Cumplir la promesa realizada a las mujeres que lograrán la cobertura sanitaria universal

12 de diciembre de 2019

Las mujeres siempre han asumido un papel de liderazgo esencial en sus comunidades, ya sea como curanderas tradicionales, poseedoras de fórmulas medicinales, cuidadoras de enfermos o parteras. Todavía es el caso en muchas sociedades tradicionales. Sin embargo, cuando la medicina adquirió un carácter oficial, las mujeres tuvieron que abrirse camino y esto explica en parte por qué, en la actualidad, las mujeres ocupan principalmente puestos de categoría inferior y mal remunerados, a pesar de constituir el 70 % del personal sociosanitario.

El presente Día Internacional de la Cobertura Sanitaria Universal (CSU) es el primero que se conmemora desde la histórica reunión de alto nivel de las Naciones Unidas sobre la CSU, celebrada en septiembre de 2019, en la que los Jefes de Estado y de Gobierno se comprometieron firmemente a lograr la CSU. Una de las promesas más importantes que hicieron fue la de abordar las desigualdades de género en la fuerza laboral sociosanitaria que perjudican a las mujeres y les impiden asumir funciones de liderazgo. Los Jefes de Estado y de Gobierno acordaron unánimemente que la situación tiene que cambiar por tres motivos fundamentales:

En primer lugar, es nuestro deber moral cuidar de las personas que nos cuidan en los momentos de mayor vulnerabilidad. Un contrato social razonable es que, a cambio de la labor que realizan por nosotros, las trabajadoras de la salud disfruten de condiciones de trabajo dignas que les permitan centrarse en su trabajo sin miedo a ser víctimas de la violencia o el acoso. Tienen derecho a recibir la misma remuneración y, evidentemente, a ser remuneradas por el trabajo que llevan a cabo. Sin embargo, la mitad de los US$ 3 billones que las trabajadoras de la salud contribuyen al producto interior bruto mundial es en forma de trabajo no remunerado. Los sistemas de salud no pueden ser fuertes cuando se sustentan en la base frágil y no equitativa del trabajo no remunerado realizado por mujeres y niñas. Reconocer y remunerar de forma justa todo el trabajo que realizan las mujeres en la atención sanitaria y social redundará en sistemas de salud más fuertes para todos nosotros.

En segundo lugar, se deben crear 18 millones de empleos nuevos en el ámbito de la atención sanitaria y social, principalmente en los países de ingresos bajos y medianos, para lograr el objetivo de CSU. Y esto en un contexto en el que se prevé que la demanda de personal aumentará a 40 millones de agentes de salud de aquí a 2030. Debido a los cambios demográficos y al aumento de la esperanza de vida, el sector de la salud es uno de los sectores económicos de mayor crecimiento y la oferta no aumenta al mismo ritmo que la demanda. Sería una tragedia haber conseguido un compromiso con la CSU al más alto nivel político y no cumplirlo porque no contamos con agentes de salud para prestar los servicios. El número de mujeres que estudian medicina y acceden a puestos de trabajo en el sector de la salud ha alcanzado cotas sin precedentes en la mayoría de los países y parece que esta tendencia continúa. Debemos eliminar todas las barreras que obstaculicen la entrada y el progreso de las mujeres con el objetivo de alentarlas a incorporarse a ocupaciones en el sector de la salud y permanecer en ellas. Las mujeres ocuparán la mayoría de los puestos de trabajo del sector y lograrán la CSU, si ponemos los medios para que lo hagan.

Por último, para lograr la CSU, la situación de «hecho por las mujeres, dirigido por los hombres» debe cambiar. Los hombres ocupan el 75% de los puestos en las esferas superiores del sector de la salud en todo el mundo, por lo que los sistemas de salud no aprovechan la reserva total de talentos. Nuestros resultados sanitarios son peores porque no aprovechamos la perspectiva de las mujeres que mantienen los sistemas de salud en funcionamiento, tanto respecto del diseño como de la prestación de servicios. Si queremos cumplir la promesa de la CSU de beneficiar a todos, necesitamos que las perspectivas y el liderazgo sean diversos para reflejar las poblaciones a las que prestamos servicio. Necesitamos que las mujeres dirijan los sistemas de salud y participen en pie de igualdad en su configuración.

La reunión de alto nivel sobre la CSU celebrada en septiembre de 2019 fue una etapa importante de un proceso que ha durado décadas y cuyo objetivo es lograr el Objetivo de Desarrollo Sostenible de CSU para 2030. No celebramos esa reunión para dormirnos en los laureles. Lejos de ello. Consideramos que la declaración es la hoja de ruta de alto nivel que necesitábamos para señalizar el camino tan duro hacia la CSU que nos queda por delante.

Y como parte de ese camino, la OMS ha designado 2020 como el Año Internacional de la Enfermería y la Partería para reconocer la contribución crucial de la ocupación con más trabajadores en el sector de la salud, el 80% de ellos mujeres. En el Año Internacional de la Enfermería y la Partería no solo se preconizará la labor del personal de enfermería y de partería, que merece ser celebrada y valorada. También se examinará el liderazgo de la mujer en la enfermería y la partería y la función de liderazgo que debería desempeñar el personal de enfermería y de partería en todos los niveles, desde las comunidades hasta las esferas mundiales.

Estoy decidido a cumplir la promesa que hicimos en la declaración política sobre la CSU de abordar las desigualdades de género experimentadas por el personal femenino de la salud. Lo haremos porque es lo que hay que hacer por el personal femenino de salud, pero también porque es inteligente hacerlo por los sistemas de salud y la CSU.