVID 19 celebrada ‎el 6 de mayo de 2020‎

6 de mayo de 2020

Buenos días, buenas tardes y buenas noches.‎

En primer lugar, quiero dar la bienvenida a todos los periodistas ‎hablantes de hindi, cuyas preguntas aguardamos con interés.‎

En total, las ruedas de prensa de la OMS se ofrecen ya en ocho ‎idiomas: en los seis idiomas oficiales de las Naciones Unidas, en ‎portugués y en hindi. Además, se proporcionan subtítulos para ‎personas con dificultades auditivas.‎

Hasta la fecha se han notificado a la OMS más de 3,5 millones de ‎casos de COVID-19 y casi 250 000 defunciones por esta ‎enfermedad. ‎

Desde comienzos de abril, diariamente se han notificado en ‎promedio a la OMS unos 80 000 casos nuevos.‎

Pero no son únicamente números: cada caso es una madre o un ‎padre, un hijo o una hija, un hermano o una hermana, una amiga o ‎un amigo.‎

Aunque el número de casos notificados en Europa Occidental está ‎descendiendo, cada día se notifican más casos en Europa Oriental, ‎África, Asia Sudoriental, el Mediterráneo Oriental y las Américas.‎

Sin embargo, incluso dentro de una misma región o un mismo país ‎se observan tendencias divergentes.‎

Cada país y cada región necesita un enfoque específico.‎

Pero los efectos de la pandemia van mucho más allá de las cifras de ‎casos y fallecimientos. ‎

En todo el mundo, la pandemia ha provocado graves ‎perturbaciones en los servicios de salud esenciales, incluida la ‎atención comunitaria de salud.‎

Aunque los profesionales sanitarios, como el personal médico y de ‎enfermería, desempeñan un papel crucial, en muchos países los ‎miembros de la comunidad formados para ello ejercen también ‎una función vital en la prestación de servicios de salud esenciales ‎como la vacunación, el cribado prenatal y la detección, la ‎prevención y el tratamiento de muchas enfermedades.‎

Hoy, la OMS, el UNICEF y la Federación Internacional de ‎Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja han publicado ‎orientaciones para los países sobre el modo de mantener la ‎atención comunitaria de salud en el contexto de la COVID-19.‎

En dichas orientaciones figuran recomendaciones prácticas para los ‎países sobre el sostenimiento de los servicios comunitarios ‎esenciales y el aprovechamiento de los agentes de salud ‎comunitarios para la respuesta a la COVID-19 sin descuidar su ‎protección, así como consejos sobre el modo de adaptar los ‎servicios para enfermedades y grupos etarios específicos.‎

Por ejemplo, se sugiere recurrir a la telemedicina siempre que sea ‎posible, o distribuir puerta a puerta los mosquiteros tratados con ‎insecticidas para prevenir el paludismo en lugar de pedir a las ‎personas que vayan a recogerlos en una ubicación centralizada.‎

También es vital que los países presten mucha atención a los ‎miembros más vulnerables de la sociedad. ‎

Las crisis pueden exacerbar las desigualdades que ya existen, lo que ‎se refleja en el hecho de que, en algunos países, determinados ‎grupos de población presenten mayores tasas de hospitalización y ‎de mortalidad.‎

Debemos abordar este problema en el presente inmediato y a largo ‎plazo dando prioridad al diagnóstico y el tratamiento de las ‎personas sujetas a mayor riesgo. ‎

No solo porque sea lo correcto, sino porque además es lo ‎inteligente. ‎

No podremos poner fin a la pandemia hasta que abordemos las ‎desigualdades que la están avivando.‎

Las orientaciones de hoy complementan el marco de las Naciones ‎Unidas para la respuesta socioeconómica a la COVID-19, publicado ‎la semana pasada.‎

El marco establece una «hoja de ruta para la recuperación» para ‎que los países protejan la vida y los medios de subsistencia e ‎impulsen la reanudación de la actividad empresarial y económica ‎lo antes posible.‎

Es importante destacar que el marco adopta un enfoque que da ‎prioridad a la salud y reconoce que unos sistemas sanitarios fuertes ‎y resilientes deben ser la base de la recuperación en todos los ‎países.‎

Ahora que cada vez más países se están planteando cómo relajar ‎las medidas de confinamiento, quiero reiterar los seis criterios que ‎la OMS les recomienda tener en cuenta para esa relajación:‎

En primer lugar, que el sistema de vigilancia sea sólido, el número ‎de casos esté disminuyendo y la transmisión esté controlada;‎

en segundo lugar, que el sistema sanitario disponga de capacidades ‎para detectar, aislar, hacer pruebas y tratar a todos los casos y para ‎rastrear a todos los contactos; ‎

en tercer lugar, que se minimicen los riesgos de brotes en entornos ‎especiales como centros sanitarios y residencias de ancianos;‎

en cuarto lugar, que se apliquen medidas preventivas en los lugares ‎de trabajo, centros educativos y otras ubicaciones a las que sea ‎esencial que acudan las personas;‎

en quinto lugar, que puedan controlarse los riesgos de importación ‎de casos;‎

y, en sexto lugar, que las comunidades estén plenamente ‎informadas, implicadas y empoderadas para adaptarse a la «nueva ‎normalidad».‎

El riesgo de una vuelta al confinamiento sigue siendo muy real si ‎los países no gestionan la transición con sumo cuidado y de forma ‎escalonada. ‎

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La pandemia ha puesto de relieve la importancia de unos sistemas ‎sanitarios nacionales y subnacionales fuertes como base de la ‎seguridad sanitaria mundial y la cobertura sanitaria universal.‎

Unos sistemas sanitarios fuertes y resilientes son la mejor defensa ‎no solo contra brotes y pandemias, sino también contra las ‎múltiples amenazas para la salud a las que las personas se ‎enfrentan diariamente en todo el mundo.‎

Y, sin embargo, si se mantienen las tendencias actuales en 2030 ‎habrá más de 5000 millones de personas que no tendrán acceso a ‎servicios de salud esenciales, como la posibilidad de acudir a un ‎profesional sanitario, el acceso a medicamentos esenciales, y la ‎disponibilidad de agua corriente en los hospitales. ‎

Este tipo de deficiencias no solo socavan la salud de las personas, ‎las familias y las comunidades, sino que ponen en riesgo la ‎seguridad mundial y el desarrollo económico.‎

El mundo gasta anualmente en salud unos US$ 7,5 billones, casi el ‎‎10% del PIB mundial. ‎

Pero las mejores inversiones son las destinadas a promover la salud ‎y prevenir las enfermedades en el ámbito de la atención primaria ‎de salud, algo que salva vidas y ahorra dinero. Prevenir no solo es ‎mejor que curar, sino que es más barato y resulta lo más ‎inteligente.‎

La pandemia de COVID-19 acabará remitiendo, pero no podemos ‎volver a las prácticas habituales. No podemos seguir invirtiendo ‎precipitadamente movidos por el pánico y desatender en cambio la ‎preparación.‎

A la vez que trabajamos para responder a esta pandemia también ‎debemos esforzarnos más en prepararnos para la próxima. Ahora ‎tenemos la oportunidad de sentar las bases de unos sistemas ‎sanitarios resilientes en todo el mundo, algo que se ha dejado de ‎lado durante demasiado tiempo.‎

Esto incluye sistemas de preparación, prevención y respuesta ante ‎patógenos emergentes.‎

Si algo podemos aprender de la COVID-19 es que invertir en salud ‎ahora salvará vidas en el futuro.‎

La historia nos juzgará a todos no solo por nuestra superación de ‎esta pandemia, sino también por las enseñanzas que extraigamos y ‎las medidas que adoptemos una vez superada.‎

Antes de terminar repetiré algo que he dicho ya muchas veces:‎

El antídoto para esta pandemia es la unidad nacional y la ‎solidaridad mundial. Juntos derrotaremos a la COVID-19.‎

Muchas gracias. ‎