Alocución de apertura del Director General de la OMS en el Simposio sobre Vacunas y Salud Mundial - 23 de febrero de 2021

Desarrollo, estrategia y aplicación de vacunas contra la COVID-19

23 de febrero de 2021

Buenos días y buenas tardes a todos, y gracias por invitarme a hablar con ustedes. 

Estoy muy contento de estar de nuevo en Columbia, aunque sea virtualmente. 

Como saben, el primer gran discurso que pronuncié tras mi elección como Director General en 2017 fue en el Foro de Líderes Mundiales de Columbia, sobre el tema de la seguridad sanitaria. 

Comencé mi intervención describiendo la pandemia de gripe de 1918, que estalló durante la Primera Guerra Mundial, y aunque mató a más personas que la propia guerra, la pandemia fue rápidamente olvidada y sus lecciones no fueron tenidas en cuenta. 

Dije entonces que una epidemia devastadora podría comenzar en cualquier país y en cualquier momento y matar a millones de personas, porque no estamos preparados. 

Dije que la seguridad sanitaria mundial es tan fuerte como su eslabón más débil: nadie está seguro hasta que todos estemos seguros. 

Y dije que no sabemos dónde ni cuándo se producirá la próxima pandemia mundial, pero sí sabemos que tendrá terribles consecuencias en lo que respecta a las vidas humanas y la economía mundial. 

No me complace que la pandemia de COVID-19 coincida tanto con el escenario que esbocé aquel día. Ojalá me hubiera equivocado. 

Sin embargo, la OMS lleva años dando la voz de alarma, al igual que otros. 

Antes de que estallara la pandemia de COVID-19, la gente me preguntaba a menudo qué me quitaba el sueño. Yo respondía sin dudarlo: una pandemia mundial provocada por un virus respiratorio. 

La pandemia de COVID-19 ha demostrado que, efectivamente, el mundo no estaba preparado. 

Ya se han notificado a la OMS más de 110 millones de casos de COVID-19 en todo el mundo, y más de 2,5 millones de personas han fallecido. 

Sin embargo, vemos signos de esperanza. A nivel mundial, el número de casos notificados ha disminuido durante seis semanas consecutivas, y el número de muertes ha disminuido durante tres semanas seguidas. 

Esta tendencia nos recuerda que, aunque hoy estemos hablando de vacunas, la COVID-19 puede ser suprimida y controlada con medidas de salud pública de probada eficacia. 

Y de hecho, eso es exactamente lo que han hecho muchos países. 

Debemos recordar que, aunque se trata de una pandemia mundial, no todos los países han respondido de la misma manera, y no todos los países se han visto afectados de la misma forma. 

Una de las mayores tragedias de la pandemia es que, desde que empezó, todo el mundo ha tenido las herramientas para controlarla, pero no todos los países las han utilizado de forma eficaz. 

Es importante destacar que, aunque las vacunas empiecen a distribuirse por todo el mundo, estas complementarán, y no sustituirán, las medidas de salud pública que sabemos que funcionan. 

Pero no hay duda de que las vacunas son la inyección que todos necesitamos, literal y metafóricamente. 

El desarrollo y la aprobación de vacunas seguras y eficaces menos de un año después de la aparición de un nuevo virus es un logro científico increíble que debe cambiar nuestras expectativas sobre lo que es posible en el desarrollo de futuras vacunas. 

Me gustaría rendir homenaje a los investigadores, los participantes en los ensayos y las asociaciones público-privadas que lo han hecho posible. 

La velocidad del rayo a la que se han desarrollado las vacunas contra la COVID-19 no es casual. De hecho, se ha estado gestando durante años. 

Como dijo Tony Fauci durante la conferencia de prensa de la OMS de ayer, gran parte de los fundamentos científicos básicos que sustentan estas vacunas se desarrollaron hace años como parte de la búsqueda de una vacuna contra el VIH. 

Para la OMS, parte de la historia de las vacunas contra la COVID-19 se remonta al brote de ébola en África Occidental que se produjo de 2014 a 2016. 

Aunque el virus del ébola había sido identificado cuatro decenios antes, y a pesar de los años de investigación en los ámbitos académico y de la biodefensa, no había vacunas contra el ébola de probada eficacia, y la investigación se había estancado a nivel preclínico. 

En respuesta a ello, la OMS reunió un consorcio mundial para facilitar el rápido desarrollo y evaluación de varias vacunas candidatas. 

En Guinea, coordinamos un innovador ensayo de fase 3 y contratamos y formamos a personal nacional para llevarlo a cabo. 

Cuatro meses después, se anunciaron los datos preliminares de eficacia.Por entonces, el brote estaba disminuyendo y las vacunas llegaron demasiado tarde para beneficiar a la mayoría de los afectados. 

Sin embargo, las vacunas desarrolladas entonces han sido una herramienta vital en los posteriores y actuales brotes de ébola que, de manera simultánea pero sin relación entre sí, se han producido y se están produciendo en la República Democrática del Congo y Guinea. 

De hecho, la vacunación contra el ébola en Guinea ha comenzado hoy, y la vacunación en la República Democrática del Congo comenzó la semana pasada. 

El brote de ébola en África Occidental dio lugar a las vacunas, pero también al Plan de Investigación y Desarrollo de la OMS para hacer frente a epidemias, una estrategia para facilitar el rápido desarrollo de vacunas, pruebas diagnósticas y tratamientos en respuesta a los brotes. 

En el Plan de I+D, publicado en 2016, se estableció una lista de enfermedades prioritarias, entre ellas el SRAS, el MERS y las enfermedades por coronavirus en general, así como la enfermedad denominada «enfermedad X» provocada por un patógeno desconocido. Asimismo, en él se estableció una hoja de ruta para la investigación acerca de cada una de ellas. 

Una de las primeras hojas de ruta elaboradas fue para el coronavirus causante del MERS, que en ese momento había infectado a 1600 personas y causado casi 600 muertes. 

Gran parte del trabajo realizado para desarrollar vacunas contra el MERS sentó las bases para el desarrollo de vacunas contra el nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2. 

Como saben, en la víspera de Año Nuevo de 2019, se notificó a la OMS un conglomerado de casos de neumonía de causa desconocida en Wuhan (China). 

En dos semanas, los investigadores chinos identificaron un nuevo coronavirus como la causa del brote, y secuenciaron y publicaron su genoma. 

Esa misma semana, la OMS celebró la primera de una serie de convocatorias del Mecanismo de Coordinación Mundial de la Investigación y el Desarrollo. 

Posteriormente, en febrero del año pasado, la OMS reunió a más de 300 investigadores destacados de todo el mundo, en consonancia con el Plan de I+D, para determinar y acelerar la aplicación de una hoja de ruta de investigación sobre la COVID-19. 

Para abril, la OMS había publicado una serie de productos destinados a orientar el desarrollo de vacunas, como perfiles preferidos de productos, protocolos básicos para ensayos de vacunas, modelos animales y análisis, entre otros. 

Y hemos continuado haciendo un seguimiento del desarrollo de vacunas a nivel mundial. 

Más recientemente, la OMS ha incluido en su lista de uso en emergencias tres vacunas, a saber, la vacuna de Pfizer-BioNTech y dos versiones de la vacuna de AstraZeneca. 

La inclusión de vacunas en la lista OMS de uso en emergencias da luz verde a COVAX para comprar dichas vacunas y permite a los países acelerar su propia aprobación regulatoria para importar y distribuir las vacunas. 

Sin embargo, como solemos decir, no son las vacunas las que salvan vidas, sino la vacunación. 

Desde el principio de la pandemia, sabíamos que las vacunas serían una herramienta vital para controlarla. 

Pero también sabíamos por experiencia que la distribución equitativa de las vacunas no se produciría sin más. 

Los antirretrovíricos contra la infección por el VIH se aprobaron por primera vez en 1996, pero pasó más de un decenio antes de que los pobres del mundo tuvieran acceso a ellos. 

Del mismo modo, cuando estalló la pandemia de gripe por el virus H1N1 en 2009, se desarrollaron vacunas, pero para cuando los pobres tuvieron acceso a ellas, la pandemia ya había terminado. 

Por ello, en abril del año pasado, con el apoyo de Francia, Alemania, la Comisión Europea y una coalición de asociados entre los que se encontraban Gavi, la CEPI y otros organismos, la OMS puso en marcha el Acelerador del acceso a las herramientas contra la COVID-19 (Acelerador ACT). 

Los objetivos del Acelerador ACT eran dos: facilitar el rápido desarrollo de vacunas, pruebas diagnósticas y tratamientos contra la COVID-19, y distribuirlos equitativamente. 

El primer objetivo se ha logrado; el segundo está en peligro. 

A principios de año, hice un llamamiento a la acción para garantizar que la vacunación de los trabajadores de la salud y las personas mayores estuviera en marcha en todos los países en los primeros 100 días de este año. 

Hasta ahora, se han administrado más de 210 millones de dosis de vacunas en todo el mundo. 

Más de la mitad se han administrado en solo dos países, y más del 80% en 10 países. 

Me complace decir que los primeros envíos de dosis a través de COVAX se están realizando hoy. 

Sin embargo, muchos países aún no han administrado ni una sola dosis. 

Entendemos que los gobiernos tienen la obligación de proteger a su propia población. 

Pero la mejor manera de hacerlo es suprimiendo el virus en todas partes al mismo tiempo. 

Cuanto más circule el virus, más oportunidades tendrá de mutar de formas que podrían hacer que las vacunas fueran menos eficaces. Podríamos volver a la casilla de salida. 

Y en nuestro mundo interconectado, cuanto más tiempo persista la pandemia en cualquier lugar, más tiempo se interrumpirán el comercio y los viajes internacionales, y más tiempo llevará la recuperación. 

La equidad vacunal no es solo un imperativo moral; es un imperativo económico y estratégico. Va en el propio interés de cada país. 

La OMS y nuestros asociados del Acelerador ACT han sentado las bases. Hemos creado un mecanismo de compartición de dosis, establecido procesos rápidos para la inclusión de vacunas en la lista de uso en emergencias, puesto en marcha mecanismos de indemnización y compensación sin culpa y completado evaluaciones de la preparación en casi todos los países. 

A través de nuestras 150 oficinas en los países, hemos estado trabajando estrechamente con los países con el fin de prepararlos para desplegar las vacunas lo más rápidamente posible. 

Esto es una gran noticia, pero todavía nos enfrentamos a importantes retos para hacer realidad la promesa del Acelerador ACT y COVAX. 

En primer lugar, todavía tenemos un déficit de financiación de al menos $ 22 900 millones para el Acelerador ACT este año. 

La semana pasada, los países del G7 se comprometieron a aportar $ 4300 millones en concepto de nueva financiación, y varios países se comprometieron a compartir dosis con COVAX. 

Esto es muy bienvenido, pero necesitamos que todos los países den un paso adelante. 

Cuanto más tiempo pase sin que se subsane este déficit, más difícil será entender el motivo, dado que se trata de una pequeña fracción de los billones de dólares que se han movilizado para los paquetes de estímulo. 

En segundo lugar, pedimos a todos los países que respeten los contratos de COVAX y no compitan con ellos. 

Algunos países siguen firmando acuerdos bilaterales mientras otros no tienen nada. 

Seguimos oyendo hablar de países de altos ingresos que expresan su apoyo a COVAX en público, pero que en privado suscriben contratos que lo socavan ofreciendo precios más altos y reduciendo el número de dosis que puede comprar COVAX. 

Y, en tercer lugar, necesitamos un aumento urgente de la fabricación para incrementar el volumen de vacunas. 

Eso significa establecer alianzas innovadoras que incluyan la transferencia de tecnología, la concesión de licencias y otros mecanismos para resolver los cuellos de botella de la producción. 

Ninguno de estos retos es insuperable. 

El mundo ya ha demostrado que, ante una amenaza sin precedentes, podemos hacer cosas sin precedentes. 

Con medidas de salud pública de eficacia probada, pruebas diagnósticas rápidas, oxígeno, dexametasona y vacunas, tenemos todas las herramientas que necesitamos para controlar la pandemia. 

Que lo hagamos o no ya no pone a prueba nuestros conocimientos científicos; pone a prueba nuestro carácter. 

Gracias.