Buenos días, buenas tardes y buenas noches.
Tras varias semanas en las que el número de casos notificados de COVID-19 habían disminuido, las cifras vuelven a aumentar en todo el mundo, especialmente en algunas zonas de Asia.
Ese aumento se produce a pesar de que el número de pruebas de detección se ha reducido en algunos países, lo que significa que los casos que observamos son solo la punta del iceberg.
Nosotros sabemos que cuando aumenta el número de casos, aumenta también el número de defunciones.
Se prevén constantes brotes y aumentos repentinos a escala local, especialmente en zonas en las que se han levantado las medidas de prevención de la transmisión.
Sin embargo, los elevados niveles de mortalidad alcanzados en muchos países son inaceptables, en particular en aquellos con bajas tasas de vacunación de las poblaciones vulnerables.
Cada país afronta una situación diferente, y diferentes son sus retos, pero la pandemia no ha acabado.
Instamos a todos los países a que se mantengan vigilantes. Es preciso proseguir con la vacunación, las pruebas de detección, la secuenciación, la atención temprana de los pacientes y la aplicación de medidas de salud pública de sentido común que protejan a los trabajadores de la salud y al público.
Seguimos haciendo un llamamiento a todas personas para que se vacunen, donde haya vacunas disponibles.
Y seguimos trabajando noche y día para ampliar el acceso a las vacunas en todo el mundo.
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Ahora, a Ucrania.
La prioridad de la OMS sigue siendo el apoyo a los trabajadores de la salud y al sistema de salud, para permitirles mantener la prestación de servicios de atención de salud que satisfagan las necesidades sanitarias inmediatas.
Hemos establecido líneas de suministro hacia muchas ciudades de Ucrania, pero las dificultades de acceso persisten.
Hasta el momento hemos enviado unas 100 toneladas métricas de suministros, en particular oxígeno, insulina, insumos quirúrgicos, anestésicos y material para transfusiones de sangre.
También se han distribuido generadores de oxígeno, generadores de electricidad, desfibriladores y otros equipos, y estamos preparando el envío de otras 108 toneladas métricas.
Estamos coordinando el despliegue de 20 equipos de emergencias médicas, integrados por expertos de muchos países, y esperamos una petición oficial de asistencia por parte del Ministerio de Salud de Ucrania.
Además, hemos abierto una oficina sobre el terreno en Polonia, a fin de respaldar nuestras operaciones en Ucrania y coordinar la respuesta a las necesidades sanitarias de los refugiados.
Sin embargo, estamos afrontando restricciones financieras que limitan nuestra capacidad para prestar la asistencia necesaria.
Hasta el momento, la OMS ha recibido solo US$ 8 millones de los US$ 57,5 millones que había solicitado.
Se están gastando enormes sumas de dinero en armas. Pedimos a los donantes que inviertan para asegurar que los civiles y los refugiados de Ucrania reciban la atención que necesitan.
Y seguimos pidiendo que cesen los ataques a la infraestructura sanitaria.
Más de 300 establecimientos de salud se encuentran a lo largo de las líneas de conflicto o en zonas actualmente bajo control de Rusia, y otros 600 establecimientos están a 10 kilómetros de la línea del frente.
Desde el comienzo de la guerra en Ucrania la OMS ha verificado 43 ataques sobre infraestructura sanitaria.
La OMS condena todos los ataques sobre la infraestructura sanitaria dondequiera que ocurran.
Trágicamente, Ucrania no es el único lugar en el que pacientes, trabajadores de la salud, establecimientos, infraestructura y suministros son objetivos de ataques.
Solo han transcurrido 75 días de 2022, y la OMS ya ha verificado 89 ataques sobre objetivos sanitarios en todo el mundo, en Afganistán, Burkina Faso, Libia, Nigeria, el territorio palestino ocupado, la República Árabe Siria, la República Democrática del Congo, el Sudán y, por supuesto, Ucrania.
En total, esos ataques causaron traumatismos a 53 personas y la muerte a 35, entre ellos algunos trabajadores de la salud.
Ese balance incluye a ocho trabajadores de la salud del área de la poliomielitis que fueron asesinados en el Afganistán el mes pasado.
Los ataques sobre infraestructura sanitaria no solo pone en peligro las vidas, sino que, además, priva a las personas de la atención de salud que necesitan con urgencia y colapsa los ya de por sí sobrecargados sistemas de salud.
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Si bien Ucrania está en el foco de atención de todo el mundo, dista mucho de ser la única crisis a la que está respondiendo la OMS.
Se estima que las dos terceras partes de la población del Yemen, más de veinte millones de personas, necesitan atención de salud.
En el Afganistán, más de la mitad de la población sufre necesidades debidas a la malnutrición generalizada y a un aumento repentino de la incidencia del sarampión, entre muchos otros problemas.
En Etiopía, 6 millones de personas en Tigray han estado sometidas al bloqueo impuesto por fuerzas de Etiopía y Eritrea durante casi 500 días, aisladas del mundo exterior.
Prácticamente no hay combustible, ni dinero ni comunicaciones.
Desde mediados de diciembre no se ha enviado ninguna ayuda alimentaria.
El 83% de la población sufre inseguridad alimentaria. Nuestros asociados están agotando los pocos alimentos que aún tienen y el combustible para transportarlo.
Unas tres cuartas partes de los establecimientos de salud evaluados por la OMS han sido dañados o destruidos.
En febrero, la OMS envió a Tigray por vía aérea más de 33 toneladas métricas de medicamentos y otros suministros (suficientes para 300 000 personas), en la primera oportunidad que tuvo para enviar suministros desde julio del año pasado.
En las dos últimas semanas, la OMS y sus asociados han distribuido suministros a 65 establecimientos de salud en Tigray, pero se necesita mucho más, por lo que estamos preparando el envío de otras 95 toneladas métricas de insumos, si bien todavía no hemos obtenido autorización.
Estimamos que en Tigray se necesitan 2200 toneladas métricas de suministros sanitarios de emergencia para responder a las urgentes necesidades sanitarias. Solo se han enviado 117 toneladas métricas, menos del 1% de lo necesario.
Ahora bien, sin combustible, aunque pudiésemos llevar los suministros sería muy difícil, si no imposible, distribuirlos en los lugares que los necesitan.
La situación humanitaria en la vecina región de Afar también sigue deteriorándose, con decenas de miles de personas desplazadas que necesitan alimentos, alojamiento y servicios de salud.
Pero, aunque las regiones aledañas de Afar y Amhara también se han visto afectadas, habíamos tenido un acceso mucho mejor a esas dos regiones que el que tenemos en Tigray.
¿Cuáles son las consecuencias de todo esto? Las personas están muriendo.
No hay medicamentos para 46 000 personas que necesitan tratamiento contra el VIH, por lo que el programa se ha abandonado. Las personas con tuberculosis, hipertensión, diabetes y cáncer tampoco reciben tratamiento, y muchas han muerto.
Debido a la falta de combustible, algunos de nuestros asociados se están viendo obligados a reducir sus operaciones.
La situación es catastrófica.
El bloqueo de las comunicaciones, incluso para periodistas que pueden informar desde Tigray, significa que esta sigue siendo una crisis olvidada; ojos que no ven, corazón que no siente.
Sí, yo soy de Tigray y esta crisis me afecta a mí, a mi familia y a mis amigos de forma muy personal.
Pero, como Director General de la OMS, tengo el deber de proteger y promover la salud dondequiera que se vea amenazada, y no existe lugar en el mundo en el que la salud de millones de personas esté más en peligro que en Tigray.
Así como seguimos pidiendo a Rusia que dé una oportunidad a la paz en Ucrania, seguimos pidiendo a Etiopía y Eritrea que permitan el acceso seguro de suministros y agentes humanitarios para poder salvar vidas.
La paz es la única solución en Ucrania, el Yemen, el Afganistán y Etiopía.