Galletas. Pizza. Pasteles. Deliciosos, pero potencialmente letales. Además de que por lo general tienen un alto contenido en azúcar, sal o grasas, también pueden contener un ingrediente tóxico que cada año provoca la muerte de casi 300 000 personas por cardiopatía coronaria: las grasas trans de producción industrial.
Inventadas a principios del siglo XX como sucedáneo de la mantequilla y posteriormente utilizadas para incrementar el tiempo de conservación de los productos alimentarios, las grasas trans de producción industrial son un producto sumamente peligroso para la salud humana. No existe un nivel inocuo de consumo. Por suerte, este aditivo alimentario tóxico puede sustituirse fácilmente por alternativas más saludables que no presentan diferencia alguna en el sabor ni en los costos de fabricación y pueden salvar cientos de miles de vidas cada año.
Hace seis años, la OMS hizo un llamamiento a los países y al sector alimentario para eliminar las grasas trans de producción industrial del suministro mundial de alimentos. En aquel momento, solo un pequeño porcentaje de la población mundial (menos de una de cada 10 personas) estaba protegido contra esta sustancia química tóxica.
En un nuevo informe de la OMS sobre la situación de la eliminación mundial de las grasas trans se detallan los enormes progresos logrados en los últimos años. Actualmente, 53 países que suman casi 4000 millones de habitantes aplican las políticas de prácticas óptimas recomendadas por la OMS, como prohibiciones o límites a las grasas trans, lo que supone eliminar este importante riesgo para la salud en casi la mitad de la población mundial.
La OMS ha otorgado su reconocimiento a cinco países (Arabia Saudita, Dinamarca, Lituania, Polonia y Tailandia) por sus iniciativas –pioneras en todo el mundo– de eliminar por completo las grasas trans, al haber ido más allá de la mera adopción de políticas de prácticas óptimas en materia de grasas trans para incluir marcos de monitoreo y aplicación que permitirán fomentar al máximo y sostener los beneficios que dichas políticas conllevan para la salud.
Con todo, aún nos queda mucho por hacer. Más de 4000 millones de personas siguen sin estar protegidas contra esta sustancia química tóxica. A escala mundial, la mayoría de las demás muertes debidas a las grasas trans se concentran en solamente ocho países, la mayoría en África y en la zona de Asia-Pacífico. Aplicar las políticas de prácticas óptimas también en todos esos países podría contribuir a prevenir el 90% de las muertes en todo el mundo asociadas a este ingrediente nocivo, un hito importante en la lucha contra las enfermedades no transmisibles.
Y a medida que las restricciones a las grasas trans aumenten en todo el mundo, los fabricantes de alimentos probablemente despacharán los productos que contienen esta sustancia química tóxica, y que se han prohibido en los otros países, hacia un número cada vez menor de mercados sin reglamentación.
Todos los países, independientemente de su nivel de ingreso, pueden proteger a su población promulgando reglamentaciones, incluso si los niveles de grasas trans en los alimentos son bajos. La eliminación de las grasas trans es una forma costoeficaz de abordar el problema de las enfermedades no transmisibles y de salvar vidas, como ilustran los estudios realizados en la Argentina, los Estados Unidos, Kenya, Nigeria, el Reino Unido y la Unión Europea, que demuestran que las grasas trans de producción industrial pueden eliminarse y sustituirse por grasas o aceites más saludables sin que se vean afectados los costos, el sabor o la disponibilidad de los alimentos.
Los países que han puesto en marcha políticas de prácticas óptimas en materia de grasas trans pueden prestar apoyo a los otros países a seguir su camino compartiendo su experiencia y saber hacer. Los fabricantes de alimentos, especialmente los conglomerados nacionales y mundiales que durante tanto tiempo han obtenido beneficios de los productos que contienen las letales grasas trans, tienen la responsabilidad ante los consumidores de invertir en sustitutos más saludables. Los defensores en la comunidad mundial deberían seguir presionando hacia la eliminación total de las grasas trans introduciendo las políticas de prácticas óptimas recomendadas por la OMS.
Se necesitan tres acciones prioritarias para lograr un mundo sin grasas trans.
En primer lugar, hacemos un llamamiento a todos los gobiernos para que limiten o prohíban las grasas trans en todos los alimentos, en consonancia con la política recomendada por la OMS. Ello incluye un límite nacional de 2 gramos de grasas trans de producción industrial por cada 100 gramos de grasa total en todos los alimentos, y la prohibición de ámbito nacional, con carácter obligatorio, de producir o utilizar aceites parcialmente hidrogenados –una fuente importante de grasas trans artificiales– como ingrediente en todos los alimentos.
En segundo lugar, hacemos un llamamiento a los gobiernos para que garanticen que los límites y las prohibiciones se monitorean y se aplican. Con el fin de alentar y fortalecer el cumplimiento de la ley, la OMS ha establecido el Programa de Validación de la Eliminación de las Grasas Trans para reconocer oficialmente los esfuerzos de los países por eliminar las grasas trans, de forma similar a como la OMS valida a los países por la eliminación del paludismo o las enfermedades tropicales desatendidas.
Por último, hacemos un llamamiento a la industria alimentaria para que aplique las recomendaciones de la OMS, asegurándose de que cuando se eliminan las grasas trans, se sustituyan por grasas y aceites más saludables y se reduzcan al mínimo las grasas vinculadas a las enfermedades cardiovasculares y al mayor riesgo de padecerlas, como las grasas saturadas. Las empresas también deberían acordar no vender productos que contengan grasas trans en mercados donde aún no existan políticas conexas. Los grandes fabricantes de alimentos y un gran productor de ingredientes han adoptado medidas en ese sentido, y otras empresas deberían seguir su ejemplo.
El impulso hacia la eliminación mundial de las grasas trans artificiales de producción industrial constituye una movilización sin precedentes en todo el mundo para eliminar por completo un factor de riesgo alimentario que provoca cardiopatías. Sabemos lo que se debe hacer, sabemos cómo hacerlo y sabemos que funciona. El mundo progresa a buen ritmo. Ha llegado el momento de que los mandatarios nacionales lleguen hasta el final en la tarea de proteger a su población de este aditivo alimentario tóxico.
El Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus es Director General de la Organización Mundial de la Salud. Pueden seguirlo en X: @DrTedros, o en LinkedIn.
El Dr. Tom Frieden, quien como director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos de 2009 a 2017 supervisó las respuestas a las epidemias de gripe H1N1, ébola y zika, es Presidente y Director Ejecutivo de Resolve to Save Lives. Pueden seguirlo en X: @DrTomFrieden, o en LinkedIn.