Maria Neira, Michaela Pfeiffer, Diarmid Campbell-Lendrum, Annette Prüss-Ustün
Departamento de Salud Pública y Determinantes Medioambientales y Sociales de la Salud, OMS
El artículo dedicado a la labor de la Comisión Lancet sobre contaminación y salud que firman Philip Landrigan y otros colegas (1) es una publicación de gran trascendencia, que pone de relieve la repercusión de la contaminación ambiental en los niveles de mortalidad y morbilidad y la consiguiente necesidad de una voluntad política mucho más vigorosa para afrontar eficazmente este problema.
La OMS lleva tiempo señalando las importantes repercusiones de la integridad del medio ambiente en la salud y el desarrollo de las personas. Sabemos, por la última evaluación de la carga de morbilidad realizada por la OMS, que cada año mueren al menos 12,6 millones de personas por causas prevenibles ligadas al medio ambiente (2), cifra que supone casi una cuarta parte de la mortalidad mundial anual. Los factores de riesgo ambientales (vinculados sobre todo a la influencia de la contaminación atmosférica en las enfermedades no transmisibles) están impulsando al alza los costos de la atención sanitaria, que representan casi un 10% del producto interior bruto mundial (3), (4). Por añadidura, como destaca la Comisión, son las poblaciones vulnerables de los países de ingresos bajos y medios las que corren con las peores consecuencias. Se trata de una pérdida inaceptable de vidas y de potencial de desarrollo humano.
Hoy en día tenemos más conocimiento, más pruebas y más comprensión que nunca de los modos y mecanismos por los que el clima y el cambio climático repercuten en la salud. Sabemos qué políticas e intervenciones sectoriales sirven para combatir eficazmente las causas últimas de enfermedad (p.ej. en energía, transporte, vivienda o agricultura) y en qué lugares (ciudades, lugares de trabajo o domicilios) esas intervenciones tendrán seguramente mayor influencia. Las políticas energéticas que facilitan o amplían el acceso de los hogares a combustibles limpios para la cocina, la calefacción y la iluminación en países de ingresos bajos y medios ayudarán a evitar los 3,5 millones de fallecimientos al año cuya causa reside en la contaminación del aire de las viviendas (5). También conocemos muchos de los beneficios indirectos para la salud, el medio ambiente y la economía que podrían concurrir si se abordaran la planificación y las políticas de desarrollo desde planteamientos más integrados.
Tal es el caso en particular de las ciudades, en las que viven casi 4 000 millones de personas, cerca de la mitad de la población mundial (6). Esas personas están expuestas a una serie de amenazas ambientales, como las que resultan de las deficientes condiciones de vivienda, transporte, abastecimiento de agua potable, saneamiento y gestión de desechos. El aire que respira casi el 90% de la población urbana del mundo incumple los límites indicativos de calidad del aire establecidos por la OMS (7). Dado que la mayor parte del crecimiento demográfico del futuro se concentrará en las ciudades, es imperativo planificar y ordenar el desarrollo urbano de tal manera que las ciudades lleguen a ser núcleos de salud y bienestar. Las políticas sectoriales en ámbitos como la energía, la planificación urbana, el transporte o las infraestructuras deben ser concebidas y aplicadas teniendo presentes una serie de objetivos ambientales y sanitarios claros y tangibles.
Sin embargo, la gestión de las amenazas ambientales que se ciernen sobre la salud también presenta hoy más dificultades que nunca. Como explica de forma convincente la Comisión Lancet, la naturaleza, procedencia e influencia de los factores ambientales evolucionan sin cesar. Algunos países hacen frente ahora a una combinación de problemas ambientales y sanitarios irresolutos y nuevos por la cual, por ejemplo, las poblaciones más pobres carecen de acceso a agua potable, combustibles domésticos limpios y servicios de saneamiento, mientras que otras poblaciones están cada vez más expuestas a productos químicos, radiaciones, aire contaminado y nuevos y más complejos peligros profesionales. Conflictos y desastres naturales completan el panorama y complican aún más estos problemas de gobernanza.
"Hoy en día tenemos más conocimiento, más pruebas y más comprensión que nunca de los modos y mecanismos por los que el clima y el cambio climático repercuten en la salud."
Maria Neira, Michaela Pfeiffer, Diarmid Campbell-Lendrum, Annette Prüss-Ustün
Departamento de Salud Pública y Determinantes Medioambientales y Sociales de la Salud de la OMS
Expresado llanamente, las fórmulas empleadas para gestionar las amenazas ambientales para la salud han dejado de estar adaptadas al contexto actual de desarrollo. Nos hace falta otro planteamiento. Aunque desde luego necesitamos más estrategias de control de la contaminación para definir e imponer por la vía normativa valores límite de emisiones al medio ambiente y fomentar un uso creciente de las mejores técnicas disponibles y de prácticas ambientales idóneas, la contaminación no es la causa última que induce un precario estado de salud. La contaminación es más bien síntoma y consecuencia imprevista de un desarrollo poco sano y nada sostenible. Para reducir duraderamente la carga mundial de morbilidad medioambiental debemos incidir en la raíz del problema y trabajar sobre los factores que causan y potencian la contaminación para asegurarnos de que las políticas e inversiones en pro del desarrollo sean, por su propia concepción, sanas y sostenibles y de que las decisiones que todos tomamos (desde los gobiernos y el sector privado hasta cada uno de nosotros) se traduzcan en el cultivo de un entorno más sano y seguro. Dicho de otro modo: debemos ir más allá del mero principio de “no ocasionar daños” y lograr que el desarrollo sirva para mejorar activa y expresamente los factores ambientales y sociales que dan origen a las enfermedades o exponen a las poblaciones a ellas.
La labor de la Comisión Lancet no podía llegar en un momento más oportuno, dada la clara necesidad de generalizar las actividades en pro de este objetivo. En torno al Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, posiblemente uno de los tratados más importantes de las últimas décadas para la salud pública, se ha generado en el mundo una dinámica cada vez más pujante que, sumada a la creciente demanda mundial de acceso universal a fuentes limpias de energía y de un desarrollo urbano sostenible, recogida en la “Nueva Agenda Urbana” (8), brinda al sector de la salud la oportunidad estratégica de influir en aquellas políticas e inversiones de desarrollo que puedan traducirse en grandes amenazas ambientales para la salud.
La OMS, por su parte, ha privilegiado esta línea de trabajo al poner especial acento en “los efectos del cambio climático y medioambiental en la salud” (9) como una de las cuatro grandes prioridades sanitarias para el próximo lustro 5. Ahora la Organización amplía también la escala de su programa de trabajo sobre salud y medio ambiente, haciendo mayor hincapié en las labores de promoción y sensibilización y en la prestación de apoyo técnico a los países, sobre todo a los más vulnerables a los efectos del cambio climático, y aprovechando la labor de colaboradores y grupos de interesados fundamentales en sectores como los de energía, medio ambiente, agua y saneamiento o planificación urbana. Con ello, y gracias a una armonización más estrecha de su labor con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la OMS reafirma su compromiso de remodelar el panorama sanitario y los determinantes de la salud para adaptarlos al actual contexto de desarrollo sostenible.
La transición a un medio ambiente más sano y seguro exigirá una labor coordinada y la aportación de toda una panoplia de interlocutores tanto del sector de la salud como ajenos a él. Esta labor debe venir respaldada por datos convincentes y científicamente contrastados. La OMS aplaude y celebra la oportuna labor de la Comisión Lancet sobre contaminación y salud por su contribución a esta empresa de dimensión mundial en ambos frentes.
Referencias
(1) Landrigan PJ, Fuller R, Acosta NJR, et al. The Lancet Commission on pollution and health. Lancet 2017, published online Oct 19.
(2) Prüss-Ustün A, Wolf J, Corvalán C, Bos R, Neira M. Preventing disease through healthy environments: a global assessment of the burden of disease from environmental risks. Geneva: World Health Organization, 2016. (accessed Sept 18, 2017).
(3) WHO. World Health Organization Global Health Expenditure Database. (accessed Sept 18, 2017).
(4) The World Bank. World Bank Open Data. DataBank. Health expenditure, total (% of GDP). (accessed Sept 18, 2017).
(5) WHO. Burning opportunity: clean household energy for health, sustainable development, and wellbeing of women and children. Geneva: World Health Organization, 2016. (accessed Sept 18, 2017).
(6) The World Bank. Urban population World Bank staff estimates based on United Nations, world urbanization prospects. (accessed Sept 18, 2017).
(7) WHO. Ambient air pollution: a global assessment of exposure and burden of disease. Geneva: World Health Organization, 2016. (accessed Sept 18, 2017).
(8) UN. The New Urban Agenda adopted at Habitat III: the United Nations Conference on Housing and Sustainable Urban Development on 20 October 2016. 2016. (accessed Sept 18, 2017).
(9) WHO. Priorities: health impacts of climate and environmental change. 2017. (accessed Sept 18, 2017).
Este comentario fue publicado originalmente en The Lancet. .