Alocución de apertura del Director General de la OMS en la Junta Ejecutiva del UNICEF

10 de febrero de 2021

Muchas gracias, estimada Henrietta, por tu colaboración y tu capacidad de liderazgo en estos tiempos excepcionales, en especial a través de la Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación.

Excelencias, distinguidos miembros de la Junta Ejecutiva, estimados colegas y amigos,

Gracias por darme la oportunidad de dirigirme a ustedes en el día de hoy.

La OMS y el UNICEF mantienen una colaboración antigua, profunda y muy especial. Ninguna de las dos organizaciones podría prescindir de la otra para hacer lo que hace.

Los éxitos del UNICEF son también los de la OMS y nos sentimos muy orgullosos de cooperar en un gran número de asuntos como el ébola, la poliomielitis, la salud materna, la nutrición, la prevención y el tratamiento de enfermedades o la atención primaria de la salud.

Con todo, es todavía más importante que colaboremos justo en este momento.

Cuando, hace más de un año, se declaró la pandemia de COVID-19 no hubiéramos podido sospechar el vuelco que ha sufrido nuestro mundo.

Un simple dato nos da la dimensión de esa tragedia: si, hace exactamente 12 meses, se habían notificado a la OMS 3000 nuevos casos de COVID-19, hoy aparecen 3000 casos cada 15 minutos.

Esta pandemia es un fiel reflejo de todas las cosas buenas y malas de que es capaz la humanidad.

La pandemia ha expuesto y ha explotado las fisuras, desigualdades, injusticias y contradicciones de nuestro mundo, en el interior de cada país y en las relaciones entre ellos.

Además, se ha convertido en una emergencia para la infancia, que sufre sus consecuencias de forma tanto directa como indirecta.

Sabemos que los niños y las niñas tienen menos riesgo de presentar síntomas graves y de fallecer a causa de la COVID-19, pero se han visto afectados por la mayoría de sus graves repercusiones sociales y económicas y sufrirán también gran parte de sus efectos a largo plazo.

Muchos niños han perdido varios meses de escolaridad y se han visto expuestos a un mayor riesgo de ser víctimas de actos violentos.

Este problema se ha hecho más patente en el caso de muchas niñas que ya no podrán volver a la escuela y que se acercan a la edad en la que tendrán que casarse o empezar a trabajar.

Desde el principio, el UNICEF ha sido y seguirá siendo un asociado imprescindible para velar porque se preste atención prioritaria a los niños en el marco de la lucha mundial contra la COVID-19.

Trabajando juntos, nos hemos puesto en contacto con las comunidades a fin de explicarles los riesgos que entraña esta enfermedad y de brindarles las herramientas necesarias para protegerse contra ella.

Hemos elaborado conjuntamente orientaciones para prevenir y controlar la COVID-19 en las escuelas.

Hemos intensificado las medidas de prevención y control de las infecciones para proteger a los trabajadores de la salud y les hemos ayudado a prestar una mejor atención médica y psicológica a los pacientes, sus familiares y sus comunidades.

Hemos adquirido y suministrado productos sanitarios básicos.

Hemos puesto a disposición métodos analíticos conjuntos que son necesarios para hacer frente eficazmente a la pandemia.

Hemos prestado apoyo a los países para que mantengan sus servicios de salud básicos, incluso en las situaciones de emergencia humanitaria.

Y, gracias al Acelerador del acceso a herramientas contra la COVID-19 y al Mecanismo COVAX, nos disponemos a desarrollar la mayor campaña de vacunación de la historia.

Las vacunas son la inyección de esperanza que todos necesitamos, en un sentido literal y también metafórico.

Sin embargo, no debemos olvidar que son un complemento que no puede sustituir a las medidas de salud pública de eficacia demostrada que países de todo el mundo han aplicado exitosamente para prevenir y contener la propagación generalizada del virus.

Los gobiernos, diversas instituciones y numerosas personas estamos asumiendo nuestro deber de luchar contra esta pandemia con los recursos de que disponemos.

Conseguiremos poner fin a la pandemia, pero las desigualdades que afectaban al mundo no desaparecerán solas.

No hay vacunas contra el cambio climático, la pobreza y la desnutrición.

Ninguno de estos problemas puede ser resuelto por una única organización.

Hay tres cuestiones en que la alianza entre la OMS y el UNICEF, tanto de forma bilateral como mediante el Plan de acción mundial a favor de una vida sana y bienestar para todos, se puede fortalecer y profundizar para trabajar conjuntamente a fin de ayudar a los países a responder, recuperarse y reconstruir.

En primer lugar, un objetivo importante que debemos tener en cuenta al prestar ayuda a los países para responder a la pandemia es conseguir que todas las personas y comunidades ―ricos y pobres, de zonas urbanas y rurales, ciudadanos en su país y también refugiados— accedan de forma equitativa a las vacunas, los medios de diagnóstico y los tratamientos que pueden salvarles la vida.

Hace un año éramos completamente vulnerables a este virus, pero ahora podemos detectarlo con pruebas diagnósticas rápidas, tratarlo con dexametasona y oxígeno y prevenirlo con vacunas.

Los niveles de urgencia, ambición y recursos con que se han desarrollado vacunas se deben acompañar de esfuerzos similares por distribuirlas equitativamente.

El UNICEF ha sido fundamental para adquirir vacunas y ayudar a los países a prepararse para distribuirlas rápidamente en cuanto se les suministran.

Gracias a nuestro trabajo conjunto hemos ayudado a 124 países a realizar evaluaciones de su grado de preparación para las campañas de vacunación.

Con todo, seguimos enfrentando graves problemas.

Diez países, que abarcan el 60% de producto interior bruto mundial, han acaparado el 75% de los más de 130 millones de dosis vacunales que se han distribuido en el mundo.

Paralelamente, casi 130 países que engloban una población de 2500 millones de personas no han administrado ni una sola dosis.

Además, muchos de estos países encuentran enormes dificultades para obtener equipos de protección personal, oxígeno, medicamentos y material con que realizar pruebas.

He emitido un llamamiento para conseguir que el 7 de abril de este año, fecha en que celebraremos el Día Mundial de la Salud, todos los países hayan empezado a vacunar a sus trabajadores de la salud.

El UNICEF, como institución respetada e influyente, puede aprovechar su experiencia y desempeñar una función fundamental con objeto de alcanzar esa meta, dirigiéndose a las comunidades para que entiendan y acepten la necesidad de vacunarse.

Puede hacer uso de su impresionante capacidad logística y de suministro para hacer llegar las vacunas hasta el último rincón.

Y puede negociar las soluciones más rentables para las comunidades a las que atiende.

En segundo lugar, al prestar apoyo a los países para recuperarse de esta pandemia, debemos contribuir a que mantengan sus servicios básicos de salud, entre los que se incluye la vacunación infantil sistemática.

Esta pandemia nos ha mostrado que solo podemos superar las grandes crisis de nuestro tiempo si se implican todas las administraciones y el conjunto de la sociedad.

Del mismo modo, necesitamos adoptar un enfoque multisectorial para solventar los obstáculos al desarrollo de los niños y las niñas, concretamente, para velar por su acceso a los servicios, su salud mental y su bienestar, su nutrición, los factores de riesgo de presentar enfermedades no transmisibles que puedan presentar en etapas posteriores de su vida, su rendimiento escolar, sus posibilidades de obtener un empleo y la necesidad de protegerlos frente a la violencia.

Y, en tercer lugar, tenemos que invertir en la atención primaria de salud para ayudar a los países a reconstruir tras la pandemia.

Esta crisis ha puesto claramente de manifiesto la importancia de la atención primaria, que actúa como los ojos y los oídos de todo sistema de salud y es el pilar básico de la cobertura sanitaria universal.

No olvidemos que no luchamos simplemente contra un virus, sino contra las desigualdades que exponen a los niños de muchos países a enfermedades mortales que en otros países se previenen con facilidad.

También contra las desigualdades que implican que muchas mujeres y sus bebés fallezcan debido a las complicaciones del parto en algunos países, mientras que en otros ese problema se erradicó hace tiempo.

Y luchamos para que la salud no sea un lujo al alcance de pocos, sino un derecho humano fundamental y el fundamento del mundo más seguro, justo y sostenible que todos deseamos.

La historia no nos juzgará solo por el modo en que pongamos fin a la pandemia de COVID-19, sino por nuestra capacidad para extraer enseñanzas e introducir cambios con objeto de mejorar el futuro de nuestros niños.

Muchas gracias.

 

Related