Alocución de apertura del Director General de la OMS en la rueda de prensa sobre la COVID-19 celebrada el 2 de marzo de 2022

2 de marzo de 2022

Buenos días, buenas tardes y buenas noches. 

La OMS está sumamente preocupada por la emergencia humanitaria que se vive en Ucrania. 

La OMS está trabajando sobre el terreno con sus asociados para ofrecer una respuesta, para evaluar la repercusión del conflicto en la salud de la población ucraniana y en su sistema de salud, y para hacer llegar suministros médicos esenciales desde nuestro centro en Dubai. 

El primer envío, que llegará a Polonia mañana, incluye 36 toneladas métricas de suministros para atender a 1000 pacientes con traumatismos o que precisan atención quirúrgica urgente, además de otros suministros médicos para atender las necesidades de 150 000 personas. 

Antes del conflicto, la OMS distribuyó suministros de emergencia a 23 hospitales, aunque en estos momentos no es posible acceder a los que se almacenaron en Kiev. 

Es urgente crear un corredor para que los trabajadores y los suministros humanitarios puedan llegar de forma segura e ininterrumpida a las personas que lo necesitan. 

Para facilitar nuestra labor, la OMS ha liberado hasta ahora US$ 5,2 millones de nuestro Fondo de Contingencia para Emergencias. Nuestras necesidades para los próximos tres meses son de US$ 45 millones para Ucrania y US$ 12,5 millones para ayudar a los países vecinos a atender a los refugiados. 

Cualquiera puede contribuir a financiar nuestra labor respondiendo al llamamiento de la Fundación pro OMS, entrando en www.who.foundation y haciendo clic en «donar». 

También nos preocupa enormemente la información que nos llega sobre los ataques a centros de salud y trabajadores de la salud. 

Hemos recibido varias noticias no corroboradas de ataques a hospitales e infraestructuras de salud, así como de un incidente sí confirmado que tuvo lugar la semana pasada, cuando un hospital fue atacado con armamento pesado, causando la muerte a cuatro personas e hiriendo a diez, entre ellas seis trabajadores de la salud.   

Actualmente estamos verificando otros incidentes. 

Es necesario respetar la inviolabilidad y la neutralidad de la atención de la salud —incluidos los trabajadores de la salud, los pacientes, los suministros, el transporte y las instalaciones—, así como el derecho de acceder a la atención de la salud de forma segura. 

Los ataques a los servicios de salud constituyen una violación del derecho internacional humanitario. 

Antes del conflicto, Ucrania había registrado un aumento de casos de COVID-19. 

Debido al bajo porcentaje de pruebas realizadas desde que comenzó el conflicto, es probable que una parte importante de los contagios esté pasando desapercibida.    

Esto, sumado a la baja cobertura vacunal, aumenta el riesgo de que numerosas personas desarrollen un cuadro grave de la enfermedad. 

La escasez crítica de oxígeno repercutirá en la capacidad de tratar a los pacientes con COVID-19 y con otras muchas otras enfermedades. 

Al menos tres de las principales plantas de oxígeno de Ucrania han cerrado, y estamos buscando formas de conseguir oxígeno en los países vecinos y de transportarlo de manera segura a donde se necesita. 

Es probable que los movimientos masivos de población propicien la transmisión de la COVID-19, lo que podría aumentar la presión sobre los sistemas de salud de los países vecinos. 

Ayer, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados informó de que más de 870 000 refugiados han abandonado Ucrania, y prevemos que esa cifra crezca rápidamente. 

La OMS está ayudando a los países vecinos para que puedan atender los principales problemas de salud de los refugiados y desplazados forzosos, entre ellos la salud mental, la asistencia psicológica y el tratamiento de enfermedades como el VIH, la tuberculosis o el cáncer. 

La OMS mantiene su compromiso de atender a las necesidades de salud de la población ucraniana. 

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Pasemos ahora a la COVID-19. 

Es alentador constatar que las muertes provocadas por la COVID-19 están disminuyendo en todo el mundo, y en la mayoría de las regiones. 

Y nos complace ver que algunos países han podido flexibilizar las restricciones sin que sus sistemas de salud se vean desbordados. 

Pero es demasiado pronto para cantar victoria sobre la COVID-19. 

Aún quedan muchos países donde las tasas de hospitalización y fallecimientos son elevadas y las tasas de vacunación son bajas. 

Y con una tasa de transmisión elevada, el riesgo de que surja una nueva variante más peligrosa sigue siendo muy real. 

Seguimos instando a todas las personas de todos los países a que tomen precauciones, y a todos los gobiernos a que ayuden a su población a protegerse y proteger a los demás. 

La única forma sostenible de superar la pandemia es garantizando una alta cobertura vacunal en todos los países. 

La población mundial que ha recibido todas las dosis de la vacuna asciende al 56 %, pero este porcentaje es solo del 9% en los países de bajos ingresos. 

Estamos superando muchas de las limitaciones de suministro y entrega a las que nos enfrentamos el año pasado, y la iniciativa COVAX ha permitido entregar más de 1300 millones de dosis de vacunas, por lo que las perspectivas de suministro para este año son positivas. 

Ahora debemos centrar nuestra atención en la cuestión crucial de cómo convertir las vacunas en vacunaciones y garantizar que todos los países dispongan de suficientes pruebas, suficiente oxígeno para tratar a los pacientes y suficientes equipos de protección personal para preservar la seguridad de los trabajadores de la salud. 

Instamos a todos los gobiernos a que prosigan su labor de vigilancia para rastrear la incidencia del virus, y a que continúen realizando pruebas para asegurarse de que los pacientes reciben el tratamiento adecuado. 

Para alcanzar todos nuestros objetivos, pedimos a los países que cubran el urgente déficit de US$ 16 000 millones que existe para financiar el Acelerador ACT. 

Alemania ha sido el primer país en comprometerse a aportar su «parte justa» con una generosa contribución de 1220 millones de dólares. Vielen dank, Alemania; esperamos que otros países imiten su ejemplo. 

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Debemos recordar asimismo que los efectos de la pandemia van mucho más allá de la muerte y la enfermedad causadas por el virus. 

En particular, la COVID-19 se ha cobrado un alto precio en términos de salud mental. 

Según un nuevo informe de la OMS, en el primer año de la pandemia, la prevalencia mundial de la ansiedad y la depresión aumentó más de un 25 %. 

Los mayores incrementos se registraron en los lugares más afectados por la COVID-19, donde el índice de infecciones era elevado y la interacción social estaba restringida. 

Nuestro estudio reveló que la incidencia era mayor entre las mujeres que entre los hombres, y entre los jóvenes (especialmente aquellos con edades comprendidas entre los 20 y los 24 años) que entre los adultos de mayor edad.

Este aumento de la prevalencia de los problemas de salud mental coincidió con graves perturbaciones en los servicios de salud mental, y puso de manifiesto la insuficiencia crónica de las inversiones en salud mental, lo que se traduce en enormes deficiencias en la atención para quienes más la necesitan. 

A finales del año pasado se habían restablecido algunos servicios, pero demasiadas personas siguen sin poder recibir la atención y el apoyo que precisan. 

La OMS ha colaborado con sus asociados para dar una respuesta interinstitucional a las repercusiones de la COVID-19 en la salud mental, difundiendo orientaciones, herramientas y recursos para los equipos de respuesta y el público en general, y ayudando a los países a incorporar la atención de la salud mental y el apoyo psicosocial en su respuesta. 

Christian, le devuelvo la palabra.