Discurso del Director General de la OMS en la primera sesión del Foro mundial sobre nuevas amenazas para la seguridad

Sesión 1. Seguridad en la esfera de la salud: cooperación internacional para reforzar la respuesta a las nuevas crisis de la seguridad y la salud

16 de noviembre de 2021

Estimados colegas y amigos, 

Permítanme empezar dando las gracias a la República de Corea por acoger este acto y felicitándola por su papel de liderazgo en el ámbito de la seguridad sanitaria mundial. La República de Corea preside el Grupo de Apoyo a la Respuesta Mundial frente a las Enfermedades Infecciosas, con sede en Ginebra, y el Grupo de Amigos de la Solidaridad para la Seguridad Sanitaria Mundial ubicado en Nueva York. 

La COVID-19 nos ha demostrado que las pandemias son algo más que crisis sanitarias y que tienen repercusiones sociales, económicas, políticas y para la seguridad nacional. 

Esta pandemia se ha cobrado oficialmente más de 5 millones de vidas, contando solo las muertes registradas; sabemos que las cifras reales son mucho mayores. 

En estos momentos , Europa está experimentando una nueva ola de casos y defunciones. 

Las desigualdades en el acceso a las vacunas en el mundo, junto con la aplicación dispar y falta de coherencia de las medidas de salud pública, están prolongando la pandemia y dando al virus más oportunidades para circular y mutar. 

También sabemos que muchas personas, en un número todavía desconocido, presentan COVID-19 de larga duración, una enfermedad que, por el momento, no entendemos bien. 

Los sistemas de salud se han desbordado y millones de personas se han visto privadas del acceso a servicios sanitarios vitales. Los progresos logrados en la lucha contra la infección por el VIH, la tuberculosis, el paludismo y muchas otras enfermedades se han estancado o se han revertido. 

Millones de niños han dejado de recibir vacunas de administración sistemática y han perdido meses de escolarización. 

Millones de personas han perdido su empleo o han caído en la pobreza. 

La economía mundial sigue intentando salir de la recesión. 

Las divisiones políticas se han profundizado, a nivel tanto nacional como mundial. 

Las desigualdades han aumentado. 

Se ha menospreciado a la ciencia y se ha divulgado información abundante errónea. 

Y todo esto está destinado a repetirse, a menos que las naciones del mundo se unan para decir con una sola voz: nunca más. 

En suma, esta pandemia ha puesto de manifiesto una crisis de la solidaridad que ha expuesto y exacerbado los defectos fundamentales de la estructura sanitaria mundial: 

Una gobernanza compleja y fragmentada; 

Una financiación insuficiente; 

Y unos sistemas e instrumentos inadecuados. 

Los mecanismos voluntarios no solo no han resuelto estos problemas, sino que los han agravado.             

La única forma de superarlos es la adopción por las naciones de un tratado o acuerdo vinculante: un pacto basado en la premisa de que el futuro no puede ser sino un futuro en común.  

Este instrumento podría establecer principios acordados al más alto nivel para reforzar la solidaridad y la equidad, con un enfoque basado en el principio de «Una sola salud», que tiene en cuenta los estrechos vínculos entre la salud de los seres humanos, los animales y el planeta que nos sustenta. 

Hacemos un llamamiento a todos los países para que apoyen el establecimiento de dicho acuerdo, que se examinará durante una reunión extraordinaria de la Asamblea Mundial de la Salud a finales de este mes. 

En la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) celebrada la semana pasada fuimos testigos de la importancia de los tratados para hacer frente a amenazas que nos afectan a todos. 

Aunque no es la solución perfecta, reunir a las naciones para encontrar un terreno común es la única manera de lograr progresos duraderos en la lucha contra estas amenazas. 

Hemos alcanzado tratados sobre armas nucleares, químicas y biológicas y sobre muchos otros peligros generados por el ser humano, y estoy seguro de que la comunidad internacional puede convenir en la necesidad de adoptar un planteamiento colectivo para hacer frente a los riesgos que surgen de nuestra relación con la naturaleza. 

Este acuerdo establecería un marco general para potenciar la cooperación internacional y reforzaría la seguridad sanitaria mundial en cuatro líneas principales: 

En primer lugar, una mejor gobernanza. 

La gobernanza de la seguridad mundial en el ámbito de la salud es compleja, está fragmentada y no ha garantizado que se responda colectivamente con eficacia ni se proporcione acceso equitativo a las vacunas y otras herramientas. 

Las amenazas de gran peligrosidad requieren una movilización política igualmente importante. Por eso, creemos que un consejo integrado por Jefes de Estado y albergado por la OMS puede dar el impulso político al más alto nivel necesario para actuar con rapidez y coordinación. 

Proponemos que este Consejo se apoye en un comité ministerial permanente que, si el trabajo que desarrollan actualmente los Estados Miembros da frutos, se establecerá bajo los auspicios del Consejo Ejecutivo de la OMS. 

En segundo lugar, una mejor financiación. 

El funcionamiento mediante ciclos de entrada en pánico y de abandono han creado un sistema inestable e imprevisible de financiación de la seguridad sanitaria mundial. 

Para reforzar la capacidad de defensa del mundo, esta financiación debe ser previsible, equitativa y acorde con las prioridades nacionales, regionales y mundiales, y se ha de obtener de forma extraordinaria cuando se necesite. 

Si el sistema se financia solamente a partir de aportaciones voluntarias al desarrollo, lo único que se conseguirá es aumentar la competencia por unos recursos que, ya de por sí, son escasos. 

La OMS aboga por establecer un fondo de intermediarios financieros en el marco del Banco Mundial para obtener fondos adicionales que cubran las carencias detectadas por nuestra Organización y financiados por los países y las organizaciones regionales, que se deberán repartir responsabilidades. 

En tercer lugar, necesitamos mejorar los sistemas de los instrumentos que utilizamos para predecir, prevenir y detectar los brotes que puedan convertirse en epidemias o pandemias y para actuar con rapidez frente a ellos. 

La OMS ya está trabajando para poner en marcha algunas de estas herramientas. 

En septiembre inauguramos en Berlín el Centro de Información de la OMS sobre Pandemias y Epidemias, con el que se pretende potenciar el intercambio de datos e información entre países y mejorar la vigilancia mundial aprovechando el poder de la inteligencia artificial y otras tecnologías avanzadas. 

Otras iniciativas en marcha son el sistema BioHub de la OMS, pensado para que los países cuenten con un mecanismo fiable, seguro y transparente para intercambiar nuevos materiales biológicos. 

Además, estamos utilizando experimentalmente el examen universal de la salud y la preparación, un mecanismo de revisión por pares para ayudar a los países en sus actividades de preparación, siguiendo el modelo del examen periódico universal que utiliza el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. 

Recientemente hemos creado también el Grupo Consultivo Científico Internacional sobre los Orígenes de Nuevos Patógenos, de mandato permanente, que debe definir una forma más sistemática de detectar el origen de las nuevas epidemias. 

Y, por último, el mundo necesita que la OMS ocupe el centro de la estructura sanitaria mundial y sea más fuerte, más autónoma y disponga de una financiación sostenible. 

Con sus 194 Estados Miembros y 150 oficinas en los países, la OMS tiene a nivel mundial un mandato, un alcance y una legitimidad únicos. 

Sin embargo, a lo largo de las últimas décadas, la OMS se ha visto progresivamente afectada por el desequilibrio entre las contribuciones señaladas y las de carácter voluntario que la ha debilitado, distorsionando su presupuesto y limitando su capacidad para cumplir lo que sus Estados Miembros esperan de ella. 

Uno de los principales peligros para la seguridad sanitaria mundial sería que la OMS se debilitará todavía más o que se fragmentara en mayor medida la estructura sanitaria mundial. 

La pandemia de COVID-19 ha demostrado claramente que la salud no es un lujo, sino un derecho humano; que no solo genera costos, sino que representa una inversión; y que no es únicamente un resultado del desarrollo, sino la base misma de la estabilidad y la seguridad social, económica y política. 

En los meses y años venideros, otras crisis reclamarán nuestra atención y nos distraerán del imperativo de actuar ahora. 

Pero, en este momento, todos los países deben invertir en un futuro más saludable, más seguro y más justo. 

Gracias.