Informe mundial sobre la malaria 2023
Preguntas y respuestas de la OMS sobre el Informe mundial sobre la malaria 2023
Las tasas de incidencia y mortalidad por malaria a nivel mundial se han estabilizado desde la pandemia de COVID-19, pero los casos y las muertes siguen siendo más altos que en 2019, antes de la pandemia. ¿Cómo se explica esto?
Vale la pena señalar que, incluso antes de la pandemia, las tendencias de casos y muertes por malaria a nivel mundial se habían estabilizado y, en muchos países, el progreso se había detenido. La pandemia surgió en este contexto. Al principio de la pandemia, la OMS convocó a un grupo de trabajo formado por varios socios. Entre otras cosas, el grupo realizó un ejercicio de modelación que predijo que si los países no respondían rápida y eficazmente, la pandemia nos devolvería a los niveles de carga de malaria del año 2000. Afortunadamente, los países, con el apoyo de la OMS y sus socios, pusieron en marcha un impresionante ejercicio para mantener los servicios esenciales contra la malaria. A pesar de un aumento inicial de los casos en 2020, estos esfuerzos consiguieron evitar en gran medida un mayor empeoramiento de la tendencia en 2021 y 2022.
Hubo muchas razones para el estancamiento del progreso antes de la pandemia. El denominador común en muchos países fue la escasez de recursos y las dificultades para alcanzar el nivel necesario de las intervenciones, especialmente en las zonas rurales pobres. Los fenómenos meteorológicos extremos añadieron un reto adicional en algunos de los países más afectados. En otros países, la respuesta financiera fue inadecuada para satisfacer las necesidades de una población en rápido aumento expuesta al riesgo de contraer la malaria. Otros factores fueron los retos crónicos de los sistemas de salud para proporcionar servicios oportunos y de alta calidad; el impacto de otros desastres humanitarios, incluidos los causados por conflictos; y las crecientes amenazas biológicas para el control de la malaria, en particular la resistencia de los mosquitos a los insecticidas, que son necesarios para proteger la eficacia de las dos principales intervenciones de control vectorial de la malaria: los mosquiteros tratados con insecticidas (MTI) y el rociado residual intradomiciliar (RRI).
El impacto de estos factores varía mucho de un país a otro. Sin embargo, un sistema de vigilancia y de información en salud débil en muchos países con una carga de malaria de moderada a alta impide realizar análisis subnacionales más detallados. Una mejor respuesta a la malaria a nivel mundial y local depende del establecimiento de sistemas de vigilancia sólidos que puedan identificar e interpretar los retos emergentes.
¿Cómo ha afectado el cambio climático a la transmisión de la malaria? La malaria es una enfermedad que está determinada por el medio ambiente. Es sensible a los indicadores climáticos de temperatura, precipitaciones y humedad. El cambio climático está afectando las temperaturas ambientales globales que, a su vez, afectan a los patrones de lluvia y humedad, así como a la magnitud y frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos. Así pues, el cambio climático es una preocupación importante para la respuesta mundial a la malaria.
La evidencia sobre los efectos directos del cambio climático sobre las tendencias a largo plazo de la transmisión de la malaria es escasa y contradictoria. Las zonas que ahora se encuentran en los margenes de la transmisión pueden volverse más o menos adecuadas para la supervivencia y cría de mosquitos. La malaria puede introducirse en zonas más frías a medida que se calientan. Algunos de los datos más sólidos disponibles proceden de las tierras altas africanas, donde el aumento de las temperaturas ha contribuido al establecimiento de la malaria en zonas que antes estaban libres de malaria. La epidemia sufrida por Pakistán como consecuencia de las lluvias monzónicas extremas es otro ejemplo, ya que hay pruebas que sugieren que la gravedad de la estación monzónica se vio acentuada por el cambio climático.
Por otro lado, un cambio climático que aumente la aridez y la sequía podría disminuir la capacidad de los mosquitos para reproducirse y sobrevivir, eliminando la malaria de algunas zonas donde actualmente es endémica. El cambio climático también puede hacer que las temporadas de transmisión de malaria sean más largas, aumentando así la carga o reduciendo la capacidad de predicción de las temporadas, lo que afectaría el realizar las intervenciones de control en el momento mas oportuno.
Los impactos indirectos del cambio climático también pueden tener una influencia enorme en la carga de malaria. Entre ellos se encuentran los desplazamientos de población a gran escala, las alteraciones de los sistemas de salud, la infraestructura, la seguridad alimentaria, los medios de subsistencia y la economía. La presión fiscal que supone hacer frente a estos múltiples retos puede disminuir la capacidad de mantener los programas contra la malaria.
¿Cómo ha afectado el cambio climático a la prestación de servicios contra la malaria? ¿Qué impacto ha tenido, si alguno, en las tasas de incidencia y mortalidad?
Empíricamente es muy difícil atribuirle directamente al cambio climático un efecto específico sobre la transmisión de la malaria. Sin embargo, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), sabemos que el cambio climático ha aumentado la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos, y que dichos fenómenos pueden provocar epidemias de malaria.
Por ejemplo, aunque no está claro hasta qué punto las devastadoras inundaciones de Pakistán en 2022 pueden atribuirse al cambio climático, las pruebas sugieren que aumentó la intensidad de la estación de los monzones. También es evidente que se produjo un brote de malaria, cuya tasa de transmisión se multiplicó por cinco, con 2,1 millones de casos adicionales en 2022 respecto a 2021. Las inundaciones dañaron 1.000 instalaciones de salud del país, dejando a millones de personas sin acceso a la atención sanitaria en los distritos afectados y aumentando el número de muertes por malaria.
¿Cuáles son los riesgos más importantes que conlleva el cambio climático para el control y la prevención de la malaria?
Todos los riesgos mencionados deben tenerse en cuenta en los procesos de planeación en los programas contra la malaria. Al mismo tiempo, los efectos del cambio climático sobre la malaria variarán en función de los diversos contextos económicos, sociales y ecológicos. En algunos entornos, los efectos indirectos pueden ser más importantes que los directos.
El punto clave es que cualquier factor, incluido el cambio climático, que afecte negativamente al bienestar de la comunidad tendrá, en consecuencia, efectos perjudiciales sobre los resultados de la malaria. Debemos pensar en cómo responder de forma proactiva al cambio climático y a sus efectos sobre la salud, y en cómo anidar la respuesta a la malaria de forma sinérgica dentro de una amplia respuesta a la salud y al cambio climático.
La OMS ha afirmado que el cambio climático es la mayor amenaza para la salud mundial. ¿Es esto cierto en el caso de la malaria?
En general, el cambio climático no es bueno para la malaria. Las proyecciones muestran que, sin una inversión significativa en la reducción de los gases de efecto invernadero y en la adaptación al cambio climático, habrá considerables consecuencias adversas para la salud. Al mismo tiempo, será necesario invertir mucho más en el control de la malaria, por encima de los niveles actuales.
En el peor de los escenarios climáticos, sin un aumento considerable de las intervenciones contra la malaria, se produciría un incremento de los casos de malaria. Sin embargo, si las inversiones aumentan considerablemente y se cierran las brechas de cobertura, sobre todo en las zonas rurales, y la prometedora reserva de productos contra la malaria llega a las comunidades, es probable que consigamos avances significativos en la lucha contra la malaria y frenemos la amenaza del cambio climático.
No se trata de invertir en una cosa o en la otra. Acabar con la malaria aumentará la resiliencia de las comunidades al cambio climático. La mitigación del cambio climático y la adaptación al mismo darán a la respuesta a la malaria mayores posibilidades de éxito.
¿Cómo pueden los programas nacionales y la comunidad internacional de lucha contra la malaria hacer frente a estas amenazas?
En primer lugar, tenemos que cerrar la brecha de financiación para la malaria. La brecha entre la cantidad invertida en el control y la eliminación de la malaria y los recursos necesarios es peligrosamente grande, viene creciendo de 2,3 mil millones de dólares en 2018 a 3,7 mil millones de dólares en 2022. El gasto total en 2022 alcanzó los 4.100 millones de dólares, muy por debajo de los 7.800 millones necesarios a nivel mundial para mantener el rumbo hacia los hitos mundiales de reducir la incidencia de casos y las tasas de mortalidad en al menos un 90% para el año 2030 (en comparación con la base de referencia de 2015).
La financiación es crucial para ampliar las intervenciones básicas de control y eliminación de la malaria, como los mosquiteros tratados con insecticida, las vacunas y las terapias preventivas para bebés, niños y mujeres embarazadas, así como el diagnóstico y el tratamiento. También se necesitan inversiones para desarrollar herramientas e intervenciones resilientes al clima. Se necesita más financiación para mejorar la vigilancia, recolección y análisis de datos, y para hacer frente a las amenazas biológicas para el control de la malaria.
Igualmente crucial es la necesidad de situar la lucha contra la malaria dentro del nexo entre cambio climático y salud, y de equipar a las comunidades para anticiparse, adaptarse y mitigar los efectos del cambio climático, incluido el aumento de fenómenos meteorológicos extremos. Como verán en el informe, hay una serie de acciones -estratégicas, técnicas y operativas- que los países y sus socios deberían empezar a llevar a cabo ya.
¿Qué papel desempeñan los datos a la hora de hacer frente a estas amenazas y eliminar la malaria?
En primer lugar, la malaria es uno de los mayores problemas de salud pública del mundo, y existen varios pilares fundamentales de la salud pública. Uno de ellos es el uso de la vigilancia y los datos a nivel local para responder a las prioridades de salud pública.
La malaria es muy heterogénea en periodos de tiempo y distancias cortas, e influyen muchos determinantes sociales y económicos de la salud, así como las intervenciones contra la malaria. Este sistema complejo y dinámico requiere que se recojan los datos adecuados y se utilicen para los fines correctos.
A pesar de las importantes mejoras de los últimos años, los países y sus socios no han invertido lo suficiente en vigilancia. También ha habido un cierto nivel de inercia a la hora de garantizar que el análisis de los datos sub-nacionales a nivel de país oriente adecuadamente las inversiones.
Hacer frente a la creciente amenaza del cambio climático exigirá también inversiones más amplias en datos de salud y meteorológicos. Tales inversiones ayudarían a los países donde la malaria es endémica a detectar, prepararse, responder y recuperarse de eventos relacionados con el clima a corto plazo.
La OMS ha estado a la vanguardia brindando apoyo a los países en la adaptación subnacional de las intervenciones contra la malaria y pronto publicará orientaciones sobre la priorización de esas intervenciones para optimizar su impacto.
Con la inmensa mayoría de los logros conseguidos desde el año 2000 todavía intactos, ¿por qué deberíamos preocuparnos ahora por la malaria y hasta qué punto?
Desde el año 2000 se han invertido unos 50.000 millones de dólares en la lucha contra la malaria. Aunque estamos mejor en términos de incidencia de casos (casos por 1000 personas en riesgo) que en el 2000, habiéndola reducido en un 28%, y con más países que nunca acercándose a la eliminación, nos enfrentamos hoy al mismo número de casos que en el 2000. Esto se debe a las amenazas medioambientales, climáticas y biológicas para el control de la malaria, así como a las dificultades para llegar a una población en riesgo cada vez mayor.
A pesar de los progresos realizados, la carga de malaria sigue siendo inaceptablemente alta. Cualquier idea de mantener los logros sin la intención de seguir avanzando sólo conducirá a un resurgimiento de la malaria.
Hay muchas razones para seguir aumentando las inversiones en malaria. Hasta la fecha, esas inversiones han evitado casi 12 millones de muertes y más de 2.000 millones de casos de la enfermedad, y representan uno de los mayores, si no el mayor, retorno de la inversión en salud global de los últimos tiempos.